Araceli Caballero, autora de «Maneras de vivir»: «Hay mucha gente que ha empezado el cambio y lleva mucho recorrido»
La periodista comprometida, activista infatigable y compañera de las mejores causas, además de la firma habitual de «El cuidado de la Creación», en estas mismas páginas, Araceli Caballero, acaba de escribir un libro que muestra cómo «mucha gente pequeña haciendo cosas pequeñas está cambiando el mundo».
¿A qué se debe el título del libro, Maneras de vivir, una mítica canción de la banda de rock Leño?
Lo primero que tuve claro fue el título. Quería hablar de la manera de vivir del 99% de la gente, de su manera de mirar el mundo dentro de este sistema político y cultural y cultural. Soy periodista, no soy especialista en nada. No quería echar un discurso, sino ver lo que está haciendo ya la gente. Hay un tipo de genocidio, el «epistemicidio», que dice Itziar Ruiz Jiménez, que significa que estamos matando esas otras maneras de vivir y de relatar el mundo.
Quería sacar a la luz todas esas cosas que está haciendo gran cantidad de gente para ver que no solo que hay otros caminos imaginables, sino que son caminos transitados. Porque se aprende haciendo. Sin estos otros caminos, el retrato de la realidad está incompleto. No hace falta que inventemos el hilo negro, ya hay dónde apuntarse, hay gente que ha empezado el camino y que lleva mucho recorrido.
Lo más difícil ha sido organizar el contenido, elegí nueve verbos de acción, pero podrían haber sido más. Seguramente, mi criterio ha sido algo arbitrario, aunque me han asesorado todas esas personas a las que expreso mi gratitud. Al menos, en el libro, son todos los que están y no son pocos.
Hay infinidad de referencias musicales y el libro tiene un hilo musical, lo que hace amena su lectura, sin renunciar al rigor…
La música me ayuda a escribir y, además, me gusta utilizar canciones que pertenecen al saber compartido, además se me ocurren según escribo. Me gusta mucho una definición de periodista, a pesar de que, al principio, tenía un tono ofensivo: quien escribe de lo que no sabe. Lo que tiene que saber un periodista es dónde acudir para aprender y luego saber explicarlo. Se me han pegado muchas cosas de los lugares a los que he ido a aprender. Además, elijo ir allí y estar cerca de esta gente, claro.
¿Cómo ha vivido la irrupción del magisterio ecosocial en el Vaticano de la mano del papa Francisco? ¿Puede la Iglesia aportar algo en el camino hacia un mundo más humano y sostenible?
Puede y debe. Me parece que la ecología integral está en la línea del Evangelio. Tengo que decir que la Iglesia más institucional afronta regular el «ecofeminismo», es su pecado original, a pesar de que muchas ecofeministas son cristianas. Dicho esto, el Papa tuvo que sacar una segunda carta, Laudato Deum, porque, como él mismo reconoció, no le hicieron mucho caso con la primera, Laudato si’. En la propia iglesia, hay de todo, también reacciones furibundas contra los objetivos de desarrollo sostenible.
Desde luego, me gustaría que la catarata de la defensa del ecosistema siguiera bajando por todos los estamentos. Supongo que hay que ver todo esto con perspectiva. Cuando se publicó Rerum novarum debió sonar muy nova. A este Papa se le entiende muy bien, si te quieres enterar. Me parece correctísimo su planteamiento, es un paso cualitativamente muy importante. Desde el ecologismo se ha recibido bastante bien en general este planteamiento. Es una voz que clama en el desierto, pero clama, cuando antes todo era desierto.
¿Cómo contribuyen los pequeños cambios a la transformación necesaria?, ¿qué relación hay entre lo local y el cambio global?
Con el empezar haciendo, poniéndose manos a la obra. La teoría es muy importante, la reflexión es muy importante hay mucha gente que lo hace y muy bien. Es especialmente fecunda la reflexión que parte de la acción de la sociedad.
Es muy esperanzador que exista una vocación y un enfoque de confluencia. Cada cual está en lo suyo, pero sabiendo que va a lo mismo. Lo concreto es muy importante, por supuesto, porque se cambia el mundo desde lo pequeño, pero hace falta tener perspectiva de lo grande.
En la propia iglesia, hay de todo,
también reacciones furibundas contra
los objetivos de desarrollo sostenible
Antes, es verdad, se podía decir que cambiando la vida cotidiana se cambiaba el mundo, pero ahora hacen falta también acciones políticas. Hay que hacer cambios de vida, por eso lo de maneras de vivir, con perspectiva política para forzar los cambios. Solo con la moral de «yo hago lo suficiente», que es no solo ineficaz sino también muy egoísta y muy conservador, todo quedará como está. El solipsismo del «yo mi-me-conmigo» no es útil para cambiar la realidad en el sentido que necesitamos, en construir un mundo donde todas las personas puedan vivir. Hacen falta cambios políticos.
¿Hay motivos para la esperanza en un mundo asolado de conflictos, expolios y explotación sin cesar?
El libro está lleno de motivos para la esperanza. Basta ver cuánta gente hay haciendo cosas en la buena perspectiva, desde la denuncia y la propuesta. No se me ocurre que alguien que quiera hacer cosas en la línea correcta no encuentre un grupo al que apuntarse. Seguro que desde que entregué el original hasta ahora han nacido nuevos grupos para hacer otras cosas. Aquí en mi barrio, un barrio pequeño, en un momento había 13 cooperativas de consumo. Ahora hay menos. Pero es que hay más sitios donde comprar esos productos, porque la proximidad se ha convertido en un valor. En el capitalismo, esto es un arma de doble filo, claro, pero es un indicativo de que hay más gente que tiene esa sensibilidad.
