El triunfo de la antipolítica
Tanto la campaña como los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo son una muestra más de cómo avanza la antipolítica que hace crecer la desafección hacia las instituciones políticas y la misma actividad política, lo que provoca un grave daño social, porque la política es instrumento imprescindible para la construcción de la sociedad. Su desprestigio es una vuelta de tuerca más en el dominio de un individualismo descarnado que destruye los vínculos sociales.
En España, aunque no solo, la campaña ha sido penosa y hasta mezquina, con un marcado carácter plebiscitario (Sánchez sí o no) y una ausencia casi total de ningún tipo de debate sobre el proyecto europeo que se defiende. Así no es posible prestigiar la política. Como ha denunciado reiteradamente el papa Francisco, el drama del inmediatismo político, del cortoplacismo que busca obtener votos como sea, provoca un gran daño porque impide construir proyectos de futuro que afronten las necesidades sociales desde la perspectiva del bien común. Ese es el gran caldo de cultivo de la extrema derecha. En ese ambiente se utiliza cualquier cosa para deshumanizar al adversario político y así no es posible afrontar las necesidades sociales. Es urgente humanizar la política, para lo que es imprescindible salir del inmediatismo cortoplacista.
En la nueva composición del Parlamento Europeo hay un mayor peso de los partidos de extrema derecha. El auge de estos partidos es generalizado, aunque no igual en todos los países. Pero es preocupante en países como Italia o Austria y, sobre todo, Francia y Alemania, por el peso que tienen en el conjunto de la Unión Europea. Sin embargo, los resultados de las elecciones permiten mantener el pacto tradicional de las mayorías que conforman conservadores, liberales, socialdemócratas y verdes. Pero el problema está en que esa gran coalición, particularmente los conservadores, viene asumiendo cada vez más postulados de la extrema derecha. Ya ha ocurrido en los últimos tiempos y puede ocurrir aún más ahora. Esto también alimenta el crecimiento de la extrema derecha.
Hace diez años el papa Francisco planteó, en un discurso al Parlamento Europeo, la necesidad de avanzar en un proyecto de trabajo en común centrado en la defensa de los derechos humanos, para poner en el centro la dignidad de las personas y un profundo espíritu humanista, cuidando ante todo la fragilidad.
La extrema derecha es la negación de esa necesidad y asumir algunos de sus postulados impide avanzar con decisión en esa dirección. Ya ha ocurrido y ahora puede ocurrir aún más.
Hay cuatro necesidades que ya están mal, pero pueden ir a peor. Una de ellas es el cuidado del planeta y la necesaria transición ecológica. Se está ralentizando irresponsablemente en muchos aspectos, como la industria del automóvil, la energía, el modelo agrícola… Otra es la necesidad de avanzar en unas bases comunes sólidas para proteger y promover los derechos laborales y sociales, avanzando en la lucha contra el empobrecimiento y la exclusión. También ahora es más difícil avanzar y no retroceder en esa dirección. Una tercera es el papel de la Unión Europea en la defensa de la paz y la solidaridad internacional, que retroceden cuando, como ahora ocurre, crecen el militarismo y el armamentismo. La tibieza –por decirlo de forma suave– de la Unión Europea en la defensa de los derechos humanos ante los crímenes que el Gobierno de Israel está cometiendo contra el pueblo palestino es muy alarmante. Pero, sobre todo, hay otra necesidad que ya está muy mal afrontada y puede empeorar aún más: la de una política migratoria más justa y humana. La política de la UE sobre migrantes y refugiados ataca en la práctica los derechos humanos. El recientemente alcanzado pacto migratorio es una enorme vergüenza y las cosas pueden ir a peor si se asumen postulados de la extrema derecha que son de una extrema inhumanidad. •
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Comisión Permanente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).
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