El papa Francisco pide no rechazar a las personas migrantes, sino apostar por una “acogida justa”
El papa Francisco ha vuelto a reclamar durante la clausura de los Encuentros Mediterráneos, celebrados en la ciudad francesa de Marsella, a lo largo de esta semana, medidas para garantizar “la salvaguardia de la dignidad humana” en la gestión de las migraciones, en vez de “la conservación del propio bienestar”
“Hoy el mar de la convivencia humana está contaminado por la precariedad, que hiere incluso a la espléndida Marsella. Y donde hay precariedad hay criminalidad: donde hay pobreza material, educativa, laboral, cultural y religiosa, se allana el terreno de las mafias y de los tráficos ilegales”, ha denunciado el pontífice.
Ante esta situación, el Papa ha pedido un mayor compromiso de las instituciones, se necesita una sacudida de conciencia para decir “no” a la ilegalidad y “sí” a la solidaridad, que no es una gota en el océano, sino el elemento indispensable para purificar sus aguas.
De hecho, afirmó, “el verdadero mal social no estriba tanto en el crecimiento de los problemas, sino en el declive de la atención” a los más vulnerables: los jóvenes abandonados a su suerte, que son presa fácil de la delincuencia, las familias asustadas, temerosas del futuro, los ancianos solos, los niños no nacidos, los gritos de dolor que se elevan desde África del Norte y Oriente Próximo, incluidos los cristianos que huyen de la persecución. Luego, hay un grito de dolor que es el que más retumba de todos, y que está convirtiendo el mare nostrum en mare mortuum, el Mediterráneo de cuna de la civilización en tumba de la dignidad”.
Así ha rechazado abordar el fenómeno migratorio como una emergencia, “siempre oportuna para agitar la propaganda alarmista”, para comprenderla como “una realidad de nuestro tiempo, un proceso que involucra a tres continentes en torno al Mediterráneo y que debe ser gobernado con sabia clarividencia: con una responsabilidad europea capaz de afrontar las dificultades objetivas”.
En concreto, ha denunciado el cierre de los puertos ante el miedo a lo que a veces se califica como “invasión” y “emergencia”. “El Mediterráneo es un espejo del mundo, con el Sur volviéndose hacia el Norte; con tantos países en vías de desarrollo, afligidos por la inestabilidad, los regímenes, las guerras y la desertificación, que miran a aquellos acaudalados, en un mundo globalizado, en el que todos estamos conectados, pero en el que las diferencias nunca habían sido tan profundas”, ha señalado.
Acogida justa
En sus discurso ha planteado que “la solución no es rechazar, sino garantizar, en la medida de las posibilidades de cada uno, un amplio número de entradas legales y regulares, sostenibles gracias a una acogida justa por parte del continente europeo, en el marco de la cooperación con los países de origen”. Si bien, ha reconocido que “la integración es laboriosa” también ha pedido “amplias miras”, ya que “prepara el futuro, que, nos guste o no, será juntos o no lo será”.
Recordando que el puerto de Marsella es también una “puerta de la fe”, el Papa subrayó el deber de los cristianos de testimoniar la predilección del Señor por los pobres y el Evangelio de la caridad y la fraternidad.
“No estamos llamados a añorar los tiempos pasados ni a redefinir una relevancia eclesial, dijo, estamos llamados a dar testimonio: no a bordar el Evangelio con palabras, sino a darle carne”, afirmó citando el ejemplo de San Carlos de Foucauld, el “hermano universal”.
El santo padre llegó el viernes a la ciudad portuaria, la más grande de la Francia meridional, para participar en esta tercera edición de los encuentros para tras, saludar a las autoridades, celebrar una oración mariana con el clero diocesano y reservar un momento de recogimiento con líderes religiosos en el memorial dedicado a los marinos y migrantes perdidos en el mar.
Este sábado ha mantenido una reunión privada con personas en dificultad económica en la Casa de la las Misioneras de la Caridad y finalmente se ha trasladado al Palacio del Faro, para asistir a la sesión final de los “Encuentros del Mediterráneo”, que anteriormente tuvieron lugar en Bari y Florencia (Italia).
El pontífice aprovechó el carácter multiétnico y multicultural de Marsella, “mosaico de esperanza, con su gran tradición multiétnica y multicultural”, heredera de las grandes civilizaciones mediterráneas, para armar una reflexión a partir de tres elementos característicos de esta ciudad meridional de Francia: el mar, el puerto y el faro.
Redactor jefe de Noticias Obreras
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