Palestina e Israel, los escombros de una historia interminable
La responsabilidad europea en el conflicto y el nacimiento del radicalismo árabe
Durante más de siglo y medio, los países de religión mayoritariamente musulmana han sufrido el impacto de potencias occidentales que se adentraban en sus territorios, dominaban sus recursos y controlaban el poder político-social en todas las escalas. El “despertar” para estas poblaciones fue muy duro, porque su sueño había sido moderadamente feliz. Soñaron durante siglos que la civilización más desarrollada se hallaba en Dar al-Islam (la Casa del Islam) y que Dar al-Harb (la Casa de la Guerra) coincidía con la barbarie. No era una mera fantasía, porque los hechos espectaculares de su crecimiento y maduración cultural fueron reales. Pero, a partir del siglo XV, el Islam empieza a ser alcanzado y rebasado por la civilización europea, que saldrá fortalecida, cuando se enfrente y asuma las revoluciones religiosas, políticas, económicas y científicas, que tendrán lugar en los siglos modernos.
Después de finalizada la Primera Guerra Mundial, el panorama geopolítico del colonialismo está en su cenit. Durante el siglo XIX, dos potencias europeas, fundamentalmente Inglaterra y Francia, pudieron repartirse las tierras del Islam. En 1917, la Declaración de Balfour, en la que el Imperio Británico se comprometía a considerar bajo una luz favorable la creación de una patria palestina para los judíos, puso la base de lo que se convertirá en el problema central de Oriente Medio. Arthur Balfour, primer ministro del Reino Unido, firmó un documento fechado el 2 de noviembre de 1917 en plena Primera Guerra Mundial. En ese texto el gobierno británico respaldaba el establecimiento de un “hogar nacional para el pueblo judío en Palestina”.
En esa época, Palestina estaba controlada por el Reino Unido. Los árabes se sintieron traicionados, porque habían colaborado con Inglaterra para luchar contra el Imperio Otomano. Cuando finalice el conflicto internacional de 1939 a 1945, EEUU se sumará con todo el peso de su complejo militar-industrial al grupo de países occidentales con fuerte presencia en la zona, pero lo hará de forma neocolonialista, es decir, no pretenderá que colonos estadounidenses desembarquen en el Magreb o en el Mashrek, para ocupar tierras árabes o de propietarios musulmanes, sino el ejército, la diplomacia y las grandes empresas petrolíferas jugarán al unísono el papel de controladores en la zona. Los únicos que conquistarán tierras para una nueva colonización serán los israelíes con la cobertura económico-militar y política de Washington. La emigración de israelíes después de la tragedia del Holocausto se intensifica a partir del 1945. La ONU aprueba la partición de Palestina en dos zonas. En esos momentos los judíos solo tienen el 7% de las tierras palestinas. Los árabes no aceptaron la partición (eran 725.000 frente a 10.000 judíos). El 14 de mayo de 1948 Israel declara la independencia y los árabes les declaran la guerra y sufren la primera gran derrota. Muchos palestinos llenan los campamentos de Líbano, Siria, Jordania, la franja de Gaza y Cisjordania. A partir de esta fecha tenemos enquistados los siguientes conflictos: control de Jerusalén, los asentamientos israelíes, el derecho de retorno de los refugiados palestinos, el reconocimiento mutuo, los derechos del agua, los asesinatos de civiles (incluidos mujeres y niños), el terrorismo, la consecución de un espacio seguro y una permanente negación de derechos humanos.
A partir de los procesos de descolonización de los sesenta, se desmontará el viejo colonialismo y sentarán las bases de la forma actual de control económico-militar.
