La fe como coraje contra la injusticia y estímulo para la humanización en el trabajo

La fe como coraje contra la injusticia y estímulo para la humanización en el trabajo
El diálogo del III Encuentro de cristianos comprometidos en el mundo sindical, organizado por la delegación para la Pastoral del Trabajo del Diócesis de Burgos, sirvió para alentar la defensa de los derechos laborales especialmente de las personas trabajadoras más precarias

La espiritualidad cristiana llama constantemente a salir hacia el encuentro con el prójimo, el mundo y Dios, lo que configura un modo de ser y estar que favorece “hacer grupo”, “preocuparse por los demás”, “tomar conciencia de lo común”, elementos con un gran potencial para humanizar las empresas, fue una de las principales conclusiones del encuentro al que asistieron un buen grupo de personas.

Una persona de fe debe ser “un diferencial dentro de una empresa” capaz de “denunciar la injustica”, pero también de implicar a los compañeros y las compañeras de trabajo en la mejora de las condiciones de trabajo y promover la función social de la empresa, convinieron los asistentes a la reunión.

Al fin y al cabo, la fe cristiana que nace de la experiencia de Dios y el sufrimiento de las víctimas inocentes representa un antídoto contra la actual cultura individualista y se transforma en coraje para construir comunión y favorecer la solidaridad.

En coherencia con el ideal del Evangelio, las personas y comunidades cristianas pueden hacer mucho por acercar “la utopía” y por impulsar nuevas “formas más justas de organización social”, se planteó.

Más que como “salvadores”, la actitud más profundamente cristiana es saber que solos “no podemos cambiar el sistema”, mucho menos el interior de las personas, pero sí se puede aportar, generar transformaciones en el entorno más cercano y colaborar, sin renunciar a la propia identidad, en humanizar la sociedad, la economía y la empresa.

Hoy en día, las organizaciones de trabajadores, específicamente, los sindicatos volcados en la defensa de los derechos laborales y las mejoras de las condiciones de trabajo, lo servicios públicos y la protección social, no gozan de buena prensa, en general, ser reconoció. En parte, porque se ha perdido el aprecio por el bien común y por todo aquello que se refiere a la compartido y lo comunitario

“Hay mucha desafección ante la acción sindical”; “la mayoría de los trabajadores van a lo suyo y no les interesa hacer huelgas ni movilizarse salvo para defender lo suyo”; “cunde la insolidaridad hacia los que peor lo pasan como los trabajadores jóvenes, temporales o migrantes” se escuchó en este encuentro.

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En ocasiones, como en toda realidad social, se dan malas prácticas. A veces, se apuntó, quienes ocupan los puestos en el comité de empresa que representa a las plantillas están ahí “para su propio beneficio, a título personal”, sin intención de implicarse si los compañeros consultan o piden cambios.

Tampoco, se añadía, se puede olvidar que hay empresas que promueven a “trabajadores a los que convencen o camelan”, entre los más “dóciles” o más fácilmente “controlables” a cambio de “privilegios” para ocupar la representación de los compañeros.

Puede ocurrir que los sindicatos parezcan “agencias para resolver problemas laborales personales”, “sin conciencia de clase, ni lucha colectiva”. También se dijo que el sentimiento general entre la población trabajadora es “el miedo a perder el puesto de trabajo”, por lo que no se reivindican tampoco los derechos con la intensidad necesaria. “Antes la gente era más reivindicativa, sin importar si quedaban señalados” se dijo.

Con todo, se insistió en que trabajadores y empresas no son enemigos que se combaten, sino que pueden unirse para contribuir positivamente a la sociedad. En este sentido, mejorar las condiciones de trabajo es mejorar la empresa.

Otro punto que salió en el debate fue la situación de las personas jóvenes, muchas de las cuales sobreviven con el trabajo que sea, incluso teniendo que estudiar a la vez. A menudo, ocupan “trabajos precarios” en los que se afanan por “cumplir lo que se espera de ellos”.

Finalmente, se propuso que las comunidades parroquiales tomen “mayor conciencia de la importancia del trabajo para la persona, para la sociedad y el entorno” profundicen en la Doctrina Social de la Iglesia y fomenten el compromiso sociopolítico, la caridad política”. Todo esto, tiene que estar en las oraciones, peticiones, en las inquietudes de las comunidades abiertas también a quienes “no pueden quejarse ni hablar”.

Hubo quien identificó que la clave es el “despertar” personal y socialmente, porque el sistema ha impuesto un modo unilateral de pensar y actuar. Además de formarse, se apostó por “sacudirse la modorra” y ser conscientes de las incoherencias de las propias personas que se dicen cristianas.