Marc Collado, desde la #COP29: “Mucha gente joven ha decidido que su lucha es contra la crisis climática y estoy convencido de que la vamos a ganar”

Marc Collado, desde la #COP29: “Mucha gente joven ha decidido que su lucha es contra la crisis climática y estoy convencido de que la vamos a ganar”
Conversamos con Marc Collado Ramírez, participante en la Conferencia de las Partes, la COP29 sobre clima, en Bakú. Este joven catalán de 31 años y antiguo militante de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), forma parte de la delegación observadora, representando a la infancia y juventud de la ONU (Youngo) en temas de cambio climático. Su tarea en esta conferencia es actuar como observador, como persona de la sociedad civil que no representa a ningún gobierno ni poder, sino a diferentes colectivos con reivindicaciones y necesidades concretas relacionadas con la crisis climática.

En su caso, Collado participa en el grupo de infancia y juventud “donde intentamos llevar la voz de las personas jóvenes con toda su diversidad a nivel global. Somos personas de todo el mundo, tanto del Sur global como del Norte global, tratando de presentar nuestras reivindicaciones. En concreto, mi tarea es seguir el eje de trabajo de la cumbre sobre la transición justa y sus negociaciones”, responde en un audio de WhatsApp a Noticias Obreras desde la capital de Azerbaiyán, país anfitrión de la COP29.

¿Qué papel juegan las organizaciones sociales en esta conferencia?

Las organizaciones sociales intentamos, usando nuestra voz y los espacios de intervención de incidencia que se nos otorgan, influir en las decisiones que toman los gobiernos y los grupos a través de los cuales se organizan los diferentes países, para que se acerquen lo máximo posible a los intereses de la ciudadanía, de los grupos minorizados y marginados, de los pueblos indígenas, comunidades locales, infancia y juventud, mujeres, grupos de género, organizaciones ecologistas, defensores del ecosistema, agricultores, los sindicatos… luchamos —y además estamos relativamente coordinados— para que en cada uno de los ejes de trabajo de la cumbre haya un lenguaje de derechos humanos, de derechos sociales y de justicia social.

Intentamos que cada uno de los ejes de acción climática incorpore siempre una visión social que responda a las necesidades concretas de la población más afectada por el cambio climático, y que no siempre coincide con los intereses de los países que deberían representarla.

¿Cuál es tu anhelo en esta cumbre?

Mi anhelo en esta COP29 es que se alcance un acuerdo ambicioso en términos de financiación climática. El Acuerdo de París del año 2015 fijó como objetivo no superar los dos grados centígrados respecto al nivel preindustrial, aspirando a quedarse por debajo de un aumento de 1,5 grados preferentemente. Para lograrlo, se plantean diferentes mecanismos, uno de los cuales es la mitigación, es decir, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, sobre todo en los países desarrollados, que son los que tienen la responsabilidad histórica.

“La financiación debería destinarse no solo a proyectos
de desarrollo económico o industrial, sino también
a proyectos de adaptación al cambio climático”

Debemos tomar la iniciativa en ese sentido y apoyar a los países en vías de desarrollo para que puedan desarrollarse de forma sostenible. Aunque no tienen esa responsabilidad histórica, un mecanismo importante es la financiación mediante la cooperación internacional para ayudarlos en sus proyectos de descarbonización y adaptación. Hasta ahora, el problema ha sido que la cantidad establecida como objetivo —100.000 millones de dólares anuales— no ha sido suficiente ni ambiciosa. Por ponerlo en contexto, en España le regalamos 60.000 millones de euros al rescate bancario en 2012. Por eso, hemos venido a Bakú a reclamar que la cantidad sea mucho mayor, que se otorgue en forma de subvenciones y no de préstamos, para no agravar la deuda existente de los países del Sur global. Además, la financiación debería destinarse no solo a proyectos de desarrollo económico o industrial, sino también a proyectos de adaptación al cambio climático, ya que estos países sufren intensamente sus efectos.

¿Qué dificultades tiene para cumplirse?

Las dificultades son las mismas que han existido en todas las conferencias climáticas desde 1992. La Convención Marco divide a los países firmantes en dos listas: los países desarrollados, que lograron su desarrollo a través de las emisiones históricas de gases de efecto invernadero (quema de carbón, petróleo…), y el resto de los países, que se desarrollaron más tarde. ¿Qué sucede? La financiación climática surge de los países desarrollados hacia los demás. Sin embargo, los gobiernos del Norte global, como los de la Unión Europea, están pidiendo que se amplíe la base de donantes, incluyendo a países que ya tienen más capacidad como China, India y los países exportadores de petróleo del Golfo Pérsico.