Cuando tenga lugar la independencia de estos estados nuevos, varios de ellos trazados según los intereses de las potencias coloniales, la ideología más cercana a las élites gobernantes será el nacionalismo con inclinación hacia la línea socialista, apadrinada por la URSS o hacia la capitalista amparada por los EEUU y la Europa democrática. La crisis de este primer esquema nacionalista en sus dos vertientes se manifestará a partir de la invasión de Egipto por las tropas francesas, inglesas e israelíes en 1956, la posterior guerra de los Seis Días en 1967 y la invasión de Afganistán por parte de la URSS. A finales de esta década de los setenta, la rebelión del pueblo iraní contra el Sha (1979) marcará un nuevo hito en la evolución del mundo islámico. Nace con Jomeini en Irán una revolución de corte autóctono. El referente no son las democracias occidentales; el intento de implantar ese modelo en tierras del Islam se ha hundido bajo el peso de la corrupción, de la ineficacia y del servilismo a los intereses occidentales. Ahora se realiza una búsqueda de la “verdadera” tradición islámica, volviendo al pasado, a la época dorada de los cuatro primeros califas, para exhumar el marco sociopolítico fundador de una modernidad de cuño propio. A partir de los 80, se puede detectar la imparable ascensión de todas las corrientes islamistas, que tienen un doble frente de lucha: la presencia de los poderes económicos euroamericanos y los musulmanes que detentan el poder político en provecho propio, sin atender a las necesidades del país. Hay un doble catalizador que orienta la reacción y el crecimiento de las corrientes fundamentalistas: la revolución shií en Irán y la invasión de Afganistán por las tropas soviéticas.
Raíces históricas del islamismo
No cabe la menor duda de que el anuncio de Muhammad en el s. VII de una religión universalista que hiciera posible la creación de un Estado Universal había arrebatado la imaginación y despertado los intereses materiales de las tribus árabes. En el imaginario musulmán, más o menos explícita, siempre se encuentra este horizonte hacia el que se pueden dirigir de forma pacífica o de modo violento. En la década de los 70, las obras de Ibn Taymiyya (n. en el 1263) fueron editadas y promocionadas por Arabia Saudí y los movimientos radicales encontraron en ellas las bases doctrinales de la lucha armada y del terrorismo.
El islamismo actual puede presentar su acta de nacimiento en 1928 con la creación de los Hermanos Musulmanes en Egipto por Hassan al-Banna (quien nunca aprobó la actuación de grupos terroristas) y en la proclamación de Mawlana Mawdudi en 1939, en el ámbito indio, de su teoría de la barbarie moderna (su reflexión se institucionalizará en la creación de la Jamaat-i Islami en 1941). El primero, servirá de orientación a los islamistas occidentales y el segundo, a los orientales. La abolición del Califato, decretada en Estambul en 1924, supone una conmoción profunda en Hassan al-Banna que había sufrido el año anterior un impacto muy fuerte, cuando se aprobó la Constitución egipcia de 1923, porque se presentó como “no confesional”. En el acta fundacional de los Hermanos Musulmanes se encuentran estas afirmaciones de claridad meridiana: “Dios es nuestra meta, el Profeta es nuestro guía, el Corán es nuestra Constitución, la Jihad es nuestro camino y morir por la causa divina, nuestro objetivo supremo.”
No deberíamos olvidar que los gobiernos nacionalistas autocráticos (calificados por Tariq Alí de bonapartismo militar) han utilizado distintas facciones de islamistas para combatir a la izquierda tanto a nivel político, como sindical, en el ámbito universitario y laboral. Hoy lo lamentan, pero su responsabilidad es grave, cuando se describe la ascensión imparable de los mismos, hasta que se convirtieron en el principal problema del país. Al mismo tiempo, el fracaso de la experiencia de creación de una República Árabe Unida (RAU), teniendo como base la unión de Siria y Egipto, naufragaba sin poder alcanzar un acuerdo de Nasser con los baasistas de Siria e Irak. En esa situación se desencadena el ataque israelí en la Guerra de los Seis Días, que significó de hecho el golpe definitivo al nacionalismo árabe
Mientras se difundían las ideas islamistas, los gobiernos que administraban las sociedades descolonizadas, no atendieron las urgentes reformas que requería la situación de la mujer, a pesar de haber colaborado estrechamente con los hombres en las luchas por la liberación contra las potencias coloniales. Es decir, no se reformaron los códigos civiles de familia. Algunos, como Marruecos, lo ha hecho recientemente. Y lo que es más grave: el mantenimiento de estos sistemas trasnochados se convirtió en parte del contenido de la “identidad” árabe, de la que los gobiernos necesitaban revestirse, para marcar sus diferencias con la época colonial. De este modo, también en Argelia se admitió a maestros de lengua árabe, porque se necesitaba desarrollar una lengua identitaria, ya que el francés es el idioma del colonizador (tema de las novelas de Assia Djebar). Pero aquellos maestros contratados con prisas estaban formados en la ideología de los Hermanos Musulmanes y con la lengua enseñaron una visión del islam que dividió el país y lo ha sumergido en una crisis social colosal.