¿Cómo te explicas que todavía existan comportamientos insostenibles e insanos para la mayoría e, incluso, una minoría que expolia y despilfarra sean el ejemplo a seguir?
Aquí hay que hablar del concepto de mayoría. Nos hemos dejado comer la tostada. Si nos ponemos a contar gente que mira y vive diferente de lo que se llama normalidad, si juntamos a las minorías, a lo mejor, veríamos que somos mayoría. Los que mandan y los que tienen los recursos, los que hacen más daño a la vida común, son el 1%. Esa sí es una minoría. ¿Cuánta gente hay varón, heterosexual, bien parecido, con pelo, a ser posible, rubio, con los ojos claros, con un tipo estupendo, rico…? Una minoría.
Si hablamos de la normalidad, ¿qué es la normalidad? ¿La estadística? Pues la mayoría de la gente somos mujeres. ¿A partir de qué porcentaje una cosa es normal? ¿Hablamos de la normalidad moral? ¿Quién la dicta? Poner en cuestión todo esto es muy práctico, viene bien para para la salud mental que ahora está tan en peligro, entre otras cosas, para no resignarnos.
Sin embargo, las transiciones, ahora no es menos, encuentran resistencias. Incluso parece que el viento gira a favor de los que quieren dejar las cosas como están o volver atrás…
Aquí tienen mucha culpa los medios de comunicación, los señores de los medios de comunicación, determinados medios de comunicación, en realidad, porque, como dijo Ramonet al presentar hace tiempo la edición española de Le Monde Diplomatique, informarse cuesta, aunque lo que yo digo es que «informarse» es un verbo de acción, requiere actividad.
Muchas veces nos comportamos como gallinas que se tragan el pienso que les echan, sin nada qué decir, cuando hay muchos medios, en manos de profesionales y no de personas ajenas a la comunicación y el periodismo, que ofrecen otros puntos de vista y otro tipo de información. Si se buscan, se encuentran, sin necesidad de adhesiones inquebrantables, que a cierta edad no tienen sentido. No hay por qué estar de acuerdo en todo. Pero hay medios haciendo cosas muy interesantes y que ofrecen una visión complementaria de la realidad. Es verdad que hay pobres que votan por quienes les dejan sin educación, sin sanidad, sin oportunidades, por ejemplo. Después de todo, la acción está guiada por la visión que tenemos del mundo y por nuestros propios condicionantes.
Si nos hacen creer en determinados planteamientos, si nos enseñan una realidad que es falsa o incompleta, al final, resulta que no valoramos la democracia, que nos van quitando cosas básicas y que nos resignamos a «esto es lo que hay». Esto afecta a la esencia misma de la democracia y la convivencia.
Sin embargo, lo que refleja el libro es también parte de la realidad, de lo que hay. Hay ideas que van calando.
¿Es razonable pensar que se puede ser feliz en un mundo que se desmorona?
Hay gente que dice que la felicidad está sobrevalorada, probablemente. No me interesa la felicidad sin análisis, prefiero vivir una vida que merezca la pena ser vivida. La clave es vivir con sentido. Por supuesto, es mejor sentirse bien que sentirse mal.
La clave es vivir con sentido y se puede vivir con sentido y hay mucha gente con la que hacerlo. Hay mucha gente con quien vivir cosas que merecen la pena, y no lo digo en el sentido espiritualista de que hacer el bien nos hace sentirnos felices, porque lo que importa es que todas las personas puedan vivir con dignidad.
¿Qué favorece y qué dificulta adoptar un estilo de vida más sostenible y más pleno?
La organización del mundo y los poderes que los rigen no lo ponen fácil. También el egoísmo humano, muy dictado por la cortedad de mira y todo lo que fomenta eso, aunque las responsabilidades no se reparten por igual. La gente que está moviendo el mundo en función de sus propios intereses y engañando al resto de la humanidad tienen casi toda la responsabilidad. Lo cual no quiere decir que como estos señores no van a cambiar, no haya nada que hacer. Lleva mucha razón el Evangelio, la esperanza viene de los pobres. A mí me encanta una frase de un salmo que dice: ¿dónde dormirán los pobres? Si la política de vivienda, por ejemplo, se hiciera la pregunta de dónde dormirán los pobres, todo sería muy distinto. Una vez que los pobres tengan donde dormir, entonces, todo el mundo tendrá donde dormir.
¿Qué nos va a ayudar? El conformismo no. La desobediencia, la resistencia. Ernesto Sábato dice que hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad, que es no resignarse, resistir, no someterse, no seguir lo que nos dicen que es la mayoría, que es mentira como hemos dicho antes. Me encantaría que los lectores y las lectoras cerraran el libro y se fueran a buscar «alguna plaza vacante» y que la disfrutaran mucho. Y en colectivo, por supuesto •
Director de Noticias Obreras.
Autor del libro No os dejéis robar la dignidad. El papa Francisco y el trabajo. (Ediciones HOAC, 2019). Coeditor del libro Ahora más que nunca. El compromiso cristiano en el mundo del trabajo. Prólogo del papa Francisco (Ediciones HOAC, 2022)