Martínez Cano: La comunidad cristiana tiene un largo camino que recorrer “desde la diferenciación hacia la igualdad”

Martínez Cano: La comunidad cristiana tiene un largo camino que recorrer “desde la diferenciación hacia la igualdad”
El Pueblo de Dios todavía tiene que recorrer el camino de “la diferenciación hasta llegar a plena igualdad” y aquí es donde el mito de Eva puede servir de inspiración, defendió Silvia Martínez Cano, en la sesión de la Escuela de Teología Feminista Popular, celebrado ayer en San Carlos Borromeo de Madrid.

Desmontar la interpretación del mito de Eva implica volver a “la igualdad desde la diferenciación”, planteó Silvia Martínez Cano, quien explicó el contexto histórico, cultural y religioso en el que fueron plasmados los relatos de la Creación del Génesis 1, 2 y 3.

Una relectura moderna del mito de Eva, “mal tratado” por la exégesis y “maltratada” por la cultura, en palabras de la teóloga y artista, puede ayudar a acabar con los falsos discursos de la complementariedad antropológica, la desconfianza teológica y la exclusión política. También la Iglesia tiene todavía un largo camino que recorrer para reconocer la igualdad plena de las mujeres en el ámbito de la gobernanza como en el del acompañamiento pastoral, insistió.

La tradición cristiana desde muy pronto, ya en la tercera generación de los primeros cristianos, san Ireneo y Tertuliano son buenos ejemplos, estableció la dicotomía entre la figura de Eva y María, asignando a la segunda el valor de la pureza y la redención frente al pecado y la caída asociada a la primera, a pesar de que san Pablo en la carta a los Gálatas había escrito, fruto de la experiencia de las comunidades que conocía, “no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús”.

Los mitos del Génesis, en particular, utilizados durante siglos para marginar a las mujeres, no pretendían tanto emitir un juicio de la realidad, sino ofrecer un sentido a la Creación de Dios y explicar la relación con sus criaturas humanas, detalló la integrante de la Asociación de Teólogas Españolas.



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Para ello,  los autores varones de la Biblia no sólo recurrieron al acervo religioso del pueblo judío y su experiencia, sino también a  elementos de las culturas vecinas como la mesopotámicas, egipcia y griega. De hecho, la visión judía del mundo supuso un gran avance en la comprensión de la igualdad entre hombres y mujeres, además de apuntalar su monoteísmo, por aquel entonces, excepcional.

En las narraciones babilónicas, los seres humanos fueron creados para servir a los dioses. En la mitología griega, Pandora desata el caos, aunque también custodia la esperanza, lo que se suele olvidar, frente a la dura realidad del mundo.

El Dios de los judíos, en cambio creó al hombre y la mujer, “a su imagen y semejanza” y a los dos les “insufló su aliento”, reconociendo su plena autonomía y libertad. Así la expulsión del paraíso no es tanto un castigo por su desobediencia, como la inevitable consecuencia de adquirir el conocimiento sobre el mundo y asumir la responsabilidad sobre sus propios destinos.

Por supuesto, que existen elementos patriarcales en estos y otros relatos bíblicos, dada la cultura dominante, pero la “racionalización” acabó por despojar al mito, un género más de la Biblia y de la sabiduría de los pueblos, de gran parte del sentido que pueden ofrecer.

Así, Martínez Cano planteó “volver al mito para que pueda cumplir su función y utilizar el lenguaje simbólico propio de la experiencia religiosa”, para comprender mejor las implicaciones que para la existencia humana tienen “la autonomía, la libertad y la igualdad” que caracterizan a todas las personas, lo que debe afectar también al papel de las mujeres en la sociedad y en la Iglesia.