Gustavo Gutiérrez, padre de la teología de la liberación
A la edad de 96 años ha fallecido en la ciudad de Lima (Perú) el que ha sido considerado el “padre” de la teología de la liberación: Gustavo Gutiérrez. En el año 1971, publicó el libro Teología de la liberación. Perspectivas, una obra que sacudió los cimientos de la teología tradicional y se fundamentaba en los cambios del Concilio Vaticano II.
En ella, Gutiérrez propuso una teología que partiera de la experiencia de los oprimidos, una reflexión que no se quedara en las aulas académicas, sino que tuviera como base la vida de los pobres y su lucha por la justicia. Esta teología influyó en generaciones de teólogos y activistas de todo el mundo.
Gustavo Gutiérrez enseñó que “La teología debe ser crítica y liberadora, situada en el contexto histórico de los pobres y oprimidos. Su función no es solo interpretar el mundo, sino transformarlo a la luz del Evangelio” (Teología de la Liberación. Perspectivas). Fue un sacerdote que posteriormente se hizo dominico, profundamente creyente, marcó que “La espiritualidad es el seguimiento de Jesús, no desde una perspectiva teórica, sino práctica, desde la vivencia cotidiana” (Beber en su propio pozo).
Un amigo que advirtió que “hablar de Dios en medio del dolor no es una tarea fácil; es necesario hacerlo desde la solidaridad con quienes sufren, reconociendo que sus preguntas son también nuestras preguntas” (Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente). Gustavo Gutiérrez fue más que un teólogo. Fue un pensador y un hombre de acción, un profeta que comprendió que la fe no puede separarse de la vida real de las personas y sobre todo de la vida de los pobres.
Nació en Lima el 8 de junio de 1928, en una familia que experimentó de cerca las limitaciones de un sistema económico y social que marginaba a muchos. Su infancia estuvo marcada por la enfermedad, pues padeció osteomielitis, lo que lo obligó a usar elementos ortopédicos para desplazarse y finalmente silla de ruedas. Esta experiencia lo llevó a una profunda reflexión bíblica sobre el sufrimiento y a desarrollar una sensibilidad única hacia los más vulnerables.
A lo largo de sus muchos años, ayudó a muchas generaciones a reflexionar sobre la presencia de Dios, y a partir de ella, animar a una praxis transformadora de la realidad. En este espacio, forjó comunidades críticas que reflexionaban sobre la injusticia en América Latina y la necesidad de un cambio estructural desde la fe. Su papel en la UNEC fue crucial para que muchos jóvenes asumieran un compromiso cristiano con los oprimidos en el Perú.
Descanse en paz.
Doctor en Ciencias Geológicas, experto en Paleontología. Licenciado en Teología
Asociación Interdisciplinar José de Acosta