El problema de esta visión es que no contempla la responsabilidad histórica y solo considera la situación actual, “la foto fija”. Aunque China es el país que más contamina hoy en día, esta perspectiva no toma en cuenta las emisiones históricas. Esta es una de las divisiones existentes. Otra dificultad es el papel de la financiación privada.

“Ahora mismo estamos en un punto de estancamiento,
y tardaremos en salir, pero esperamos progresos”

El Norte global dice que, para alcanzar los objetivos climáticos, debe incorporarse la financiación privada, lo cual es problemático. Los países del Sur global enfrentan tremendos problemas de deuda externa, lo que dificulta la inclusión de objetivos de mitigación y adaptación en sus presupuestos. Por tanto, los instrumentos de financiación deben estar al margen de las reglas del mercado. Sin embargo, los países desarrollados están poniendo estos dos temas en la agenda, que están siendo bloqueados sistemáticamente por China y otros países del grupo de los 77. Ahora mismo estamos en un punto de estancamiento, y tardaremos en salir, pero esperamos progresos.

Existe cierta percepción de la inoperatividad cuando no distanciamiento con la ciudadanía de estas cumbre ante las necesidades reales, como por ejemplo dejar atrás el uso de los combustibles fósiles y establecer formas vinculantes de transición energética, sus conclusiones transmiten ciertas debilidades en los acuerdos… ¿qué opinas?

Es normal que la gente sienta un distanciamiento respecto a las cumbres internacionales. Si ya es complicado llegar a acuerdos dentro de un mismo país, imaginemos lo que implica acordar entre diversos gobiernos con realidades e intereses muy diferentes. Esto resulta en que el lenguaje utilizado sea mínimo común “múltiple” no denominador. En el Norte global, nuestros objetivos incluyen la rápida implantación de energías renovables, la descarbonización de la industria, generar ciudades más habitables, la mejora de los servicios públicos y la generación de refugios climáticos, la adaptación y la reverdificación de nuestros entornos, la implementación de transporte público, una transición justa para los trabajadores, y una adaptación de la educación a nuevas oportunidades de trabajo dentro de una economía descarbonizada.

Esta desigualdad de condiciones y necesidades
hace que los acuerdos sean muy difíciles,
sobre todo cuando los gobiernos del Norte global,
y en ocasiones también los del Sur,
representan más a las empresas
y al sector privado

Por otro lado, en el Sur global, en regiones como África, Latinoamérica y el sudeste asiático, las prioridades son el desarrollo sostenible, la erradicación de la pobreza y el hambre, el desarrollo de la agricultura y de los mercados internos  la industria, así como la creación de estructuras institucionales que a menudo se ven debilitadas por el propio colonialismo y la intervención de empresas del Norte.

Esta desigualdad de condiciones y necesidades hace que los acuerdos sean muy difíciles, sobre todo cuando los gobiernos del Norte global, y en ocasiones también los del Sur, representan más a las empresas y al sector privado que a sus propias ciudadanías. El resultado final suele ser un consenso de mínimos. Teniendo en cuenta este mundo tan desigual en el que vivimos y llegar a acuerdos es muy difícil, sobre todo porque muchas veces también los países de Norte global tienen agendas dobles donde muchas veces, a través de los gobiernos que tenemos, representan más a las empresas y al sector privado, a las finanzas, a la industria que a la ciudadanía. Algo que también ocurre en los gobiernos del Sur global. Este equilibrio es muy difícil y al final siempre son consensos de mínimos.

En la antesala de esta cumbre, dos hechos relevantes impactaron al mundo: la elección de Trump como presidente de uno de los países más contaminantes, declarado negacionista del cambio climático, y la catástrofe provocada por un fenómeno DANA en la zona de Valencia, influido por el cambio climático. Es decir, mientras el poder político –tan influenciado por la economía– niega y desatiende esta realidad, suceden gravísimos episodios climáticos en el mundo que arrasan la vida humana e hieren el planeta… por tanto, la pregunta es, ¿qué hacer en el mientras tanto?

