Una deuda de gratitud con León XIII, el Papa de lo social y de lo político

Una deuda de gratitud con León XIII, el Papa de lo social y de lo político

El hecho de que en mi diócesis, con la presencia del obispo, hayamos podido asistir en el mes de octubre a una charla impartido por Carlos García de Andoin sobre La presencia de los cristianos en la vida pública, así como la participación en las XXX Jornadas de Pastoral Obrera, celebradas en Ávila en noviembre, me han movido a expresar que los cristianos que creemos tener eso que conocemos como conciencia social estamos en deuda de gratitud con León XIII. Porque con él empezó la historia, una historia que va mucho más allá de lo que hoy conocemos como la cuestión social.

Nuestros obispos, allá por abril del año 1986, decían en el punto 4 de Los católicos en la vida pública “Al invitaros a esta reflexión y a este compromiso nos situamos en una línea de enseñanza y de vida que tiene larga tradición en la Iglesia católica. Especialmente desde los tiempos de León XIII, no sólo la jerarquía, sino también muchos seglares, se esforzaron por abrir caminos de presencia y colaboración de los católicos en la vida pública”.

¿Qué ocurrió en tiempos de León XIII para que, como dicen nuestros obispos, “no sólo la jerarquía, sino también muchos seglares, se esforzaron por abrir caminos de presencia y colaboración de los católicos en la vida pública”¿ Tal vez para entenderlo mejor sea bueno remitirnos a la última encíclica social de Juan Pablo II, la Centesimus annus, publicada el año 1991 precisamente, como su nombre indica, para conmemorar los cien años de la publicación del primer documento de la DSI, la encíclica Rerum novarum.

En el punto 4 de Centesimus annus, y con la perspectiva que dan los cien años transcurridos entre una y otra encíclica, Juan Pablo II nos ayuda a entender la situación política, económica y social del último tercio del siglo XIX en los siguientes términos: “a finales del siglo pasado las Iglesia se encontró ante un proceso histórico, presente ya desde hacía tiempo, pero que alcanzaba entonces su punto álgido. Factor determinante de tal proceso lo constituyó un conjunto de cambios radicales ocurridos en el campo político, económico y social, e incluso en el ámbito científico y técnico, aparte del múltiple influjo de las ideologías dominantes. Resultado de todos estos cambios había sido, en el campo político, una nueva concepción de la sociedad, del Estado y, como consecuencia, de la autoridad. Una sociedad tradicional se iba extinguiendo, mientras comenzaba a formarse otra cargada con la esperanza de nuevas libertades, pero al mismo tiempo con los peligros de nuevas formas de injusticia y de esclavitud”.

Ante esa situación de cambios radicales, que anunciaban el inicio de una nueva era, los cristianos se encontraban en una encrucijada: o encerrarse en su castillo y luchar desde ahí para que no cayera el “antiguo régimen” de la sociedad tradicional, o aprovechar las posibilidades que el “nuevo régimen” ofrecía para, desde ahí y con la terminología de la época, instaurar el reino de Cristo.

El profesor Ildefonso Camacho, en su obra Doctrina Social de la Iglesia. Una aproximación histórica dedica el capítulo 4º a la doctrina política de León XIII y nos dice lo siguiente: “El hecho de que puedan citarse hasta cinco documentos sobre cuestiones políticas antes de Rerum novarum muestra que éstas se presentaban como más graves y urgentes que la misma ‘cuestión social’. En este último campo parece que los católicos encontraron antes una nueva vía de acuerdo y una mayor convergencia de criterios. Sin embargo, cuando hablamos de lo político nos referimos a un ámbito más amplio, más englobante, donde las discrepancias eran mayores”.

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El profesor Camacho, a través de esta cita de él tomada, nos hace saber –y aquí puede venir para muchos una sorpresa, ya que de esto no se nos ha hablado tanto– que León XIII, el padre de la Doctrina Social de la Iglesia tal como hoy la entendemos, antes de publicar la primera gran encíclica social, publicó cinco documentos sobre cuestiones políticas y trató con ellos de responder a ese dilema que se les presentaba a los católicos y al que antes hacíamos referencia.

Y lo hizo de una forma que el profesor define como “postura posibilista, que busca vías de acceso de los creyentes a la vida social para acabar de romper esa barrera infranqueable que parece interponerse entre la Iglesia y la sociedad moderna”. Nada nos debe llevar a pensar que León XIII era un convencido demócrata –que no lo era–, pero sí a que, como hombre de fe, supo ver entre los entresijos de aquella confusa situación algún signo de los tiempos que exigía, por expresarlo en términos más actuales del papa Francisco, derribar muros y tender puentes.

No es objeto de esta reflexión profundizar en las causas del divorcio entre la Iglesia y la sociedad moderna, pero sí lo es afirmar que León XIII adoptó en aquel momento histórico una postura posibilista que, con todas las reservas de la época, invitaba a los cristianos a aprovechar los resortes que ofrecía el nuevo régimen para prestar su ayuda al bien común colaborando en la Administración pública y llegando incluso “a los altos poderes del Estado” (Inmortale Dei, apartado “Católicos en el Estado”, donde afirma que “no querer tomar parte alguna en la vida pública, sería tan reprensible como no querer prestar ayuda alguna al bien común”), y también constatar que, con aquella valiente postura, puso los cimientos para que, con el paso del tiempo, la evolución en la conciencia y el compromiso de los cristianos y sobre todo con el siempre necesario impulso del Espíritu, el Concilio Vaticano II diera a luz la Constitución Pastoral Gaudium et spes, con la que se finalizaba el largo período de enemistad entre la Iglesia y el mundo moderno.

Sin ningún género de dudas León XIII dio el primer impulso para que la Iglesia pudiera años después proclamar a todo el mundo que “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”. (Gaudium et spes, 1).

Tenemos una deuda de gratitud con León XIII y va siendo hora de que la paguemos. León XIII no es solo el Papa de lo social, también lo es de lo político, al menos en su impulso inicial, y más en una época difícil como la que a él le tocó vivir.