Defienden regular desde la “función social” la inteligencia artificial

Defienden regular desde la “función social” la inteligencia artificial
La gran revolución legislativa que tiene que afrontar Europa, no solo es la “transparencia algorítmica”, sino la incorporación de “la función social” a los modelos de negocio que impulsa la inteligencia artificial (IA).

La transformación digital de la mano de la inteligencia artificial “ha sido capaz de alterar todos los ejes de configuración de las sociedades occidentales”, ha planteado el exsecretario de Estado de Cultura y Agenda Digital y profesor de filosofía del Derecho de ICADE, José María Lasalle, en la jornada “El futuro es ahora: IA, plataformas y mundo del trabajo”, impulsada por CCOO, para presentar el Informe Fairwork España 2024 sobre las condiciones de trabajo en las plataformas digitales.

Lasalle, que acaba de publicar el libro Civilización artificial, ha afirmado que asistimos a una “revolución tan importante o más” que la Revolución Industrial, cuyo impacto solo hemos empezado a vislumbrar.

De hecho, “la crisis radical de la fundamentación de las democracias liberales, en buena parte del mundo, tiene que ver, de una manera muy directa, con el impacto de la transformación digital, con la hibridación que provoca”.

La innovación digital está detrás de la robotización y automatización de los procesos productivos, pero sobre todo, apunta Lasalle, ha generado “una estructura de organización alrededor de la tecnología que la hacer ahora mismo insustituible”.

La inteligencia artificial no es solo una herramienta con una capacidad “disruptiva exponencial”, sino que supone “un cambio revolucionario”, pero “de una manera absolutamente inopinada”, que va “mucho más allá de lo que pensamos que sería hace diez años”.

Lasalle ha advertido de los riegos de la evolución de los fundamentos con que ha sido desarrollado y aplicada la inteligencia artificial, dado que su vocación es “sustitutoria”, no solo facilitadora, hasta el punto de que está transformando “el capitalismo posindustrial en un capitalismo cognitivo”

La lógica extractiva aplicada a los datos para apropiarse de la información puede acabar con el conocimiento humano especialmente, si no se aplicar una regulación adecuada ni se identifica claramente cuál es el proyecto de esta tecnología que tiene detrás 70 años de desarrollo científico.

Regulación y negociación

Previamente, el secretario general de CCOO, Unai Sordo, había abierto la primera sesión de la jornada denunciado que la proliferación de las plataformas digitales que conectan oferta y demanda “están cuestionando la relación de dependencia entre empresa y trabajador”.

En su opinión, el efecto más disruptivo de la transformación digital “es cuestionar los principios básicos de la relación laboral”, pero hay muchos más, como el hecho de que la selección de personal, la promoción dentro de las empresas y la organización de los tiempos de trabajo se deciden sin supervisión humana, a través de los programas informáticos, con “sesgos discriminatorios evidentes”, “sin la intervención del ojo humano”.

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Para el sindicalista hace falta mejor regulación, más capacidad de negociación para los trabajadores organizados y una decidida intervención pública, debido a que el efecto más demoledor de la transformación digital afecta ya al “contrato social”, al tipo de empleo que se crea, se destruye y se transforma,

Lasalle ha recordado que “Europa y EEUU tardamos 100 años en reequilibrar la desigualdad extraordinaria y hacer que prosperidad liberada por la Revolución Industrial se repartiera y se sujeta al famoso paco capital trabajo que ha fundamentado la paz social de las democracias liberales en el mundo occidental”.

La era del “capitalismo cognitivo”

El pacto clásico está en cuestión, debido a que “el capital ya no es un capital financiero sino algorítmico, el dueño del algoritmo es dueño del modelo de negocio”, pero también a que el trabajo humano ya no es tal, sino “trabajo tecnologizado”, “trabajo híbrido”.

El gran salto que amenaza la cohesión social se origina porque se utilizan “las herramientas distributivas del capitalismo industrial y posindustrial” cuando estamos entrando en la era del “capitalismo cognitivo”.

Lasalle ha recordado que la Revolución Industrial se “corrigió” con “la aparición del Estado del bienestar” que tuvo lugar “cuando la Constitución de Weimar en 1919, producto de la colaboración de socialdemócrata, liberales de centro y democratacristianos, al introducir la función social de la propiedad”.

Fue entonces, ha relatado, cuando se comprendió “la empresa como una comunidad, que implicaba una distribución de la riqueza no conflictiva, sino negociada”.

En la actualidad, para Lasalle hace falta primero “identificar las fuentes de la desigualdad” que provoca “el algorítmico utilizado para la maximización del beneficio vinculado al modelo de negocio que lo hace posible” y una “regulación” más enérgica y adecuada que acabe con el blindaje por la propiedad intelectual sobre los algoritmos y el uso masivo e indiscriminado del magma de los datos. “No puedes permitir una propiedad como tiene Google sobre su algoritmo de indexación, limitada y absoluta en el tiempo”, ha defendido.

El filósofo experto en inteligencia artificial se ha mostrado favorable, como ocurrió después de la Segunda Guerra Mundial para humanizar el capitalismo, introducir “la función social” de modo que “la propiedad no sea un bien absoluto, se identifiquen los diferentes tipos de propiedades, sus contenidos específicos y las responsabilidades asociadas”: “regulación” e “introducción de la función social también en el algoritmo”.