La endémica crisis económica, que los sucesivos programas de desarrollo no lograban enderezar, unida a la curva demográfica, que desequilibraba las relaciones económico-laborales, han llevado a estas sociedades al desencanto, porque las masas rurales y urbanas no ven mejorar sustancialmente su situación. La emigración incontrolada ha sido una salida de emergencia, pero los países musulmanes del Mediterráneo han sufrido el ascenso imparable de los grupos radicales. El aumento de grupos fundamentalistas a lo largo y ancho de los países mayoritariamente musulmanes es un hecho que responde a una causa fundamental, presentada por Cantwell Smith en estos términos: “…el nuevo resurgir islámico es una fuerza, no para resolver problemas, sino para embriagar a quienes no pueden soportar el fracaso de no resolverlos”. Evidentemente, esta no es la única causa. Habría que describir la geografía del fundamentalismo diversificándola al máximo. Ciertos medios de comunicación hasta el 2 de Mayo de del 2011, fecha de su asesinato, lo han focalizado todo en la persona de Bin Laden. Pero desde Filipinas a Marruecos hay un despliegue de grupos, unidos por una ideología simple, que responden a historias y situaciones diversas.
La generación del resentimiento
A partir de los ochenta el referente obligado es el conflicto afgano, porque la situación del 2004, a pesar de las noticias de cada día sobre el conflicto irakí, se explica más claramente desde Kabul, que desde Teherán o Bagdad. La victoria del pueblo iraní contra el gobierno del Sha demostró la fragilidad de una estructura sociopolítica y económica intervenida por el poder americano; por ello, la guerra subsiguiente entre Bagdad y Teherán fue un intento de bloquear la revolución islámica iraní, al mismo tiempo que se financiaba la resistencia afgana para cortocircuitar la cobertura militar soviética, concedida al régimen de Kabul. La primera guerra conseguía tascar el freno de la revolución shií y la retirada soviética de Afganistán lograba alejar al competidor más poderoso en la zona. Al finalizar la década, se manifestaba a la luz del día lo que se ha calificado de “el Gran Juego”, en términos amplificados por Ahmed Rashid en su obra emblemática sobre los Talibán. A partir de ahora, este juego se centra en el control de la explotación y comercialización del petróleo y recursos mineros de toda la zona, principalmente de las ex-repúblicas soviéticas: Uzbekistán posee la mina de oro más importante del mundo, Tayikistán la mina de plata más extensa conocida y junto con Kirguizistán, su subsuelo contiene gran cantidad de uranio y Turkmenistán, así como Kazajstán, atesoran reservas ingentes de hidrocarburos. Todo este bloque precisa del “pasillo” afgano para llegar hasta el mar, ya que el camino más fácil a través de Irán está vetado por EEUU, y para conectar con Pakistán, que necesita la energía barata suficiente, para hacer posible su despegue económico.
