En el Día de la Caridad, la Iglesia llama a compartir vida, bienes y acción en favor de los empobrecidos
Los obispos españoles en su mensaje con motivo de la festividad del Corpus Christi, Día de la Caridad, llaman al compromiso de la comunidad cristiana y de la sociedad en general con la defensa de la dignidad de las personas y sus derechos.
“Allí donde nos necesitan, abrimos camino a la esperanza” lleva por título el mensaje anual de la Subcomisión Episcopal de Acción Caritativa y Social en la festividad que representa el centro de la vida cristiana.
Los obispos han invitado a todos los cristianos y de manera especial a los que trabajan en la acción caritativa y social a poner una mirada de compasión, como la tuvo Jesús, recordando que “nuestro lugar está donde nos necesitan los últimos”.
“No hay Eucaristía sin encarnación. Solo porque el hijo de Dios entró en la historia y asumió una carne semejante a la nuestra es posible la Eucaristía. Celebrar la Eucaristía es comulgar con Jesús y su proyecto del Reino para vivir cada día de manera más entregada por un mundo más humano”, se expone en el mensaje episcopal.
Pero el anhelo de la comunidad cristiana de construir un mundo de fraternidad universal está obstaculizado por las sombras de conflictos y guerras, el drama de las migraciones o la situación de muchas mujeres atrapadas en una “doble pobreza” al sufrir maltrato y exclusión. Toda esa situación global genera aislamiento de sectores de la población y desesperanza social, como refleja el papa Francisco en Fratelli tutti. Además, el descuido de la casa común nos somete a todos a los grandes impactos de la crisis ecológica y el cambio climático.
La Subcomisión Episcopal de Acción Caritativa y Social refleja en su documento sobre el Día de la Caridad las situaciones de vulnerabilidad que los informes de FOESSA vienen poniendo sobre la mesa evidenciando que la pobreza y la exclusión social son fenómenos estructurales que van más allá de la coyuntura económica general.
- Situaciones de exclusión mucho más severas, personas con mayor deterioro especialmente psicoemocional.
- Una precariedad laboral que obstaculiza a muchas personas a vivir con estabilidad e iniciar proyectos vitales nuevos.
- Una problemática de la vivienda que se va agudizando y aumenta las situaciones de sinhogarismo en hombres, mujeres y familias.
- Más personas en situación de irregularidad administrativa fruto de las olas migratorias.
- Una población infantil y juvenil en situación de desventaja social tan profunda que con toda probabilidad arrastrarán toda la vida.
Frente a este panorama, la fuerza del misterio eucarístico, cuya festividad celebramos en el Corpus Christi, nos da fuerzas para trabajar por la dignidad de esos últimos de la sociedad arrinconados por el sistema económico.
En primer lugar se nos plantea salir al encuentro de los empobrecidos teniendo presente que “cada encuentro, cada relación de ayuda significativa, cada diálogo sanador es sacramento de esperanza, especialmente para la persona más vulnerable. Se trata, pues, de salir al encuentro para acompañar la vida, su proceso de sanación y recuperación, su proceso de desarrollo en busca de una vida mejor, estableciendo vínculos con la persona”.
Asimismo, señalan los obispos que mejorar las condiciones de la vida de tantas y tantos que van quedando en los márgenes pasa por “crear instituciones más sanas, regulaciones más justas y estructuras más solidarias, que permitan modificar las condiciones sociales que provocan sufrimiento”.
El papa Francisco ha hecho dos propuestas para abrir camino a la esperanza pública, bien común de todos: impulsar y animar la cultura del encuentro y la cultura del cuidado “para erradicar la indiferencia, el rechazo y la confrontación, que suele prevalecer hoy día”.
Por último, se nos recuerda a los cristianos que estamos llamados a ser comunidad de vida, de bienes y acción a partir del amor recíproco que se alimenta de la Eucaristía y que nos hace llevar las cargas los unos de los otros para que nadie quede abandonado o excluido, porque “allí donde se haga presente la Iglesia, los pobres han de sentirse en su casa, en ella han de tener un lugar privilegiado, pues en el banquete sagrado se celebra ya la esperanza de los pobres que cantan con María las maravillas de Dios en la historia”.
Semillas del bien
El amor al prójimo, la gratuidad y el servicio que vertebran la acción caritativa y social de tantas personas voluntarias son semillas del bien común para la sociedad, y sus brotes se concretan y se hacen visibles en las vidas de las personas que vuelven a sentirse dignas porque son miradas y escuchadas desde el amor y el cuidado.
Periodista.
Militante de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) de Málaga