Jennifer Gómez, teóloga experta en migraciones: “La hospitalidad es defensa de la dignidad de todas las personas”

La teóloga y experta en migraciones y cooperación, integrante del equipo de Inclusión de Cáritas Española, Jennifer Gómez, participa mañana 20 de marzo, en un coloquio por internet para hablar de los prejuicios contra las personas migrantes y cómo avanzar en hospitalidad.
¿Cuáles son los estereotipos más comunes y prejuicios sobre las personas migrantes en nuestro país?
El estereotipo es una imagen mental muy simplificada basada en creencias compartidas que suele exagerar algún rasgo de un individuo o grupo. No tiene que ser negativo, aunque frecuentemente lo es. Por ejemplo, “los japoneses son disciplinados” o “los españoles son vagos, duermen la siesta a diario”. El prejuicio es un juicio, una opinión generalmente negativa, que supone una actitud hostil hacia la persona que consideramos pertenece a un grupo ajeno a nosotros, sin evidencias. Los estereotipos son de corte cognitivo y los prejuicios de corte emocional. Cuando se unen, revierten en actitudes de discriminación hacia personas o grupos. El desconocimiento y la desinformación son algunos de los motivos que generan estereotipos y prejuicios. En España, los más comunes son “saturan la sanidad, se llevan las ayudas sociales”; “la mayoría de los crímenes machistas son cometidos por inmigrantes”; “tienen un plan para islamizar Europa”; “no se integran; “nos quitan el trabajo”. La lista es larga.
¿Cómo afectan los discursos de odio en el trato a las personas migrantes y en sus propias vidas?
Según el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia, el 48% de los discursos de odio contra los migrantes son agresivos explícitos y un 26% incita a la violencia con amenazas directas o indirectas. Lamentablemente las redes sociales han servido para volcar y propagar estos discursos haciendo mucho daño a las personas y la vida comunitaria, además de incitar a la violencia. Constituyen un ataque a la inclusión, la diversidad y los derechos humanos. Socavan la cohesión social y deterioran los valores comunes e impiden avanzar hacia la paz, la estabilidad, el desarrollo sostenible…
¿Qué nos enseña el Evangelio y la enseñanza de la Iglesia sobre el trato a las personas extranjeras?
La “extranjeridad” es uno de los temas más recurrentes tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento. “Vosotros fuisteis extranjeros en el país de Egipto”. El corpus legislativo del Pentateuco señala particularmente la opción por los vulnerables. Éxodo 22 nos muestra la famosa triada: emigrante, viuda, huérfano, lo mismo dirán los profetas. Eran considerados los colectivos más vulnerables en aquel momento, que diríamos en un lenguaje moderno.
El Evangelio, por su parte, se muestra transgresor en esta misma línea al equiparar a Jesús, el Hijo de Dios, con un migrante, “porque fui forastero y me acogisteis”; los cuatro Evangelios apuntan a la universalidad, al diálogo, a entender la comunidad de creyentes como lugar de encuentro para hombres y mujeres de toda etnia y nación. El pasaje del diálogo de Jesús con la samaritana es magnífico, se supera el estereotipo de la religión y la etnia. Recordemos que los judíos tenían prohibido hablar con samaritanos. Las primeras comunidades también lo entendieron, basta leer las cartas de Pablo y las cartas pastorales que promueven la hospitalidad.
En plena Segunda Guerra Mundial el papa Pío XII, en la festividad de Pentecostés con el radiomensaje La Solennità invita a la comunidad católica a ser parte de la construcción del nuevo orden social a través de acciones individuales y comunitarias. Puede considerarse el primero que incorpora la reflexión y mirada sobre el fenómeno migratorio. Sin embargo, el primer documento que asume esta cuestión es Exsul familia nazarethana en 1952. En adelante escritos, homilías, encíclicas abordan esta cuestión, todas confluyen en la dignidad de la persona y en la opción de la iglesia por las personas migrantes y refugiadas, porque en ellas vemos el rostro de Dios. El pontificado de Juan XXIII; Pablo VI; el mismo Concilio Vaticano II, el pontificado de Juan Pablo II, Benedicto XVI y, por supuesto, el de Francisco han reflexionado sobre el tema.
“El problema es que caminamos hacia políticas y modelos migratorios que priman otros elementos como la frontera; la externalización; la militarización…”
Las medidas restrictivas que amenazan los propios derechos humanos de las personas en movilidad se justifican a menudo por la necesidad de controlar las fronteras y garantizar la seguridad dentro de los Estados…
La hospitalidad en sí misma genera espacios de seguridad para todos, para huéspedes y para anfitriones, para nativos y extranjeros, para quien ya está y para quien llega. La cohesión social regenera el tejido social deteriorado por un sistema que excluye y que mata. La hospitalidad no se entiende sin el respeto por los derechos humanos, porque la hospitalidad es defensa de la dignidad de las personas, de todas las personas.
La Iglesia reconoce que los Estados tienen derecho a la protección de las fronteras, pero no es admisible atentar contra la vida de las personas. Por eso, pide ofrecer vías legales y seguras para que la gente pueda migrar y moverse entre los territorios con tranquilidad y no ese está garantizando. El papa Francisco, siguiendo a otros papas como Juan Pablo II y Benedicto XVI, también defiende que la gente tiene derecho a elegir migrar o no, a elegir quedarse tranquila en sus países de origen.
El problema es que caminamos hacia políticas y modelos migratorios que priman otros elementos como la frontera; la externalización; la militarización; la securitización; las interacciones económicas destinadas al control de flujos migratorios…, y se nos olvida el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
¿Qué principios y criterios propone la Doctrina Social de la Iglesia a la hora de diseñar políticas migratorias justas y humanas?
La dignidad de la persona debe estar en la base de toda política; el bien común; la libertad del individuo a la hora de elegir si migrar o no; el trabajo digno para todas las personas… Se habla de una gobernanza mundial y una legislación común para las migraciones, desde la interculturalidad, el diálogo interreligioso, la hospitalidad y la solidaridad. El papa Francisco habla de “acoger, proteger, promover e integrar”.
¿En qué medida la comunidad católica de España ha respondido al llamamiento de Francisco y de la Conferencia Episcopal a convertirse en una comunidad de acogida?
España es un país de acogida, que no nos ganen otros discursos. La Iglesia en España ha respondido a la acogida, a la hospitalidad, en las parroquias, en las familias, en las congregaciones religiosas, en las instituciones eclesiales… voluntarias y voluntarios se han volcado ante la situación de desprotección y vulnerabilidad de las personas migrantes y refugiadas. Existen diversas experiencias y buenas prácticas que se recogen en el último documento publicado por la Conferencia Episcopal Comunidades acogedoras y misioneras. No podemos olvidar que somos una iglesia en salida, una iglesia sinodal que camina junto a otros.

Redactor jefe de Noticias Obreras