Después del 11-S del 2001, el mundo político recibió un impacto tan profundo, que muchos gobiernos han despertado precipitadamente de su letargo, semicomplicidad o simple incompetencia. Pongamos un caso cercano: Alemania. Después de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes han practicado oficialmente una conducta obsesiva por la tolerancia, hasta el punto que un profesor de Política Internacional en la Universidad de Göttingen, el sirio Bassan Tibi, ha calificado este fenómeno como de “xenofilia obligada alemana”. Decenas de instituciones islámicas, bajo el pretexto de instituciones culturales, han proliferado a lo largo y ancho del país. En amplios ámbitos intelectuales del país se veía con recelo o se rechazaba sin más toda crítica de otra cultura, de este modo se intentaba pasar como rasgos culturales la penosa situación de la mujer, los castigos corporales, etc. Denuncia este profesor árabe la incomprensible manipulación de hacer pasar el islamismo radical bajo el estereotipo de una ideología positiva de los oprimidos por Occidente, sin percibir, al parecer, su carácter totalitario y estilo de extrema derecha. Toda su reflexión sería reseñable, pero sólo quiero subrayar dos puntos: su afirmación de que la cultura europea promueve el pluralismo, pero no tiene clara la primacía de valores y la alarma que debería sonar ante la creación de guetos urbanos, algunos de absoluta mayoría musulmana. En este sentido, he podido recoger la información personalmente de que rara vez entra la policía francesa en los barrios norte de Marsella. En el caso alemán, Bassan Tibi califica a Europa y a la República Federal, en concreto, de principal base logística de los fundamentalismos islámicos.
La forma wahhabí de entender el Islam lo domina todo. Han sido los principales impulsores de gran parte de los grupos radicales, a los que ampararon como un medio de extender por el mundo la doctrina wahhabí. Cuando la lucha contra el ejército soviético estaba en todos los frentes de Afganistán, lo pakistaníes pidieron que un príncipe saudí fuera enviado, para dirigir la jihad. Como no se presentó ningún voluntario, los saudíes mandaron a Osama bin Laden, que no era más que el hijo de una familia enriquecida con los negocios realizados por su cercanía a la corona. Llegó a tiempo para oír una alocución del asesor del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski, en la que apoyaba públicamente la jihad islámica contra el ejército soviético. De aquellos vientos vienen casi todas las tempestades actuales.
Rasgos básicos de un fundamentalista
El proceso de captación de militantes, descrito por un antiguo miembro de la al-Yamaa al-Islamiyya (la Comunidad del Islam), es el mejor camino, para comprender a las personas que integran grupos radicales. Khaled al-Berry en su testimonio, editado con el título Confesiones de un loco de Alá, relata su incorporación con todo detalle. Espiguemos los momentos claves del proceso.
En primer lugar, el contacto personal: “Me habló de los ‘hermanos’ en estado de éxtasis, con una mirada que alababa sus obras y magníficos logros, celebraba la excelencia que había alcanzado al practicar, según él, los mandamientos.” (pág.24)
Es un encuentro que intenta provocar la adhesión emocional en un adolescente a través del relato heroico de los protagonistas del movimiento fundamentalista. No hay razones, sino la invitación a incorporarse inmediatamente a la acción. Por eso, a continuación, le ofrece una cadena de moto, con la que podría participar en las “innumerables batallas que en nombre de la fe habían de venir”. Su vivencia dentro del grupo es la del despertar de la psicología romántica: “Esto creó en mí la imagen ideal del hombre fuerte, digno, devoto, lo que satisfizo mi atracción romántica por una moral justa que se emparejaría con la fuerza. Me impresionó también este clima de fraternidad.” (pág.25)
El grupo estaba pilotado por un jeque, que ejerce de “educador” y su línea pedagógica principal, al principio, es la renuncia: a la televisión, a las publicaciones no autorizadas por él, etc. De hecho, sus lecturas se centran en el Corán que aprenderá de memoria, en la Suna, hechos y dichos del Profeta, y la Sira, literatura fabulada de la biografía de Muhammad. La cadena de renuncias alcanzaba su cenit, cuando se le pidió que “renunciara a todos aquellos que no tenían verdadera fe en Dios y en su Profeta, con el fin de rendir honores sólo a Sus creyentes, pues ahí se encontraba uno de los atributos de los fieles que Dios amaba y que amaban a Dios..” (pág.29)
El efecto inmediato de esta decisión es la conciencia de su “fuerza” social. Es consciente de que al pertenecer a la al-Yamaa al-Islamiyya (comunidad del Islam, es decir, de musulmanes puros, por supuesto) se siente más respetado en su barrio, porque hasta ese momento ha sido un muchacho tímido y apocado.