La desconexión entre el poder político y mediático y la realidad de la crisis climática y la desigualdad es tan grande que a veces parece insalvable. De hecho, en la Juventud Obrera Cristiana (JOC) lo hemos identificado en nuestra última campaña. Estos mensajes de odio, promovidos por una coalición internacional retrógrada, buscan soluciones simplistas a problemas colectivos y complejos, basándose en la xenofobia, el racismo, la aporofobia y la exclusión. La respuesta, como decíamos en la JOC, es construir comunidad y encuentros que nos acerquen unos a otros.

Los mensajes de odio son los que han aupado a Trump y se producen en nuestro país por dos partidos de extrema derecha, mientras que los encuentros que construyan son aquellos que estamos viendo, por ejemplo, en Valencia en el caso de la DANA.

“El camino que debemos seguir es construir comunidad
estando vinculados con y desde este tejido asociativo”

Vemos dos modelos de respuesta: uno individualista, centrado en el protagonismo personal, que se centra en quién ayuda, en ir yo a ayudar y en la difusión de bulos que genera desconfianza, esto lo estamos viendo en el surgimiento de opciones de extrema derecha que aprovechan estas catástrofes para intentar difundir sus mensajes. Y otro basado en la solidaridad, en el que las organizaciones juveniles, de barrio, vecinales y el tejido asociativo local se han volcado desde el minuto cero para suplir la inacción institucional.

El camino que debemos seguir es construir comunidad estando vinculados con y desde este tejido asociativo y, al menos es lo que intento hacer, para traer al terreno local las discusiones que se dan a nivel internacional. Porque aquí en la COP también se hablar de adaptación, se habla de sistemas de alerta temprano, se hablan de muchas cosas que se pueden haber hecho en Valencia no se han hecho, y  se habla de muchas de las cosas que desde el tejido social valenciano afortunadamente nos están dando un buen ejemplo de cómo podemos ayudarnos ante una catástrofe de ese tipo.

¿Qué mensaje de esperanza quisieras trasladar?

Si la miseria de las cumbres internacionales es ver cómo los líderes se enroscan en los intereses respectivos para llegar a acuerdos de mínimos o no llegaron a ninguno, la grandeza de una cumbre internacional es ver como desde la sociedad civil venimos gente de todas las partes del mundo: de pueblos indígenas, gente de entidades del Norte global, gente defensoras del clima latinoamericanas, que vienen desde la Amazonía, gente que viene de África, gente que viene de sufrir las inundaciones en Pakistán, gente que viene de luchar en contra del neocolonialismo en sus países,… Tenemos una gran coalición de organizaciones de colectivos que luchamos conjuntamente. Cada uno por su tema, el que está en adaptación lucha por la resiliencia, el que está en el eje de mitigación lucha para que todos los países vayan de la mano a reducir las emisiones, el que está como en mi caso en transición justa intentamos que haya un acuerdo de mínimos en derechos laborales, en implementos de Justicia social y de planes de acción climática en cada país.

Toda esta coalición de organizaciones a nivel global, si alguna vez habéis visto la película Batalla en Seattle, que fue cuando se fundó la Organización Mundial del Comercio, es muy bonito porque somos gente algunos venimos de los sindicatos, otros vienen de otros tipos de entidades y desde la diversidad podemos amplificar nuestro impacto y nuestro mensaje, consiguiendo muchas veces meter cosas en los textos a través de la presión que ejercemos. Esto la verdad que me ilusiona mucho y siempre vuelvo con el corazón lleno de todas estas caras, de toda esta gente, y viendo que en España también tenemos un movimiento climático muy unido y muy diverso. Creo que vale la pena luchar y vale la pena seguir peleando.

Hay también en la cumbre muchísima gente joven llegada de todas las partes del mundo, gente que dedica parte de su tiempo a preparar concienzudamente estas negociaciones, para atraer las mejores propuestas posibles, para tratar de influir al máximo a en las negociaciones; gente que dedica sus vacaciones para participar aquí, gente que está muy concienciada porque somos la generación que más va a sufrir los efectos de esta crisis climática, una generación que muchos de nosotros sufre de ecoansiedad; gente que no tenemos previsión de poder tener expectativas vitales porque están truncadas por el hecho de que por encima de los dos grados no se puede vivir, deciden que esta es la lucha y esto me genera muchísima esperanza. Estoy convencido de que la vamos a ganar.