Fe y compromiso con la Tierra

Fe y compromiso con la Tierra
Foto | Dulcey Lima (unsplash)
Las relaciones de las religiones con la casa común son estables y significativas desde hace mucho tiempo, tal vez desde siempre.

De variado signo. Hay quien se aferra a la literalidad de «dominarás la Tierra», y la trata como un Conan dueño del cortijo, como un Sansón versión «muera yo y todo bicho viviente». Y quien escucha a Jesús y mira a los pajarillos y las florecillas, a toda manifestación de vida, en la estela contemplativa de Francisco de Asís. Tal vez ese es el vínculo más profundo y real: considerar que «el mundo es algo más que un problema a resolver es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza», como escribe Francisco en su carta encíclica Laudato si’.

«Si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo –continúa–, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos». Una actitud propia del capitalismo, como tan acertadamente explica Paoli en la cita que más repito: «La actitud contemplativa se distingue netamente del esteticismo –hijo natural del capitalismo– porque la contemplación madura en la comunión con el hermano fuego, con la hermana agua, con el hermano lobo y descubre una fraternidad cordial y alegre con las cosas» (Arturo Paoli, La perspectiva política de san Lucas, Siglo XXI).

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