«Sintió compasión, pues eran como ovejas sin pastor»

«Sintió compasión, pues eran como ovejas sin pastor»

Lectura del Evangelio según san Marcos (6, 30-34)

Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:

–Vengan ustedes solos a un lugar deshabitado, para descansar un poco.

Porque era tanta gente la que iba y venía, que no tenían ni tiempo para comer.

Se fueron, pues, en la barca, ellos solos, a un lugar deshabitado. Pero los vieron alejarse y alguna gente, al reconocerlos, fueron allá por tierra desde todos los pueblos, llegando incluso antes que ellos. Al desembarcar, vio Jesús un gran gentío, sintió compasión, pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Comentario

Es importante el contexto. Los discípulos vienen entusiasmados de su tarea y se reúnen con Jesús y quieren contarle lo que habían vivido. Entre el envío y este relato está la muerte de Juan el Bautista. El éxito era evidente, pero había que pararse y reflexionar y elige un lugar despoblado, deshabitado. Es fácil imaginarnos que era el desierto.

Jesús también buscó esos momentos para él (Mc 1, 35). Los invita al descanso, pero lo hace en el desierto lugar de reflexión y de lucha, donde se procura colocar las cosas en su justo lugar y que el embotamiento del éxito de la misión no les impida descubrir su verdadero sentido.

Es también el lugar del acompañamiento, elemento clave del discipulado. Jesús acompaña a sus discípulos, les quiere dedicar tiempo especial, ir ayudándoles a asentar la experiencia de esa palabra que no solo reciben, sino que dan y que también son gestos que curan y llenan de esperanza.

Que importante es ser capaces de dejarnos acompañar para ir descubriendo la voluntad del Padre. Que el discernimiento nos ayude a ser honestos con el seguimiento de Jesús y que los éxitos o los fracasos no nos desvíen del camino. Jesús sabía de eso, termina el gran acontecimiento del bautismo y el evangelista Marcos nos recuerda: «Después de esto el Espíritu lo impulsó hacia el desierto» (Mc 1, 12).

Jesús invita a los suyos: «Vengan ustedes solos a un lugar deshabitado, para descansar un poco», les dice. En aquella baraúnda de éxito hacía falta parase y reflexionar. La teóloga Dolores Aleixandre dice: «Necesitamos reconocer nuestras confusiones y perplejidades, porque solo cuando nos sentimos incapaces de solucionar por nosotros mismos los problemas, acudimos a otros en busca de consejo y apoyo. Ese momento de aceptación de las propias limitaciones es un “tiempo de gracia”. La pretensión de autosuficiencia, en cambio, es el peor enemigo de nuestro crecimiento y una de las mayores trampas a la hora de desplegar nuestra verdadera identidad».

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Acompañar y dejarnos acompañar para descubrir la verdadera identidad cristiana.

Pero también la vida nos sorprende y Jesús tuvo que toparse con la realidad, la gente le reconoció y se les adelantaron.

Les resultaba difícil, la gente tenía hambre de buena noticia, tenían hambre de encuentro con ese Dios del que Jesús les hablaba con entusiasmo. Tenían ganas de oír aquel hombre que les acercaba a Dios de una forma tan sencilla y sin tantas normas y leyes que les colocaban como condición para ese encuentro, para sentirse valorados, queridos, justificados, salvados por Dios.

Y sintió compasión y Jesús les regala su tiempo, con calma, porque están desorientados. Hoy en estos tiempos de crisis. Necesitamos liderazgo, que lleve a la Iglesia al desierto para buscar nuevos caminos. Eso es lo que nos oferta de forma insistente el papa Francisco, y nos dice algo muy, muy importante en Fratelli tutti, 7: «Si alguien cree que solo se trataba de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es que debemos mejorar los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la realidad». Nos invita a repensar el futuro. Y nos sigue dando señales y nos marca caminos: no podemos hacerlo solos, nos hace propuestas que nacen de la amistad social y la fraternidad universal. Nos que invita a un humanismo y espiritualidad común desde la diversidad.

Necesitamos espacios de encuentros donde crezcamos en reflexión (ir al desierto, a un lugar despoblado), que nos ayude en el compromiso con este mundo desorientado.

Padecer con, tener compasión, es encarnación, es tener «los mismos sentimientos que tuvo Jesús» y es, posiblemente, hoy, la forma más honesta y ejemplarizante de anunciar la buena noticia de Jesús. Tarea de todos y todas y, en esta tarea acompañarnos unos a otros. Y, creo que el papa Francisco nos está señalando caminos que hoy nos pueden ayudar a concretar como hacer que la buena noticia de Jesús sea renovadora en este tiempo. Y una luz de esperanza para la humanidad.

 

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