Las películas sobre la jihad en Afganistán, las canciones, la literatura que frecuenta el grupo son de tono patriótico y exaltado. Todo se reducía a contemplar cómo Dios estaba realizando milagros continuamente a través de las hazañas de los muyahidin. Escenas que he podido ver hace dos años en la TV iraní les llenan de entusiasmo: Un niño muyahid coge una piedra que lanza contra un tanque; cuando golpea su blindaje se ha convertido en una bola de fuego que lo consume. Suena una canción que envuelve estas imágenes: “Ves las llamas del fuego ardiendo y en avanzadilla, tú que velas. Sientes el viento del paraíso, y alégrate tú que aspiras. Tú que quieres apagar el fuego, que quieres velar día y noche, tú que salvas el honor de la mancillada morada del opresor. Nuestro pueblo no es, sobre esta tierra, ni oriental ni occidental, nuestro pueblo es musulmán. Va en avanzadilla para dar su vida por la tuya.”
Entonces pudo darse cuenta de que se le había exigido que fuera un personaje frío como el acero y que actuase como un autómata. Más allá de la cárcel aprendió el arte de la duda: “La duda me enseñó a pensar en el otro: el otro a quien negamos el derecho a soñar cuando nos libramos a la adoración de nuestros propios sueños, cuyos héroes odiamos, cuando nos entregamos a la glorificación de los nuestros.” (pág. 147)
¿Cuál ha sido el comportamiento israelí, mientras toda esta historia se desarrollaba entre los pueblos árabes más cercanos?
14 de mayo de 1948, Ben Gurión declara el establecimiento del Estado de Israel. Al día siguiente comienza la guerra árabe-israelí. La Nakba (la Catástrofe) deja más de 700.000 palestinos en el exilio. A partir de 1949 más de un millón de israelíes y supervivientes del holocausto (Unos 250.000) llegan a Israel.
En 1952, Nasser dirige la revolución del Movimiento de Oficiales Libres contra el rey Faruq: surge la idea del panarabismo. En 1956 tiene lugar la guerra por el canal de Suez en la que se unen franceses, ingleses e israelíes. La presión de EEUU y la URSS sobre Francia, Inglaterra e Israel provoca su retirada. Pero al año siguiente Israel pone en marcha su programa nuclear. En 1958 se crea en Kuwait la organización al Fatah (acrónimo en árabe “Movimiento Nacional de Liberación de Palestina”), de la que nacería la OLP, siendo al-Fatah uno de sus principales componentes.
Los israelíes se han negado a admitir a los palestinos que emigraron al comienzo de las hostilidades. Los dos bloques están divididos por opiniones variadas y encontradas. Actualmente el gobierno israelí está presidido por B. Nutanyahu y el palestino por Mahmud Abbas. El cuarteto de Madrid (también llamado Cuarteto de Oriente Medio o Cuarteto diplomático) sobre Oriente Medio, está compuesto por un enviado especial de los EEUU, otro de Rusia, un tercero de la UE y uno de las Naciones Unidas.
Pero Hamás ganó las elecciones en la franja de Gaza en las elecciones del 2006, que a partir de ese momento controla la franja de Gaza y ya no se han convocado nuevas elecciones. Antes de la crisis actual en el 2014 y 2021 se han producido sendos conflictos, siendo el actual el más grave.
