¿Por qué el Día del Pueblo Gitano se celebra el 8 de abril?

En honor de todas las víctimas de la persecución contra personas gitanas a lo largo de los siglos, cada 8 de abril se realiza una ofrenda floral, originalmente lanzadas a los ríos, se encienden velas y se canta “Gelem, gelem” (Anduve, anduve), el himno del pueblo gitano.
La música fue compuesta por el artista gitano de origen serbio, Jarko Jovanovic, quien se inspiró en una melodía tradicional serbia, mientras que para perfilar la letra contó con la colaboración del médico, también gitano, suizo-alemán, Jan Cibula.
Las dos franjas horizontales de color verde y azul de la bandera simbolizan el cielo y el campo y la rueda de rueda de carro roja en el centro apela al largo camino que tuvieron que emprender los gitanos desde la India, en la época de la invasión islámica a partir de finales del siglo IX.
Estos símbolos se oficializaron en en el I Congreso Mundial Gitano de 1971, celebrado en Chelsfield, al suroeste de Londres, del 7 al 12 de abril de 1971, representantes de entidades gitanas,–por parte de España acudió Juan de Dios Ramírez Heredia.
Fue en el IV Congreso Internacional Gitano, en Serok, Polonia, cuando designó el 8 de abril como Día Internacional del Pueblo Gitano, en referencia al primer congreso en el que desde el principio se dejó sentir el dolor por el silenciamiento de que habían sido objeto las víctimas gitanas del nazismo.
“La persecución nazi se enmarca en una larga historia de discriminación y marginalización de los gitanos”, detalla María Sierra, en Holocausto gitano, conocido también como “Samudaripén” (Gran matanza).
“El nazismo –además de con judíos, homosexuales y opositores e ‘indeseables’ en general– se cebó con crueldad en los gitanos. Tras unos momentos de duda, en los que se estuvo a punto de clasificar a los gitanos dentro de la raza aria, Himmler, jefe de las SS e impulsor del holocausto, ordenó que se actuara contra los gitanos. Se llevó a cabo detención de familias gitanas por todo el territorio dominado por los nazis, con su consiguiente internamiento y finalmente su ejecución en masa (como es sabido, Himmler, para evitar gastar munición, ordenó la creación de las cámaras de gas). Se desconoce el número exacto de víctimas. Las últimas estimaciones señalan que “medio millón de gitanos europeos fueron exterminados por el régimen nazi”.
Una vez acabada la Segunda Guerra Mundial, no hubo un reconocimiento como víctimas del nazismo del Pueblo Gitano.
En los Juicios de Núremberg de 1945, en los que se juzgó a los dirigentes nazis por crímenes contra la humanidad, no fue convocado a declarar ningún gitano y “la persecución y el tormento de los gitanos en la época de Hitler tiene poca presencia en los libros de historia”, insiste, colocándoles así en una situación, en expresión de Rodríguez Arias, de “víctimas de tercera”.
“¿Quiénes han prohibido declarar exactamente los crímenes tan horrendos con los que se masacraron a tantísimos gitanos? ¿Por qué motivo estos olvidos políticos y de los historiadores? La razón parece tan clara como triste: la tendencia a ignorar el genocidio romaní refleja la supervivencia de un antigitanismo cotidiano que estuvo en la base del racismo extremo del nazismo”, aclara, de nuevo, Sierra.
En nuestro país, en concreto, además de la persecución nazi, se recuerda “la gran redada” o la “prisión general de gitanos”, llevada a cabo en 1749.
Un intento más de genocidio que sigue pasando desapercibido para la historiografía y que hasta fechas recientes no ha merecido ningún tipo de memorial ni de homenaje oficial. Ya entonces se dio por sentado la peligrosidad de todos los gitanos y ante el secular fracaso de las leyes promulgadas contra los mismos, se intentó dar con una solución definitiva e inhumana.
Bajo la dirección del Marqués de la Ensenada, con el beneplácito de Fernando VI y el apoyo de las autoridades eclesiásticas y de no pocos sectores declarados católicos, se ordena apresar a todas las gitanas y gitanos de España.
La operación se llevó a cabo de un modo secreto y de manera sincronizada en todo el territorio español desde las 12 de la noche del miércoles 30 de julio de 1749. Las mujeres y los niños fueron separadas de los hombres, con el objetivo de romper las familias y lograr un exterminio biológico.
Ellos fueron enviados a trabajos forzados en los astilleros (en aquel momento el imperio español necesitaba muchos barcos, con los que afrontar la gran empresa de Indias y las guerras navales) y ellas a “casas de Misericordia” (para tenerlas retenidas allí y realizar labores textiles).
Cuando los niños cumplían 10 años eran enviados con los demás varones. El indulto no llegó hasta catorce años después, en 1763, de manos de Carlos III.
Al regresar a sus respectivas localidades, no tenían casas ni posesión alguna, pues se las habían requisado para pagar a los soldados que llevaron a cabo la operación de la gran redada de gitanos.
Aunque veinte años después, en 1783, Carlos III derogó las leyes que impedían a los gitanos desempeñar cualquier oficio, al declarar que no proceden de “raíz infecta” permitiéndoles convertirse en súbditos productivos, la comunidad gitana tuvo que cargar con la incomprensión y hostilidad ancestrales de parte de las autoridades y de sus conciudadanos.
De hecho, las provincias vascas y Navarra, utilizando sus prerrogativas forales, mantuvieron hasta mucho más tarde la represión y expulsión de gitanos de sus jurisdicciones.
Hasta 1989, cuando Antonio Gómez Alfaro realizó su tesis sobre este tema, que se publicó en 1993, en la Editorial Presencia Gitana, apenas se había mencionado esta irracional e indecente política.
Cabe destacar que la novela Martinete del Rey Sombra, de Raúl Quinto, que obtuvo premio Nacional de Narrativa 2024, recrea este lamentable episodio de la presencia gitana España, que arrancó hasta seis siglos.
El primer documento donde se acredita la entrada de un grupo de gitanos a nuestro país proviene de Alfonso V de Aragón, quien en 1425 ordenó consentir el paso, durante tres meses, a Juan de Egipto Menor y “los que con él irán y lo acompañarán” de camino a Santiago de Compostela.
Durante siete décadas “egipcianos y grecianos” pudieron gozar de una gran libertad de movimientos. Pero las nuevas corrientes de pensamiento y el debate respecto a los “falsos pobres” pusieron a los gitanos en el punto de mira, una vez que ya había caído sobre los judíos y moriscos todo el peso del poder real de los Reyes Católicos.
El precio de conformar un solo reino y una sola monarquía fue la persecución de las minorías. En 1499 los Reyes Católicos promulgaron la primera pragmática contra los gitanos, a la cual se sucederían otras 250 leyes durante cuatro siglos.

Miembro de la Asociación de Enseñantes con Gitanos, Asociación Presencia Gitana y del Grupo de Educación del Consejo Estatal del Pueblo Gitano.