Él había de resucitar de entre los muertos

Él había de resucitar de entre los muertos

Lectura del Evangelio según san Juan (20, 1-9)

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

Comentario

¡Ha resucitado! ¡Aleluya, aleluya!

Llegar… los caminos son tortuosos. Se nos recuerda que hay un excesivo clericalismo y se reclama la necesidad de ampliar espacios para una presencia incisiva de las mujeres (cf. Evangelii gaudium 102-103). Estamos asistiendo como un gran grupo de mujeres se movilizan dentro de la Iglesia… «la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje» (FT 23). Sí, el papa Francisco en la Fratelli tutti (FT) creo que tiene una intencionalidad inclusiva con respecto a las bautizadas, aunque su traducción en las estructuras eclesiales permanece indeterminada (por decirlo suavemente).

Este evangelio nos presenta dos escenas: la primera (1-2), con «María Magdalena» como protagonista, conduce a la segunda (3-9), con «Simón Pedro y el otro discípulo».

En la primera (el protagonismo de la mujer) se destaca «el primero día de la semana» o «el domingo». Esta expresión sugiere comienzo, nueva creación. Terminada la creación (19, 30) y preparada la verdadera Pascua (19, 31-42), comienza sin interrupción el nuevo ciclo: el de la creación nueva y la Pascua definitiva.

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También se destaca que todavía era oscuro «antes de salir el sol», es decir, simbólicamente, que todavía no brilla la luz de la fe.

Ni María, ni Simón Pedro, ni el otro discípulo han visto Jesús. Solo ven el sepulcro vacío. En este mismo momento, uno de ellos, «el otro discípulo» «vio y creyó». Son los ojos de la fe, y la luz de la Palabra de Dios los que permiten ver la Resurrección de Jesús en el sepulcro vacío. María se acerca con amor, pero «todavía era oscuro». Más adelante podrá decir que le ha visto (v. 18), como también los apóstoles: «hemos visto el Señor» (Jn 20, 25).

Jesús tenía que resucitar de entre los muertos (v. 9). Solamente tras la glorificación de Jesús se puede hablar de creencia. Es una enseñanza compartida por todo el Nuevo Testamento. Tan solos tras la venida del Espíritu será posible creer en Jesús, porque solo entonces se podrá conocer su misterio. Creer y conocer van unidos (Jn 4, 42; 6, 69; 10, 38; 16, 30; 17, 7-8).

Son tiempos de soñar, de caminar al lado, tiempos de hacernos cargo… pero será tiempo de desconcierto cuando no se dé el encuentro con el resucitado. Por eso necesitamos extrañar a Dios como María a Jesús para reencontrarnos con el resucitado. Necesitamos madrugar a ese amor para salir, para servir, para sostener la militancia por amor.

Así acogeremos una espiritualidad con carne… que necesita de los sueños compartidos, que necesita la fuerza del espíritu que hacer nueva esta creación cada día.

 

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