Hamás se hace con el control de Gaza
Su nombre es un acrónimo que significa Movimiento de Resistencia Islámica. Su origen está en los primeros días de la Intifada palestina de 1987 contra la ocupación israelí de Cisjordania y la Franja de Gaza. Sus milicias, llamadas Brigadas de Al Qassam, se fundaron en 1991 y su líder es Mohammed Deif. Estas brigadas son consideradas grupo terrorista por Israel, EEUU, Reino Unido, la UE, y otros países. Hamás fue aumentando su influencia al oponerse a los acuerdos de paz firmados en Oslo en 1993 entre Israel y la OLP, que en aquel momento representaba a la mayoría de los palestinos. Fue aumentando su poder potenciando ataques suicidas en autobuses entre 1995 y el 2000 e intensificó sus acciones después que Israel matara a su principal fabricante de bombas, Yahya Ayyash, el 5 de enero de 1996. Los dos meses siguientes mataron a 60 personas y los israelíes eligieron a Netanyahu.
Hamás siguió creciendo incorporando el descontento social con la Autoridad Palestina, liderada por al Fatah.
¿Qué planteamiento político tiene Hamás? Sus estatutos de 1988 definen los territorios palestinos históricos –incluido Israel– como tierra islámica y excluye cualquier paz permanente con el Estado judío. En el 2017 publicó un documento político nuevo suavizando algunos términos. No reconocía el Estado de Israel, pero sí aceptaba la creación de un Estado palestino interino en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Deja claro que Hamás no lucha contra los judíos, solo contra los agresores sionistas ocupantes.
En marzo y abril del 2004, el líder espiritual de Hamás, Ahmed Yasín y su sucesor, Abdel Aziz ar-Rantisi son eliminados por un misil israelí. En noviembre de ese año moría Yasir Arafat y la Autoridad Palestina quedó liderada por Mahmud Abás, contrario a la estrategia de Hamás.
Necesidad de distinguir entre antisionista y antisemita
El sionismo nace con Herzl en 1897 y es el principal impulsor de la creación de Estado de Israel. El sionismo ha estado presente todos estos años en mayor o menor grado en todos los gobiernos israelíes. Por eso, la posibilidad de un Estado soberano palestino nunca ha estado en la agenda de los negociadores israelíes. La posibilidad de un Estado democrático con idénticos derechos para israelíes y palestinos solo cuenta con el apoyo del 20% de los israelíes, mientras que el 23 % de los palestinos lo considera factible.
En los últimos treinta años, se han dado varios hechos que permiten abandonar toda esperanza de alcanzar un Estado soberano:
- La colonización de los territorios ocupados ha seguido un ritmo imparable.
- La Autoridad Palestina, que debería ejercer como protoestado, asume más a menudo el papel de auxiliar de la ocupación por su coordinación en temas de seguridad con las fuerzas israelíes.
- Los palestinos de Gaza y Cisjordania padecen por igual la presión de gobiernos autoritarios: los primeros en Gaza, los segundos en Cisjordania. A esto se suma el bloqueo egipcio-israelí. Por eso, el ministro de Defensa israelí Yoav Gallant pudo ordenar el corte de suministro de electricidad, agua y alimentos.
- El así llamado “proceso de paz”, que debía conducir a la creación de un Estado Palestino ha permitido a los israelíes ganar tiempo para reforzar su dominio de los territorios ocupados.
En el parlamento israelí, la Kneset, al menos un centenar de los 120 diputados defienden la continuación de los asentamientos y una mayoría defiende la anexión total de Cisjordania. Estamos asistiendo al “hecho” de la existencia de un solo Estado propiamente dicho. En los asentamientos de Cisjordania y Jerusalén viven unos 700.000 israelíes. Cada día, unos 150.000 palestinos de Cisjordania y 17.000 gazatíes entran en Israel para trabajar. Solo la población judía goza de la plenitud de todos los derechos, por eso se habla de que los israelíes practican una forma de apartheid. Entre el 2012 y el 2017 se formaron dos movimientos que han ofrecido sendos proyectos de convivencia: “Una tierra para todos” (una confederación biestatal que garantice la democracia y la libertad de todos) y “Campaña por el único Estado Democrático” (Para crear un proyecto político común para ambas sociedades. Sospecho que ambas iniciativas habrán reducido sus expectativas ante el curso de los acontecimientos actuales.
