Patricia Horrillo, experta en comunicación: «El algoritmo en redes sociales favorece la confrontación y el odio»

Esta experta en comunicación, feminista y activista impulsó Wikiesfera, para editar contenido en Wikipedia con el que visibilizar las contribuciones de las mujeres y reducir la brecha de género.
Como periodista, documentó el movimiento 15-M y ahora impulsa la participación activa, el autoaprendizaje y la equidad en narrativas históricas y digitales.
¿Qué ha sido de la promesa de participación, deliberación y diálogo de las redes sociales?
Al principio era alentador pensar que se podía construir desde la horizontalidad y no tanto desde posiciones de poder. Pero, con el paso del tiempo, ese espacio abierto, libre, sin fronteras, idílico, que en realidad no lo fue nunca, se ha ido convirtiendo en una réplica muy fiel de la realidad física, en espacios hipercorporativos, cerrados, en los que se comercia con los datos de las personas y los contenidos creados por las personas, que ahora regalamos nuestro trabajo.
Hay un momento en el que todo eso empieza a cambiar, porque se ve que se puede monetizar. Acabamos nutriendo con textos, fotos, vídeos… un espacio digital de una empresa. Cambian las reglas según los intereses comerciales.
Sin embargo, el 15-M, la primavera árabe y muchos movimientos sociales consiguieron apropiarse de estas herramientas en su momento…
Los movimientos sociales en España fueron pioneros en la utilización de una herramienta como Twitter para coordinar sus acciones. Twitter se convirtió en una herramienta poderosa antes de que los propios medios de comunicación entendieran lo que era. De repente, influyó en la agenda pública, a pesar de que era, y todavía lo es, minoritaria. Había más movimiento activista que otra cosa. Fue un uso muy ingenioso e innovador. Esto cambió de repente, las empresas, medios, periodistas, políticos… empezaron a utilizarla. Ya no es la arena pública, sino el altavoz de mensajes unidireccionales.
Parece que es la ultraderecha, los grupos abiertamente fascistas, los que se han apropiado de estas herramientas…
Han hecho trampas. Esa es la diferencia. Han cambiado las reglas del juego, el algoritmo, la promoción de cuentas que pagan… No es que les salga mejor, es que ellos han cambiado las reglas. Solo funciona lo que le interesa al señor que ha comprado la herramienta y que está fomentando la polarización porque se beneficia de ella. El algoritmo está favoreciendo todo lo que significa confrontación y odio para que sea más visible. Se está generando el caldo de cultivo del mal, de lo peor del ser humano, hay muchos bots… Al final, un medio de comunicación obedece al que pone la pasta. El dueño de la imprenta decide el mensaje, como se decía antes.
¿Entiende que haya una deserción de las redes sociales?
He dado formación a mucha gente activista como una manera de tener incidencia para mejorar las cosas. Pero ya no hay forma de domar esas redes. Me ha costado mucho salir de Twitter, era importante a nivel profesional y personal, pero, claro, me he preguntado: ¿qué estoy haciendo aquí?
Propongo en las formaciones, sobre todo a organizaciones pequeñas, a espacios activistas preguntarse: ¿por qué hay que estar en internet? Soy muy tecnófila y reconozco que es seductor el hecho de ser visibles en un espacio digital y querer llegar a todo el mundo. Pero hay que adaptarse a la realidad, dejar de llevarnos por la inercia y pensar qué es lo que queremos hacer y cuál es el objetivo, ver cuánto tiempo dedicar… A lo mejor sí tiene sentido, a lo mejor no. Si eres una agrupación de barrio, a lo mejor te interesa el buzoneo. Cuando sea necesario, habrá que ver qué es lo más adecuado. Puede ser más importante crear una comunidad que abrir una cuenta en tal o cual red social…
Todavía nos queda la Wikipedia como creación colectiva. Es responsable de la Wikiesfera, un proyecto para recoger la contribución de las mujeres al conocimiento. ¿Cómo ha sido la experiencia, qué ha aprendido?
Llevo una década informando sobre una herramienta que todo el mundo conoce, pero poca gente sabe cómo funciona, difundiendo que faltan personas editando, sobre todo mujeres, que contribuyan de forma habitual. Esto repercute en el contenido. Hay muchas mujeres que no están representadas en Wikipedia o cuyas aportaciones no están explicadas de una forma divulgativa.
Si no somos capaces de llevar
al terreno lúdico la participación,
sabiendo que el contexto es «fastidiado»,
la gente no va a tener muchas ganas
de participar
Para resolver esto, haría falta una fuerza que yo no veo en España. La hay en otros sitios. Aunque las Wikipedias no se dividen por países, están muy vinculadas a las lenguas. En Estados Unidos tienen muy claro que el lugar de divulgación es Wikipedia y que la divulgación es positiva, pese a tener luego unas dinámicas tóxicas sobre competitividad en el ámbito científico. En general, en España, la divulgación se ha despreciado sistemáticamente por parte de la academia muy clasista y elitista.
