«Sean personas compasivos como el Padre de ustedes es compasivo»
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Lectura del Evangelio según san Lucas (6, 27-36)
Pero a ustedes que me están escuchando les digo: amen a quienes consideren gente enemiga, hagan el bien a quienes les odian, bendigan a quienes les maldicen, oren por quienes les calumnian.
A quien te hiera en una mejilla, ofrécele también la otra; y a quien te quite el manto, no le niegues la túnica. Da a quien te pida, y a quien te quita lo tuyo no se lo reclames.
Traten a las demás personas como quieren que ellas les traten a ustedes.
Si aman a quienes les aman, ¿qué mérito tienen? También quienes son personas pecadoras aman a quienes las aman. Si hacen el bien a quien les tratan bien a ustedes, ¿qué mérito tienen? También la gente pecadora hace lo mismo. Y si prestan a aquellas personas de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También las pecadoras se prestan entre ellas para recibir lo correspondiente.
Ustedes amen a la gente que consideran enemiga, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio; así su recompensa será grande, y serán hijos e hijas del Altísimo. Porque él es bueno con las personas ingratas y malas. Sean ustedes personas misericordiosas como el Padre de ustedes es misericordioso.
Comentario
Después de las bienaventuranzas y los «ayes» (¡Ay de ustedes!) a la gente rica. Jesús comienza a hacer propuestas éticas. Jesús hace propuestas para vivir las relaciones entre las personas, especialmente en la vida comunitaria en su discipulado. La capacidad de generar a nuestro alrededor bienaventuranza, colocar el amor como base, clave, motor de las relaciones humanas es fundamental para construir un mundo distinto. La felicidad en el mundo no vendrá por tener más, tiene que ver, fundamentalmente, por la capacidad que tengamos de generar relaciones nuevas, distintas, de profundo respeto a los demás.
Podríamos hablar de una regla de oro –así se ha considerado ya en el mundo de la filosofía– esa frase de Jesús que aparece en el versículo 31: «Traten a las otras personas como quieren que ellas les traten a ustedes». Podríamos hablar de una ley universal que facilitaría mucho las relaciones entre las personas; puede ser un principio de «ética mínima», capaz de generar formas de convivencia que van un poco más allá de la contención.
Sin embargo, la propuesta de Jesús es mucho más proactiva tiene que ver con amar mas allá de la racionalidad, de la lógica que «el sentido común» de nuestra sociedad tiene. «¿Amar a los enemigos o enemigas?», y cuando cada uno cuenta su historia de daños acumulados a su persona o a sus seres queridos y lanza la pregunta: ¿y esto se puede perdonar? Sientes que la frase de Jesús puede convertirse en una ironía. ¿No se ha convertido en motivo de burla el «poner la otra mejilla»? ¿Será posible este principio en las negociaciones colectivas? ¿es posible en las luchas que mantenemos donde reivindicamos trabajo digno, donde defendemos los derechos de las personas más vulnerables?
Seguro que no es nada fácil…
Es que es una propuesta provocadora llena de radicalidad, un reto innovador capaz de poner las relaciones cotidianas de las personas patas arriba. Vivir el perdón a los enemigos es toda una revolución interior y exterior.
Pero Jesús propone más cosas desde ese principio que es el amor, nos invita a purificarlo hasta la gratuidad máxima, amar desinteresadamente, amar a quien no tiene ni la obligación, ni el interés, ni siquiera la oportunidad de amarte a ti. Amar a alguien de quien ni esperas ni quieres esperar nada, amar gratuitamente. «Si aman a quienes te aman, ¿qué mérito tienes?».
La vida de muchas personas cambiaría si aprendiéramos a amar gratis, ¿no será ese el secreto de la felicidad, la de verdad, la profunda, la que se ve en el fondo de los ojos de gente que vive así?
Esta propuesta de Jesús es liberadora; la radicalidad de la misma nos lleva a generar oasis de «otro mundo es posible». Que los cristianos y cristianas, en nuestras comunidades, en nuestros grupos, seamos capaces de vivir la propuesta de Jesús es el «vengan y vean» del Evangelio. No es predicarlo es vivir y mostrar que se puede y que eso nos hace felices.
Y hay algo muy importante, es clave y es, posiblemente, el motor para poder vivir estos valores: ¿dónde Jesús fundamenta estos comportamientos? No es la filosofía, no son los sesudos debates de grandes filósofos de la ética que buscan principios universales, no forma parte de principios éticos anteriores a él de las grandes culturas egipcia o griega.
El principio ético fundamental está al final del párrafo que hemos proclamado: «Sean ustedes personas misericordiosas como el Padre de ustedes es misericordioso». Esa propuesta coloca el listón del comportamiento humano en un nivel en el que nadie puede decir «ya lo he logrado, ya he llegado a ser toda la buena persona que se puedo llegar a ser». Nos pone a caminar y a crear espacios de fraternidad.
Y hay un segundo elemento importante de la ética de Jesús. Él, no solo dijo lo que creía que debía hacerse, él lo practicó hasta el final de su vida, y en la cruz perdonó, la traición, la calumnia, la manipulación, la injusticia, la tortura, la humillación. Jesús dijo e hizo; su Reino fue proclamado con palabras y obras.
Evangelizar hoy supone, visibilizar experiencias alternativas en la forma de vivir, personal, socialmente, comunitariamente el reino de Dios, supone abrir puertas con un gran cartel: «Vengan y vean».
La pregunta concreta es: y yo, ¿dónde tengo que vivir esto? ¿tengo rostros desde los que hacerme la pregunta del perdón? ¿en qué espacios, con qué gente tengo que aplicar la misericordia, el amor?
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Más en Orar en el mundo obrero, 7º Domingo del tiempo ordinario.
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Consiliario general de la HOAC