La Iglesia de Huelva denuncia la precariedad en la que viven personas temporeras

La Iglesia de Huelva denuncia la precariedad en la que viven personas temporeras
Entidades de la Iglesia diocesana de Huelva alertan sobre las condiciones de alojamiento en municipios onubenses que año a año sigue sin resolverse

Cada año, con el final de la campaña de la aceituna en Jaén, miles de personas temporeras migrantes se desplazan a los municipios de Huelva para la recolección de frutos rojos. Sin embargo, su llegada pone de manifiesto una realidad preocupante: la falta de alojamiento digno para quienes sostienen una de las principales actividades económicas de la región.

El grupo de Migraciones de la diócesis de Huelva, integrado por el Secretariado de Migraciones, Cáritas, Fundación Don Bosco, la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), CONFER, Nuevo Horizonte y la pastoral penitenciaria, ha denunciado esta situación, advirtiendo sobre las condiciones precarias en las que se encuentran muchas personas temporeras, obligadas a dormir en las calles o en asentamientos informales sin acceso a infraestructuras básicas. “Como personas cristianas no podemos ignorar la valiosa aportación de las personas migradas a nuestra sociedad y nuestra Iglesia”, han subrayado en su comunicado.

Asentamientos precarios y falta de albergues

En Lepe, el albergue habilitado para personas temporeras resulta insuficiente para acoger a la gran cantidad de personas trabajadoras que llegan a la zona. “Muchos de los recién llegados, ante la falta de espacio, se ven obligados a dormir en las calles, expuestos a las inclemencias del tiempo y en condiciones precarias”, alertan desde el grupo diocesano de Migraciones.

En Palos de la Frontera, la situación es similar. Tras un incendio que arrasó con las chabolas donde residían anteriormente muchas personas temporeras, ahora se concentran en espacios desolados sin alternativa de alojamiento. “Numerosas personas duermen al raso, acompañadas de un fuego que las calienta para pasar la noche”, lamentan desde el grupo diocesano que, junto con  organizaciones no gubernamentales y colectivos locales, redoblan sus esfuerzos para ofrecer asistencia humanitaria.

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En Lucena del Puerto, quienes regresan a los asentamientos informales encuentran sus chabolas devastadas por incendios. Aunque se ha construido un pequeño albergue, este sigue sin estar en funcionamiento por falta de gestión. “Estas estructuras que servían como refugio durante las campañas anteriores han sido eliminadas en operativos de desalojo, dejando a muchos sin un lugar donde resguardarse”, explican.

En Moguer, otro municipio clave en la campaña de frutos rojos, la situación también es crítica. Muchas personas temporeras están “por las calles o hacinadas en almacenes indignos u otro tipo de infraviviendas”. A diferencia de otras localidades, Moguer no cuenta con un albergue específico, aunque trabaja en la erradicación del chabolismo mediante la habilitación de viviendas alternativas.

Un problema estructural sin soluciones definitivas

Ante la falta de opciones, algunas personas temporeras confían en que, una vez encuentren empleo en alguna finca, puedan acceder a alojamiento en la misma propiedad. Sin embargo, este recurso no es suficiente para cubrir la alta demanda y sigue dejando a muchas personas en situación de vulnerabilidad. 

Las entidades de la Iglesia diocesana insiste en la necesidad de “políticas integrales que aborden de manera sostenible la situación de las personas temporeras, garantizando sus derechos y mejorando su calidad de vida”. Para ello, reclaman medidas urgentes a las Administraciones públicas, así como una mayor implicación de todos los actores implicados en la campaña agrícola.