Últimos acontecimientos
En el 2005 Israel se retira de los enclaves situados en Gaza y el poder de Hamás se acrecienta progresivamente, ganando las elecciones en el 2006. Las tensiones entre Hamás y al Fatah han sido constantes. Hoy Hamás domina en Gaza y la Autoridad Palestina en Cisjordania.
Israel y Egipto han mantenido un bloqueo a la franja desde el 2007 para aislar a Hamás. Atentados aparte, el año 2014 hubo un enfrentamiento a gran escala durante 50 días en el que murieron 2. 251 palestinos y 67 soldados israelíes y 6 civiles israelíes. En mayo del 2021, en un nuevo enfrentamiento murieron 256 personas en Gaza y 13 israelíes en un conflicto que duró 11 días. Hay que reconocer que la escalada actual es la de mayor envergadura.
Dejo las últimas palabras en manos del Edward Said, palestino-cristiano, que manifiesta su apoyo a las ideas del judío Israel Shahak: Refiriéndose a los judíos: “no se olviden de que haber soportado una atroz historia de antisemitismo no les da derecho a hacer lo que les plazca sencillamente por haber sufrido”. Refiriéndose a los palestinos: “puesto que los palestinos han sufrido bajo Israel hay que excusarlos por sus locuras”.
Palestina e Israel los escombros de una historia interminable
Recojo la opinión de Amos Oz, cuando se refiere a la tensión permanente entre judíos y palestinos: “Dos víctimas del mismo opresor. Europa, que colonizó el mundo árabe, lo explotó, lo humilló, pisoteó su cultura, lo controló y lo usó como patio de recreo imperialista; es la misma Europa que discriminó a los judíos, los persiguió, los acosó y finalmente los masacró en masa en un genocidio sin precedentes”.
Probablemente, muchos podemos pensar que la relación entre las víctimas es más fácil, porque el dolor les ofrece la posibilidad de ser solidarios en la adversidad. Una experiencia que todos podéis entender: el hecho de que dos hermanos hayan tenido un padre cruel, no significa necesariamente que los dos se lleven bien, porque cada uno de los puede pensar que el otro practica la crueldad de su padre común.
Raíces religiosas del conflicto
El caso israelí: Voy a seguir de cerca la reflexión de un israelita que ha pasado del sionismo a una postura crítica frontal contra el mismo: Israel Shahak, doctor en Ciencias Químicas y profesor de química orgánica en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Ha recordado a sus compatriotas que el hecho de haber sufrido persecuciones espantosas no les da derecho a hacer cualquier cosa, sencillamente por haber sufrido. El mismo mensaje les ofrece a los palestinos a los que pide que no caigan en el error de pensar que por haber sufrido bajo el poder de Israel, este hecho lamentable convierte en aceptables sus locuras. Es decir, comparto con él la superación de responder a favor de uno u otro, cuando se hace la pregunta: ¿quiénes son los buenos y quiénes los malos?
Este profesor recuerda el momento en que cambió su forma de ver el judaísmo. Él estaba presente cuando un judío ultrarreligioso se negaba a permitir que se usara su teléfono durante el shabbat para pedir una ambulancia que atendiese a un no judío que se había mareado en su barrio de Jerusalén. Acudió al Tribunal Rabínico de Jerusalén, que estaba compuesto por rabinos nombrados a dedo por el Estado de Israel. Les preguntó si esa postura era aceptable según la religión judía. Le contestaron que ese judío había actuado correctamente e incluso virtuosamente. Lo fundamentaron en una serie de citas del Talmud, que es un escrito de gran autoridad. Ante esta respuesta, acudió al periódico Ha’aretz, que publicó su versión de los hechos. La respuesta tanto en Israel como en la diáspora judía fue unánime: un judío no debe violar el shabbat para salvar la vida de un gentil.
