La Navidad empieza en los pequeños detalles

La Navidad empieza en los pequeños detalles
Foto | freepress.coop

Vamos a celebrar la Navidad. De nuevo, momentos de encuentros, de fiestas, de regalos, de luces… Y, para muchas personas, y en muchas ocasiones, de cansancio y de hastío, porque ¿esa es, de verdad, la Navidad?

Si miramos este mundo roto, con las situaciones de Palestina y el Líbano que parecen no tener solución, con la guerra de Ucrania que sigue sin ver el fin, con catástrofes ambientales que han provocado y provocan tanto sufrimiento en Valencia y en todo el mundo, con personas que tienen que abandonar su país y ser menospreciadas y machacadas por buscarse la vida más allá de las fronteras…

Y si, como queremos hacer desde la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), como Iglesia preocupada por el mundo del trabajo, analizamos y pensamos la realidad laboral de tantas personas, durante todo el año, pero también en estas fechas… precariedad, paro, pobreza… ¿Todo eso lo tapan las luces de Navidad?

Por eso tenemos que escapar de esos deslumbramientos y mirar de otra manera. Si nos fijamos ahí, en esas realidades, pero en otros detalles más pequeños, podemos ver otras cosas. Empresas que respetan los derechos de las personas trabajadoras, aunque no tengan tanto beneficio; bancos que hacen finanzas éticas y no financian las guerras; pequeños movimientos que plantean otra forma de relacionarse entre las personas y con la naturaleza. Y en el mundo laboral, luchas de unos compañeros por otros a través de sindicatos, reivindicaciones justas, nuevos convenios, ERTE, protección de trabajadores por ley… Puede que muchos piensen que son gestos insuficientes, que no afectan a todos los trabajadores… Pero nos indican el camino a seguir, cómo se pueden construir unas relaciones laborales y sociales más humanas, que de verdad busquen el bien común en nuestra sociedad.

Y eso es el camino de la Navidad, el que nos enseña un Dios que se encarna en nuestra naturaleza humana. Desde la pobreza, desde lo pequeño, se plantea otra manera de vivir y hacer las cosas. Desde la humildad, se enciende una luz que puede iluminar el camino para que las personas nos reconozcamos unas a otras como iguales, reconociendo nuestra dignidad de Hijos de Dios.

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No saldrá en las noticias, ni será lo que más llame la atención entre tantos anuncios y ruidos. Pero, para quien lo busque y lo quiera ver (como los sabios de Oriente) la Navidad podrá ser un camino para reconocer a un Niño y su pequeñez, que cambió toda la historia. Y que eso nos haga recorrer después el camino de vuelta hacia nuestra vida, con esperanza, alegría… sabiendo que esa es la señal y la manera para construir un mundo nuevo, desde los pequeños detalles, cuidando las relaciones y planteándolas con otros criterios.

El papa Benedicto XVI, nos recuerda que la caridad “no es solo el principio de las microrelaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también de las macrorelaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas” (Caritas in veritate, 2)

Así que, esos pequeños gestos, los detalles solidarios que nos planteamos desde la Navidad, no pueden ser algo aislado que hacemos por buena voluntad y se quedan ahí. También nos lo recuerda el papa Francisco “En este marco se comprende el pedido de Jesús a sus discípulos: «¡Dadles vosotros de comer!», lo cual implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos. La palabra «solidaridad» está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos”. (Evangelii guadium, 188)

Por eso, la Navidad nos recuerda que podemos empezar por los gestos pequeños y cotidianos de solidaridad, y que eso nos tiene que dar la alegría y la esperanza para seguir construyendo un mundo más justo y fraterno, cambiando también hábitos, relaciones e instituciones.