Pedro Luque, víctima de un siniestro laboral: «O aceptaba trabajar en esas condiciones o me quedaba parado»

Pedro Luque, víctima de un siniestro laboral: «O aceptaba trabajar en esas condiciones o me quedaba parado»
Pedro Luque Yuste, albañil de 55 años, nacido en Córdoba, casado y con dos hijos. En 2010 tuvo un accidente laboral, una caída en altura que hizo que su vida también cayera en picado.

Conocí a Pedro el año pasado cuando se puso en contacto con la Asociación de Víctimas de Accidentes y Enfermedades Laborales de Andalucía (AVAELA). Cuando lo acompañé junto a su hija a una primera visita con uno de los abogados de la asociación, pude ser testigo de cómo, a partir de un accidente, una cadena de injusticias públicas y privadas puede hacer que, en poco tiempo, una vida más o menos normalizada se convierta en un infierno.

Sentí su abatimiento y desesperanza por la soledad y la escasa ayuda recibida. Nos confesó que «la depresión por mi estado físico y la situación de necesidad económica en la que quedé me llevó a intentar quitarme la vida», pero también percibí su firmeza en la búsqueda de una salida digna y el apoyo incondicional de su hija.

Me contó lo que ocurrió ese fatídico 29 de junio de 2010: «Me encontraba trabajando en el tejado de una cooperativa de mi localidad con dos compañeros más. La mañana transcurría normal, pero sobre las 13:30 horas, el tejado cedió y me precipité al vacío en el agujero que se abrió.

He de decir que, hasta el día anterior, los trabajadores estábamos sin contrato. Al parecer, fue la propia cooperativa en la que trabajábamos (no mi empresa), la que se aseguró de que nos dieran de alta al presenciar que había avispas que nos estaban picando».

Pedro me comenta algo que otras muchas víctimas de siniestralidad laboral refieren: el triple calvario sanitario, jurídico y psicológico que sucede a un accidente. «Me reventé el tobillo, varios dedos, la pelvis y algunas vértebras… Me realizaron una primera intervención quirúrgica en Córdoba, pero a los tres días el pie comenzó a gangrenarse, así que me trasladaron a Barcelona para amputármelo. Estuve un año ingresado, pero me pudieron salvar el pie. Durante todo ese tiempo, no tuve ningún tipo de asesoramiento jurídico. Una psicóloga de la clínica, por casualidad, me vio y fue la que me diagnosticó la depresión. Posteriormente sufrí varias operaciones (injertos de piel y huesos…)».

Le pregunto por su situación actual. «Tengo reconocida un 53% de discapacidad. Cuando la mutua decía que estaba haciendo vida normal yo veía pasar la vida en silla de ruedas. Estando aun con muletas, el médico de la mutua me retiró la heparina y a los tres días me dieron tres trombosis seguidas que me dejaron los pulmones seriamente dañados, no puedo hablar ni andar mucho porque me ahogo, tampoco puedo estar de pie ni sentado demasiado rato…».

¿Se cumplieron los protocolos de seguridad?

Nos dieron casco, guantes y arnés, pero no teníamos punto de anclaje. No existían plataformas ni redes de seguridad. Los andamios tampoco contaban con un buen anclaje. En esas condiciones no es de extrañar que ocurriera un accidente.

¿Cuál fue la reacción de la empresa? ¿Se pusieron en contacto con la familia? ¿Os ayudaron?

La reacción del empresario fue comprar una soga y ponerla en el tejado para que hubiese alguna prueba de que había seguridad. La suerte fue que, antes de que la colocara, la policía local o la guardia civil (no lo recuerdo bien del todo) había hecho fotos de todo.

En ningún momento se pusieron en contacto con mi familia ni recibimos ayuda por su parte.

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¿Cómo se desarrolló el proceso jurídico? ¿En qué momento del proceso te encuentras?

El proceso judicial fue largo y penoso y representó revivir pasajes de mi vida que me gustaría olvidar, pero lo gané. El empresario fue multado a indemnizarme con 200.000 euros de los cuales, quedaron por cobrar unos 140.000 al ser declarado insolvente (a pesar de tener varias propiedades). El juez le propuso pagarme 100 euros mensuales que percibí en contadas ocasiones. También fue condenado a prisión, pero no ha sido detenido en ningún momento ni ha cumplido condena.

Estando aun con muletas,
el médico de la mutua me retiró
la heparina y a los tres días me dieron
tres trombosis seguidas que me dejaron
los pulmones seriamente dañados

Sigo luchando a nivel judicial para que esta persona, que, en la actualidad se encuentra trabajando y cobrando un salario regular, sea obligada a cumplir con la sentencia entregándome un porcentaje mensual de su sueldo.

¿Qué ha supuesto para tu vida personal y para su familia este suceso?

En el aspecto psicológico, he sufrido un desgaste mental increíble. Yo he sido siempre una persona muy activa y verme de repente tan limitado físicamente fue un choque muy duro de asimilar. Los que han pasado por situaciones parecidas, saben la impotencia que se siente. Para mi familia ha sido también muy duro porque yo pagaba el pato con ellos.

¿Qué ha supuesto tu contacto con AVAELA?

Ha sido de lo mejor que me ha pasado. Llegó como un soplo de aire fresco a mi vida, ya que me encontraba muy mal. Estuve 14 años acudiendo a psiquiatras y psicólogos y en AVAELA he recibido más ayuda que en todos los años de terapia. Me han dado esperanzas para seguir adelante por mí y por toda mi familia.

Estás asistiendo a un taller para la gestión del duelo organizado por AVAELA. ¿Cuál está siendo tu experiencia en él?

La experiencia está siendo muy satisfactoria. Puedo compartir mis emociones y sentimientos con personas que me entienden y pueden sintonizar conmigo porque han pasado por lo mismo que yo. Me siento mucho más animado por el apoyo recibido.

¿Algo más que quieras comentar?

Muchas veces me he enfrentado a la pregunta de por qué acepté este tipo de trabajo y la respuesta es siempre la misma: o aceptaba trabajar en esas condiciones para darle de comer a mi familia o me quedaba parado.

Por último, decir que lo mismo que es obligatoria la contratación de un seguro para la hipoteca, que también estén obligados los empresarios a contratar un seguro que les cubra en caso de insolvencia.

***

He de decir que me sigue impresionando el testimonio de Pedro y que reafirma nuestro compromiso en AVAELA para que personas como él tengan acogida, acompañamiento, ayuda jurídica y psicológica y un trabajo decidido para que se le haga justicia. En ello estamos.

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