Entonces comenzó a estudiar las leyes talmúdicas y se dio cuenta de que la historia de Israel después de la guerra de los Seis Días, y en particular el carácter de apartheid del Estado de Israel en los Territorios Ocupados y la opinión de la mayoría de los judíos estaba condicionada y orientado por esos textos, que se aceptan sin discusión ni se citan públicamente, ni, por supuesto, se discuten.
Había llegado a la comprensión de que cuando el racismo y la xenofobia se dirigen contra los no judíos por razones religiosas muestran actitudes idénticas a las razones religiosas que alimentan el antisemitismo.
Puntos clave de reflexión para entender el sionismo
1. ¿Qué se entiende por Estado Judío? Fijaos que la definición del Estado es religiosa, del mismo modo que la palabra “musulmán” define a otros estados. No tengo más remedio que recordar la expresión de Rafael Argullol: “Cuando cualquiera de los dos bandos apela a Dios, es mejor esconderse y rezar”. Cuando en 1985 se había extendido en medios israelíes la idea de que había que cambiar esa denominación la Knésst aprobó por una gran mayoría una ley constitucional, por la que ningún partido que se oponga al principio de un Estado Judío o intente cambiarlo por medios democráticos, podrá presentarse a las elecciones.
Las consecuencias son muy graves, porque niega uno de los elementos de la propaganda oficial: El Estado Judío es la única democracia de Oriente Medio. ¿Por qué? Porque en este caso solo los que las autoridades israelíes definen como “judíos” pertenecen al Estado Judío. Un caso curioso puede ilustrar lo que quiero decir. En estos momentos, una tribu indígena peruana está instalada en territorios palestinos amparados por la ley y el ejército. Sólo se consideran judíos los que religiosamente son judíos, aunque se declaren ateos, como el mismísimo Ben Gurión.
Digamos algo aparentemente disparatado: en estos momentos, la única forma de que los palestinos sean ciudadanos de pleno derecho en Israel sería que se convirtieran al judaísmo. No hay otra salida.
¿Qué ocurre con los que se oponen tanto al antisemitismo como al sionismo? Son acusados de “auto-odio”. Según la ley israelí se es judío por nacimiento en una familia judía o por su conversión personal al judaísmo. Si estas normas las aplicase un Estado no-judío, ese estado sería tachado de antisemita.
2. Un concepto clave: la tierra “redimida”: se llama tierra redimida la que ha pasado de ser una tierra poseída por un no judío a un judío. De ahí, la permanente dinámica de conquistar más territorio, de ”redimir” la tierra, cuyas dimensiones se calculan invocando texto de la Biblia. Por eso, ningún kibutz ha aceptado nunca un trabajador no judío, aunque este administrado por judíos ateos. Todos los que se asienten en territorios ocupados tienen el apoyo de las ventajas económicas que concede el Estado.
3. Expansionismo israelí: Sus derechos a la tierra están basados en razones “religiosas”. En la guerra de 1956, cuando Israel, junto con Francia e Inglaterra ocupan el canal de Suez, Ben Gurión, que despreciaba los mandamientos de la religión judía, en la Knesset (Parlamento israelí) proclamó al tercer día de la guerra que ésta se hacía para restaurar los reinos de David y Salomón en sus fronteras bíblicas. Un movimiento influyente hoy en Israel, como el Gush Emunim, consideran que la conquista de territorios responde a una orden divina, por eso el éxito está asegurado, ya que recibirá la ayuda de Dios. La confrontación de la actual guerra en Gaza se alimenta de estos supuestos, aunque se esgrima el derecho a la venganza.
Asistimos al fracaso y la impotencia de corregir una deriva militar, en la que, una vez más, miles de inocentes son masacrados en nombre de ideas y políticas irreconciliables.
Doctor en Filosofía y Letras con especialidad Historia Moderna y Contemporánea.