Actuar ante los desafíos ambientales

Actuar ante los desafíos ambientales

El 26 de enero, Día mundial de la educación ambiental, nos invita a reflexionar sobre los principales problemas del medioambiente y la manera de afrontarlos.

Entre los más importantes el primero, sin duda, es la crisis del clima —la vida de la vida— un impacto global que está alterando las variables que rigen la existencia de todos los seres vivos y que, con escasos resultados, ha sido abordado recientemente en Dubái.

El segundo, la pérdida de biodiversidad, el patrimonio precioso de 10 millones de especies –la mayor parte aún por conocer– que, como consecuencia de la modificación del medio, decrece en cantidad y calidad. Un patrimonio genético único que no podemos permitirnos perder porque de su equilibrio pende la vida sobre la Tierra.

En tercer lugar, la contaminación, término genérico al que estamos lamentablemente acostumbrados y que revela su peor cara cuando observamos que muchos de los productos que emitimos regresan a muestro organismo –los microplásticos lo ilustran bastante bien–. Y ahí están las analíticas de la excomisaria de Medio Ambiente, Margot Wallströn, y otros altos cargos de la Unión Europea, que han mostrado la presencia en nuestros cuerpos de dos docenas de productos extraños, incluidos alteradores hormonales, que pueden conducir al declive de nuestra especie.

Finalmente, las macrogranjas, vergonzosos espacios de hacinamiento y tortura, que debieran estimular nuestra compasión; y si las razones éticas no nos mueven, sepamos al menos que son caldo de cultivo para nuevas pandemias cuyo alcance puede superar en mucho a las recientemente conocidas.

¿Cómo actuar frente a tan importantes desafíos? Comencemos recordando que hay muchos actores, entre ellos los políticos –protocolos, convenios, legislación…– pero también a la sociedad civil le corresponde un papel y es aquí donde la educación ambiental interviene. Si los ciudadanos mejoran sus hábitos en cuanto a vivienda, movilidad, alimentación, ocio y consumo, habremos formado parte, y no menor, de la solución. Por ello, hay que alcanzar a niños, jóvenes, adultos, mayores…, –todos los sectores– para que sean conscientes de lo que significa vivir con límites y en sintonía con la naturaleza. Dado ese paso, el compromiso posterior será más fácil.

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Las buenas prácticas personales son importantes, pero también lo es asociarse, pues es la manera de fortalecer la sociedad civil, amplificando sus mensajes, realizando acciones y transmitiendo a los poderes públicos la urgencia de adquirir compromisos vinculantes. Todavía estamos a tiempo para impedir que el daño sea irreparable (si hablamos del clima, no es igual que la temperatura ascienda 1ºC a que lo haga 2ºC o más), de ahí el tomar en consideración fechas como la actual que nos recuerdan la responsabilidad de todos ante los retos de este año recién comenzado.