¿A qué se debe la dificultad de crear medios realmente alternativos e independientes centrados en las necesidades e intereses de las mayorías sociales y que cuente con la participación ciudadana?
Es muy difícil crear un medio alternativo o hacer que un medio así tengo el apoyo de gente distinta. En el activismo estamos saturadas, nos involucramos en muchas cosas, competimos en atención también. Los medios activistas, pequeños, alternativos, de izquierda… visibilizan esa dureza, están muy apegados a la tierra, a realidades muy jodidas, muy dolorosas. Conseguir un equilibrio entre lo que cuentas y cómo lo cuentas, presentar incluso estéticamente esto que cuentas, me parece muy difícil. Y competimos con otras cosas que hay alrededor, más atractivas, menos complejas, menos dolorosas, menos intensas…
En Wikipedia somos solo un 13% de mujeres editando. Hemos conseguido que las biografías de mujeres pasen del 20 al 25%. Hay que presentar los datos sin que sea desmoralizante. Si no damos esperanza, nos hundimos. Los problemas son reales, por supuesto, pero, como seres humanos, necesitamos agarrarnos a ciertas briznas de esperanza. Si no somos capaces de llevar al terreno lúdico la participación, sabiendo que el contexto es «fastidiado», la gente no va a tener muchas ganas de participar.
Precisamente en las «editatonas», reuniones para crear contenido sobre mujeres en Wikipedia, impulsa parte de la participación y de la creación colectiva…
En las «editatonas» explico que tenemos estas cifras terribles, estas pocas mujeres, pero que estamos ahí para pasarlo bien. No se trata de flagelarse porque faltan mujeres, sino de pasarlo bien. A lo mejor, hay una persona que no vuelve nunca, pero ese día se lo ha pasado bien y va a poder presumir de su contribución. Tenemos que encontrar cómo hacer que la gente sienta que realmente se está avanzando y que no estamos en el día de la marmota permanente. Para eso, lo tenemos que pasar bien juntas.
No nos podemos quedar en un intercambio puro y duro, en medio de una realidad que es muy chunga. Desde la izquierda, hay que pensar en cómo generar una actitud más positiva, sin frivolizar ni ser ingenuas, sino honestas para poder armar escalones para subir juntas. No podemos verlo todo como un erial, donde da igual que tiremos para un lado o para el otro.
¿Cómo se puede fomentar la participación, la deliberación en común, la resolución colectiva de los problemas, prevenir contra la desinformación?
Tenemos que empezar desde muy pronto, ya en la educación. Si no incidimos en la educación, va a ser muy difícil que aprendamos a participar, a que sea parte de nuestro ADN, de nuestra forma de construimos. En realidad, nunca hemos experimentado antes lo que es el verdadero desarrollo colaborativo.
Cuando trabajas en grupo en el colegio, el instituto, la universidad o el trabajo, hay una fragmentación del trabajo: tú te encargas de esto y yo me encargo de esto otro. No hay una mente que, de forma distribuida, cree un contenido entre varias personas, sino que es un Frankenstein, una suma de trozos.
También ha impulsado radios comunitarias desde esa idea de creación colectiva… ¿Qué pasaba en los talleres?
Con Radio Guerrilla, tratábamos de que la gente pudiera montar una radio libre y comunitaria, hablábamos de la importancia de lo vivo, de la creación colectiva, del desarrollo colaborativo… Suena bien, pero no se entiende. Si no experimentas lo que significa, no lo comprendes.
Si no incidimos en la educación,
va a ser muy difícil que aprendamos
a participar, a que sea parte de nuestro
ADN, de nuestra forma de construimos
En estos talleres de radio, el guion era una construcción colectiva. Le pedíamos a la gente que entrara en el juego, que, por favor hicieran el experimento, dejando los egos, los miedos, el no conocerse de antes, que dieran un voto de confianza. Se trataba de construir juntas, de pensar que todas las aportaciones están dirigidas hacia un mismo objetivo, que es hacerlo lo mejor posible. Una escribe y otra le corrige y al revés, sin pedir permiso, pensando que cada incorporación mejora el resultado final.
La transformación que se vive te hace darte cuenta de algo que es súper importante: la creación colectiva es algo abstracto, que solo se ve cuando participas en algo que te ayuda a quitarte todas las mochilas para hacer algo que es tuyo, pero no solo tuyo.
La gente flipaba en los talleres, porque, claro, de repente ocurrían cosas «mágicas», con las comillas que se quieran, pero identificables, pasaba, parecía hasta sencillo. Lo cierto es que no nos hemos permitido jamás jugar con otras personas a construir colectivamente, porque tenemos la idea del yo, el ego, lo nuestro muy arraigada. Cuesta soltar esa cuerda y dejarnos fluir con un grupo de personas. Solo en un contexto lúdico, controlado, hemos visto que funciona. Así se genera un contenido que es absolutamente identificable por ti, pero que no es tuyo. Lo importante es la creación conjunta desde una perspectiva común. Incorporarlo luego en tu vida no es fácil. •

Redactor jefe de Noticias Obreras