La pastoral del trabajo sigue siendo muy necesaria

La pastoral del trabajo sigue siendo muy necesaria

Ninguna persona en el mundo debería de pasar hambre, sed o dejar de tener derecho a la salud, la educación o a una vivienda digna. Estaremos de acuerdo con que esta afirmación está asumida por la gran mayoría, especialmente si nos sentimos seguidores de Cristo. Pero en lo que no hemos coincidido tantos, todavía, es en considerar que esto se consigue si las personas organizamos la sociedad en torno a un trabajo decente que haga posible construir una sociedad justa, promover el bien común, impulsar la participación en la sociedad y el sentirnos protagonistas de esta tarea, junto a los demás.

Esto es lo que pretende la pastoral del trabajo: hacer que la Iglesia, que toda la Iglesia nos sintamos responsables de que las personas trabajadoras estén por encima de una economía que no las sitúa en primer lugar y que hagamos que el trabajo decente y el consiguiente reparto de riqueza tengan un lugar central en nuestra tarea.

Celebramos ahora el 30 aniversario del documento: La Pastoral Obrera de Toda la Iglesia (POTI), que nos ayuda a descubrir cómo trabajar al interior de la Iglesia para conseguirlo. Desde su publicación han cambiado muchas cosas en nuestra sociedad, en las instituciones y en el mundo del trabajo, algunas para mejor; otras han empeorado.

En nuestro país siguen aumentando los niveles de desigualdad y descarte de personas que no son útiles a este sistema, el número de trabajadores pobres que, aunque trabajen no tienen suficientes recursos como para vivir dignamente y seguimos teniendo muchas personas vulnerables que no pueden pensar en tener un proyecto familiar, un proyecto de vida. La desvinculación de estas personas respecto al resto hace que no se sientan capaces de luchar por sus derechos y la sociedad del individualismo y del eterno consumo les hace sentirse, además, responsables de su propio fracaso.

Frente a todo esto, la Iglesia nos habla del cuidado, de la cultura del encuentro, el diálogo y la fraternidad. Nos habla del lugar central de las personas empobrecidas porque, para el Pueblo de Dios, no hay otro lugar ni otra manera de recrear el amor del Padre que mediante el amor al hermano y a la hermana más necesitada. Como personas militantes cristianas pertenecientes a movimientos obreros no podemos dar sentido a nuestras vidas si no es desde ahí. Por eso los retos que nos planteamos siguen siendo necesarios a la hora de encontrar nuestro camino. Y en este 30 aniversario hablamos de:

  • Ampliar el número de delegaciones o secretariados de esta pastoral para que estén presentes en todas las diócesis.
  • Analizar la realidad del mundo del mundo del trabajo de su diócesis, coordine el trabajo entre los distintos movimientos, medie entre las organizaciones obreras y la iglesia y sea interlocutora entre el mundo del trabajo y el ministerio pastoral.
  • Animar a que la Iglesia ejercite la denuncia y el anuncio (esto pasa necesariamente por la conversión, apoyando medidas para corregir las situaciones injustas que afectan a las relaciones laborales, o violan los derechos fundamentales de los trabajadores.
  • Priorizar la acción con las personas trabajadoras que se encuentran en los márgenes del mundo del trabajo, la encarnación en la vulnerabilidad del mundo obrero y promueva el acompañamiento de los trabajadores pobres, precarios y descartados.
  • Promover el cambio de mentalidad. Imprescindible en esto afrontar el diálogo sobre las causas y frente a la creciente desvinculación social, crear redes de comunión y pertenencia que nos hagan experimentar otra forma de vida posible. El gran tema es, también, la cultura
  • Trabajar junto con otras pastorales que ayuden a plantear la centralidad del trabajo humano en la tarea evangelizadora: Pastoral Social, de la Salud, Migraciones, Pastoral Penitenciaria…
  • Impulsar la extensión de los movimientos apostólicos obreros.
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Por todo esto, hoy día la pastoral obrera y del trabajo sigue siendo tan necesaria.