Dos familias, una casa común

Dos familias, una casa común
Hace tiempo que Lucía y Fran y yo comenzamos una relación de amistad, primero en la escuela deportiva Judeval de Córdoba y, posteriormente, en la JOC. Ahora compartimos una casa con dos viviendas, lugares comunes y espacios para los cuidados.

Al pensar en independizarnos para comenzar una vida adulta, surgió la idea de hacerlo en común junto a otros jóvenes, compartiendo espacio y tiempo. Nos parecía a un grupo de gente más amplio del que ha resultado finalmente una opción más accesible, y además viable, dada nuestra experiencia comunitaria.

Buscamos experiencias parecidas, pero solo encontramos una iniciativa, que al tiempo desapareció, del Ayuntamiento de Córdoba que consistía en ceder suelo por un tiempo prolongado para edificar. Faltan políticas que garanticen el derecho a la vivienda digna, más aún, teniendo en cuenta la precariedad laboral.

Lucía había estado trabajando como árbitra, cuidando niños, en el Telepizza, de liberada de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), en una residencia de mayores, mientras que Fran había sido repartidor, con un contrato a media jornada que completaba con empleos eventuales, al mismo tiempo que yo me tuve que ir a Badajoz para hacer la residencia como médico.

Cuando conseguimos un poco más de estabilidad retomamos la idea y empezamos a preguntar en las inmobiliarias. Queríamos encontrar una vivienda en la que pudiésemos vivir las dos familias, con espacios comunes, pero nos ofrecían dos pisos en un mismo bloque. Los comerciales no entendían bien lo que queríamos.

También nuestras familias le veían pegas, sobre todo en el futuro. Nos advertían de que podía traer muchos problemas: «¿Y si os enfadáis?, ¿qué pasa con las facturas?, ¿habéis pensado en la hipoteca?, ¿quién cuida de los espacios comunes?».

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