El servicio público en venta

El servicio público en venta
FOTO | Oleg Gapeenko, Vía vecteezy

En esta sociedad neoliberal de consumo desmesurado también los servicios públicos están a la venta. Tras la lucha y reivindicación social de muchos colectivos para llegar a un estado de bienestar, donde cada ciudadano tenga lo necesario para vivir de manera digna, asistimos de manera paulatina al desmantelamiento de las instituciones públicas más necesarias para los pobres.

Podemos constatar en el día a día lo siguiente:

  • Se van deteriorando paso a paso los servicios públicos con políticas que priorizan la rentabilidad, externalizando y privatizando los servicios –atención despersonalizada, listas de espera–.
  • Se está desvirtuando y precarizando la labor de los trabajadores que atienden estos servicios, ya sean sanitarios, educadores, de seguridad, de gestión de prestaciones –precariedad en sueldos y contratos–.
  • No se cubren las vacantes que se originan por distintos motivos, ya sea por jubilaciones o porque los trabajadores toman otros caminos y lugares donde se respete su labor y sean remunerados justamente –generando problemas de atención en el servicio y provocando el hartazgo de la ciudadanía–.
  • No se invierte lo suficiente en modernizar y hacer que la labor sea menos penosa en muchos casos, no agilizando los procesos.
  • En general, se suprime el sentido que tiene lo público como servicio ala ciudadanía sin mirar la ideología, clase social…

Como consecuencia de estos factores, la sociedad en general va menospreciando el servicio y sentido de lo público, como logro sufrido para ser universal y exigible por cualquier persona. «No está de moda».

El mundo en el que nos movemos, marcado por el imperativo de lo rentable y la dinámica de la producción y de la riqueza, tiene unas características que afectan al ser y al sentir de las personas, que nos hace vivir desesperanzados y sin sentido, difundiéndose una cultura del aguante y de la supervivencia que no es propia de la utopía y del anhelo de trascendencia para el que fuimos creados.

Nosotros, como cristianos, estamos a favor de unos servicios e instituciones públicas como forma de expresión del bien común, donde todos y todas son tratados con respeto e igual dignidad, garantizándose su acceso y disfrute universal –vivienda, trabajo, educación, salud…– y desde la mirada y centralidad en los más empobrecidos. Juan XXIII ya lo dejaba muy claro: «Los gobernantes han de orientar sus esfuerzos a que el bien común redunde en provecho de todos» (Pacem in Terris 56).

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Como militantes de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) queremos reivindicar que el trabajo y los trabajadores dedicados al servicio público, bien necesario en nuestra sociedad, contribuyan a la gestión del bien común y posibiliten la justicia social y redistributiva.

Nos tememos mucho que ahora, en pro de incrementar el gasto en la defensa, tan cacareada en estos momentos, se deterioren aún más los servicios públicos, quedando los empobrecidos del mundo obrero y de todos los colectivos más vulnerables aún más a la intemperie y sin los recursos necesarios para poder vivir con dignidad.

En este tiempo de Cuaresma, donde buscamos más conversión al Evangelio, algunos se preguntan si hoy tiene un significado válido dar amor hasta el extremo, dar servicios de calidad para todos y en todo.

Pero cuando nos asalta la tentación de navegar por la superficie, de vivir corriendo sin saber finalmente para qué, de convertirnos en consumistas insaciables y esclavizados por los engranajes de un mercado al cual no le interesa el sentido de nuestra existencia, necesitamos recuperar la importancia del corazón, el sentido de la vida, el valor de los cuidados –personas mayores, con necesidades especiales…–, la reivindicación de lo que pertenece a todos y, por ende, trabajar por el bien común.

Necesitamos ser semillas de esperanza en este mundo que no sabemos muy bien a dónde camina, pero que sí tenemos claro que no es hacia el reino de Dios, y que no cuenta, por desgracia, con los que más lo necesitan.