Yo sí te creo hermana

Yo sí te creo hermana

La noticia del acoso sexual a Elisa Mouliaá por parte de Iñigo Errejón ha supuesto un mazazo en muchos sentidos, a pesar de que podamos hablar de momento de presunta violencia sexual, aunque todo indica que él mismo lo ha reconocido.

Parto, como en otras ocasiones, de un posicionamiento que se expresa en decirle a Elisa Mouliaá “que yo si te creo hermana”, sin ninguna duda y extendiéndolo a cualquier víctima, sin ningún matiz ni objeción a los hechos relatados.

Las noticias que nos llegan es que Iñigo Errejón tenía fama, desde hace tiempo, de tener comportamientos machistas y que se podían considerar de acoso sexual y en algún caso de posible agresión sexual. A pesar de ello, ha tenido un papel fundamental en primera línea de la política tanto en Podemos, como en Más País y en Sumar, donde ha llegado a ser portavoz de etas plataforma compuesta por varios partidos políticos de la izquierda. Ni él mismo ni nadie de su entorno le dijo que tenía que dejar la política si tenía una enfermedad llamada “adicción sexual” que se define como “concentración profunda en fantasías, impulsos o conductas sexuales que son incontrolables”. ¿Nadie se dio cuenta que esto es contrario a la ética en la política o en cualquier otro ámbito?

Como siempre quien está en el poder tiene unos márgenes de impunidad e inmunidad que el entorno más cercano no se atreve a actuar de oficio para denunciar, evitando el abuso y el sufrimiento. Hasta que no salta en los medios de comunicación no se actúa e, incluso, en ocasiones, nos encontramos que el delincuente es la víctima y la víctima la convierten en el delincuente. Recomendable ver la película Nevenka, que relata la historia real de esta persona que era concejala de Hacienda en el Ayuntamiento de Ponferrada y logró la primera condena por acoso sexual contra el alcalde, Ismael Álvarez, ambos del Partido Popular.

Errejón ha dimitido de todos sus cargos públicos y se enfrenta a un horizonte de cárcel, lo ha reconocido, pero no ha pedido perdón y emitió un comunicado donde señalaba causas de su comportamiento ajeno a su propia voluntad. Él mismo se autojustificaba y se autodeclaraba inocente y que los culpables eran las influencias de las estructuras patriarcales y el desbordamiento mental por su compromiso político que le llevó a una dicotomía entre la persona y el personaje; sencillamente lamentable, rechazable e indignante este posicionamiento personal. Su comportamiento se debe a su voluntad, a sus propias decisiones y eso no lo ha reconocido hasta el momento.

Desde Sumar se ha reconocido que fallaron los mecanismos de prevención, los protocolos establecidos a este respecto, pero, si no hay nadie que tenga la responsabilidad de vigilar y cuando se detecte alguna situación de acoso sexual ponerlos en marcha, no sirve para nada, solo es papel mojado. No sé si es un disparate, pero en el Ministerio de Interior hay una unidad de “Asuntos internos” encargada de velar para que no haya delitos dentro de los propios cuerpos de seguridad y si los hubiera, actuar. Hemos vistos detenciones de guardias civiles o policías nacionales acusados de estar al servicio de narcotraficantes.

Hay dos actitudes que son cuestionables y que llegan a ser miserables. Por una parte, la alegría ante este delito cometido por un personaje de la izquierda de gran relevancia por todo lo que pueda tener de rentabilidad política y, por otra parte, en los partidos que ha militado se excusan afirmando que no tenían conocimiento de estos hechos y acusan a los demás de que sí lo sabían y no hicieron nada. Lamentable el cruce de acusaciones entre Podemos, Más País y Sumar. En vez de acusarse deberían ejercer la autocrítica.

Cualquier delito tiene la misma gravedad, se produzca en el ámbito de la derecha o de la izquierda. Independiente seas del partido que seas, tenemos que ser objetivos y honestos. Aquí se puede dar un juego perverso, intentando que un delito, por ejemplo, la corrupción, tenga una mayor importancia según en qué organización se produzca. Así, vemos que cuando se produce un delito en un partido, el propio partido intenta por todos los medios restarle valor o taparlo y cuando produce en otro partido, salir en trompa para hacer mucho ruido y aumentar la importancia de ese delito, desviando la atención de los propios delitos.

Por último, quiero aportar una reflexión que me parece importante para el devenir de nuestra sociedad. Y, es el hecho que cuando una persona tiene un comportamiento que traiciona todo lo que defiende, no invalida el proyecto político o social o religioso donde está insertado. En este caso, no invalida lo positivo que ha sido la subida de las pensiones, el salario mínimo interprofesional, la lucha contra la violencia de género, los planes de igualdad entre hombres y mujeres… Y, no fortalece otros proyectos que van en contra de subir las pensiones o que quieren crear condiciones legales para que el trabajo sea precario y no un trabajo digno o políticas depredadoras sobre la naturaleza.

Dicho lo anterior, no podemos evitar, ¡ojalá pudiéramos!, que surja el escepticismo, que se traduce en abstención y en pensar que todo es lo mismo y que todos son iguales, provocando que opciones políticas que fomentan las desigualdades sociales y los recortes en derechos fundamentales, como pueda ser el derecho a la vivienda, a la protección social, etc., tengan muchas posibilidades de gobernar. Es una realidad que se combate con perseverancia, credibilidad desde la coherencia, con limitaciones de mandatos y que quien llegue al liderazgo lo viva como un servicio y no como poder y si no lo vive así, el entorno cercano sea lo suficientemente honesto para decirle que lo está haciendo mal y que si no cambia se tiene que marchar. Y ante cualquier comportamiento no ético o delictivo hay que obligarle a renunciar en vez de intentar agradarle para obtener algún puesto de relevancia.

Quiero terminar este artículo como empecé: “Yo si te creo hermana”.