El obispo de Compostela reclama entornos laborales seguros y saludables
“Como creyentes en el Dios de la Vida no podemos admitir que centenares de personas mueran todos los años en sus puestos de trabajo, ni que su salud se vea afectada de forma física y psicológica”, reclama el obispo de Santiago de Compostela, Francisco José Prieto Fernández.
En su carta pastoral sobre la Jornada Mundial por el Trabajo Decente del 7 de octubre, destaca “la expresión de sinodalidad social” que supone la coincidencia en defensa del empleo digno de la Organización Internacional del Trabajo, del movimiento sindical mundial y del movimiento mundial de trabajadores cristianos.
La iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente ha querido centrarse en la necesidad de garantizar condiciones de trabajo seguras y saludables, reivindicación que hace suya el titular compostelano: “queremos recordar que el derecho a un trabajo decente ha de ser también un trabajo saludable, pues la seguridad y la salud laboral son esenciales para el bienestar y la dignidad de las personas”. Es más, añade que “cuando estamos expuestos a riesgos en el lugar de trabajo, nuestra salud y nuestra vida están en peligro”.
Prieto Fernández demanda a todos los agentes e instituciones sociales hacer un esfuerzo, “para que el objetivo sea lograr la cifra cero de fallecidos y accidentados en el trabajo”. Esfuerzo al que también se suma la Iglesia: “Tenemos que generar entornos laborales seguros y saludables para todos los trabajadores”.
No en vano, insiste, el prelado, “cuando hablamos de trabajo no estamos ante una realidad más de las muchas que afectan a la persona, sino que, como dice el papa Francisco, “no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo”.
Termina su misiva, proclamando que “el mundo del trabajo es una prioridad humana y, por la tanto, una prioridad cristiana, pues al trabajar participamos en la obra creadora de Dios y expresamos la dignidad de ser creados a su imagen y semejanza”.
Además de reconocer que el “el trabajo es un deber y un derecho”, para la comunidad cristiana significa “también un don de Dios que precisa ser cuidado de modo integral para que sea libre, creativo, participativo y solidario”. De ahí que recurra al libro del Eclesiastés, para proclamar que “el único bien del hombre es disfrutar con lo que hace”.
Redactor jefe de Noticias Obreras