Domingo de Resurrección. Oración desde las heridas del mundo

Hoy, Señor, el sol amanece con fuerza,
y la piedra que sellaba la muerte ha sido removida.
La tumba está vacía
y Tú, Jesús, estás vivo.
Has vencido a la muerte,
y con tu victoria,
nos devuelves la vida y la dignidad.
Pero esta mañana de Pascua,
no podemos mirar la luz
sin recordar las sombras del mundo.
Gritamos con alegría que Tú has resucitado,
pero nuestros ojos también ven
las ruinas de Gaza,
el dolor de Ucrania,
las lágrimas del pueblo palestino,
los cuerpos olvidados en el Sahel, en el Chat,
y en más de sesenta guerras silenciadas,
donde la vida humana se sigue despreciando.
Hoy proclamamos la vida nueva,
pero sentimos en el pecho
el clamor de las personas migrantes,
que cruzan fronteras y desiertos
buscando lo que muchos dan por hecho:
pan, paz, hogar, futuro.
Y junto a ellos,
nos duele la cruz del mundo obrero:
los trabajadores muertos en accidentes,
las familias rotas por la precariedad,
los que madrugan sin saber si llegarán a casa,
las manos que producen tanto
y apenas pueden sostener su vida.
En este mundo tan roto,
Tu resurrección no es evasión,
es presencia.
Tú estás vivo, Señor,
y caminas con nosotros por los talleres,
por las oficinas, los hospitales, los campos,
las calles, los muelles y las fronteras.
Te haces encontrar en lo cotidiano,
en lo más sencillo,
en el que trabaja con justicia,
en quien sostiene sin rendirse.
Y hoy, como a María,
nos llamas por nuestro nombre,
y nos envías a anunciar que la vida ha vencido.
No para quedarnos en templos cerrados,
sino para ser testigos en medio del mundo,
de un amor que no se rinde,
de una esperanza que alumbra las heridas,
de una resurrección que no deja las cosas como estaban.
Haznos testigos, Señor.
Haznos comunidad de vida en medio de tanto dolor.
Que donde haya muerte, llevemos tu aliento.
Que donde haya injusticia, actuemos con coraje.
Que donde haya silencio, sembremos tu Palabra.
Y que allí donde aún no ha llegado la Pascua,
nuestras manos sean buena noticia
para los crucificados de hoy.
Porque Tú estás vivo,
y con Tu resurrección,
el mundo puede comenzar de nuevo.
Amén.

Consiliario de la HOAC de Bilbao