Una parroquia que quiere ser comunidad de acogida

Una parroquia que quiere ser comunidad de acogida
A pesar de vivir y trabajar juntos, a menudo cuesta borrar la distancia entre la población autóctona y las de otros orígenes. También pasa en la Iglesia, por más que aspire a ser comunidad de acogida.

Personas llegadas de otros países asisten asiduamente a misa, acuden puntualmente a las actividades abiertas desde las parroquias o solicitan quizás colaboración a Cáritas, con cierta normalidad. En cambio, cuesta más incorporarlas a la dinámica interna de las comunidades cristianas.

El equipo parroquial de pastoral obrera (EPPO) de San Francisco de Alcalá de Henares nos planteamos cómo superar esta situación concreta.

Especialmente tras leer la exhortación de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española Comunidades acogedoras y misioneras. Identidad y marco de la pastoral con migrantes.
«La Iglesia tiene que ser una casa acogedora, con las puertas siempre abiertas. “Las iglesias, las parroquias, las instituciones con las puertas cerradas no se deben llamar iglesias, se deben llamar museos”», se puede leer en la carta de los obispos españoles.

La parroquia de San Francisco se ubica en el barrio Reyes Católicos de Alcalá de Henares, donde la población migrante va cobrando relevancia.

Vemos personas de otras nacionalidades que vienen a misa, pero no se quedan a hablar con nadie o plantados ante los despachos parroquiales con las que no llegamos a entablar relación. Vemos a vecinos de otros países por las calles, en las tiendas, en los pisos de al lado, pero apenas sabemos nada de sus vidas.

En el EPPO, como en otros grupos de la comunidad parroquial, echábamos en falta algún espacio para la escucha, la acogida, la reflexión compartida en torno a lo que está pasando y les está pasando a estos vecinos.

Se habla mucho de los problemas para acceder a la vivienda y conseguir trabajo decente, quien más quien menos algo ha oído y, a poco que rasque en su realidad más cercana, puede descubrir a personas trabajadoras indefensas antes los abusos, familias desahuciadas por no poder asumir la subida de los alquileres…

Nos hemos propuesto conocer mejor estas situaciones, abrir cauces para acercarnos a las personas migrantes y dejarnos interpelar, al menos, en un principio, para luego, dentro de las posibilidades, plantear cómo mejorar la integración y el acompañamiento mutuo.

Con el papa Francisco pensamos, como escribió en su mensaje para la Jornada del Migrante y Refugiado (2014), que «se necesita, por parte de todos, un cambio de actitud hacia los inmigrantes y refugiados, el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación, a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor».

Antes del verano, propusimos convocar un encuentro abierto con el objetivo de acercarnos a la realidad de las personas y familias extranjeras.

Desde el equipo parroquial hablamos con el párroco y lanzamos la propuesta en el consejo pastoral donde presentamos la idea de abrir un proceso complementario al resto de actividades para poner la mirada en la población migrante y abrir nuevas posibilidades de evangelización y conversión tanto de propios como extraños.

Fijado el día, la hora y el lugar, elaboramos los correspondientes carteles, informamos al resto de entidades de la parroquia, especialmente a Cáritas, con quienes tuvimos una reunión previa, y ejercitamos el boca a boca, con la atención puesta en invitar a personas migrantes.

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Así fue como se celebró la primera cita con migrantes de la parroquia. En torno a un café, con una pequeña, pero sentida oración, cada cual iba presentándose, expresando lo que le había motivado para acudir y las expectativas que llevaba.

Con naturalidad, los testimonios y comentarios iban sucediéndose. En el fondo, latía el impacto de la precariedad laboral en los proyectos personales y familiares. Aunque resulta una característica acusada en el vecindario, se ceba especialmente con los vecinos y vecinas migrantes por la falta de permisos y los plazos de los trámites.

Nos hemos propuesto acercarnos
a las personas migrantes y dejarnos
interpelar, para luego, plantear
cómo mejorar la integración y el
acompañamiento mutuo

Unas 25 personas, la mayoría con una larga trayectoria en la parroquia y otras recién llegas al barrio desde otros países, fundamentalmente de Sudamérica, intentamos mirar con las gafas del Evangelio esta situación.

En el ambiente quedaba cierto alivio al poder expresar las vivencias personales, pero sobre todo por haber compartido la carga de las dificultades, las complicaciones para mantener el empleo y mejorar sus condiciones, las trabas para alquilar una vivienda…

En el segundo encuentro compartimos la experiencia y el testimonio de una mujer empleada de hogar, que lleva trabajando toda su vida sin contrato y sin protección social, con imposibilidad de cotizar y sin ningún tipo de derechos.

A la vuelta del verano, el equipo parroquial de pastoral obrera de San Francisco tenemos pensado dar continuidad a esta iniciativa, de un modo más formal, aunque siempre abierto a las realidades más inmediatas de las personas, para en un futuro buscar cómo contribuir a mejorar la vida de las personas, defender condiciones dignas de trabajo y cuidar la dignidad de cada persona.

Como militante de la HOAC de Alcalá de Henares me pregunto cómo prestar una mejor acogida y cómo avanzar hacia el reconocimiento práctico de los derechos y deberes de los trabajadores inmigrantes.

Aún no hemos avanzado mucho, pero ahí está el aprendizaje que nos está sirviendo para evangelizarnos a nosotros y nosotras mismas y comprobar la necesidad de la gente de ser escuchada.

En el futuro, quién sabe qué puede deparar este espacio con migrantes. La comunidad cristiana de la parroquia va abriendo los ojos, posando su mirada sobre esta realidad y es de esperar que en el futuro las personas de otros países se incorporen como miembros de pleno derecho.

San Francisco es una parroquia grande con un sinfín de programas, encargada a la orden del mismo nombre, con una organización seglar muy dinámica y diferentes grupos presentes que están pendientes de esta iniciativa.

Poco a poco, vamos descubriendo, de nuevo, citando el mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado de 2020 del papa Francisco que «la presencia de los migrantes y los refugiados representa un enorme reto, pero también una oportunidad de crecimiento cultural y espiritual para todos».

Empezamos a tomar conciencia de que «gracias a ellos tenemos la oportunidad de conocer mejor el mundo y la belleza de su diversidad. Podemos madurar en humanidad, construir juntos un “nosotros” más grande».

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