Francisco al Opus Dei: volver al carisma (II)

Francisco al Opus Dei: volver al carisma (II)
Audiencia del papa Francisco (2022) con Mons. Fernando Ocáriz ©Servizio Fotografico Vaticano

No extraña que en el tiempo que medió entre la aprobación de la Constitución Apostólica Ut sit (1982), el Sínodo ordinario de 1987 y el pontificado de Francisco (2013), el Opus Dei experimentara –como era de prever– un espectacular crecimiento: presente en más de sesenta países e integrado por más de noventa y tres mil miembros laicos –muchos de ellos, notables políticos y empresarios–, contaba con dos mil sacerdotes, la mayoría en Europa y América Latina. Fue una época plagada de servicios al obispo de Roma y a su curia, por supuesto, en fidelidad al modelo –preconciliar en todo lo referente a la comprensión y ejercicio de la autoridad y del poder– que se impulsó desde la cabeza de la Iglesia católica durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Y, a la vez, de grandes desencuentros con muchos obispos locales.

Pero también es cierto que fue una época en la que, sin escasear las denuncias por su cercanía y decantamiento en favor de políticas y praxis económicas liberales y profundamente antievangélicas –con nula acogida de dichas acusaciones en los correspondientes dicasterios de la Santa Sede– se incrementaron las imputaciones –por parte de miembros de la misma Prelatura– referidas a determinadas decisiones o iniciativas diocesanas o a teólogos sospechosos de rectitud doctrinal, según los particulares criterios de los denunciantes. Y también, que tales denuncias contaron –a diferencia de las anteriormente reseñadas– con una notable acogida en la Santa Sede. Toda una señal de que los criterios de los denunciantes sintonizaban –sin fisuras de  ningún tipo– con las opciones eclesiológicas, gubernativas, morales y teológicas imperantes durante los dos pontificados anteriores al de Francisco.

Sin embargo, tampoco ha de extrañar que, poco a poco, se fueran conociendo preocupantes informes críticos sobre los modos de proceder y sobre las particulares opciones de la Prelatura; en particular, por parte de personas que, habiendo pertenecido a ella, habían decidido abandonarla. Y que lo hicieran, comunicando los motivos y razones de dicha marcha. Ni tampoco ha de sorprender que empezaran a conocerse dosiers con valoraciones muy negativas sobre la Prelatura en los que se denunciaban comportamientos y decisiones que, implementados por miembros del Opus Dei, colisionaban frontalmente con las determinaciones adoptadas por diferentes iglesias locales en las que se ubicaba el Opus Dei o algún organismo vinculado con el. 

La Prelatura personal, se podía leer, no solo “iba por libre” en las iglesias locales, sino que, visto su proceder, emitía el mensaje de que podía hacerlo porque contaba con el respaldo del Papa y de su curia. La vinculación con la derecha política y económica, la impunidad eclesiástica de la que parecían gozar sus miembros ante las acusaciones de muchos de sus exmiembros y la prepotencia reseñada, determinan –como he adelantado más arriba– que algunos medios de comunicación y colectivos sociales y eclesiales dieran por buena su descalificación como “la santa mafia”; una desautorización que –publicada, por primera vez, en 1970– regresaba al primer plano de las descalificaciones por entenderse que era una organización secreta con una enorme capacidad para manejar los hilos del poder dentro y fuera del Vaticano; una acusación que la Prelatura desmentía una y otra vez, cierto que con poco éxito.

Son años, como se puede apreciar, de relaciones muy tensas y complicadas no solo entre el Opus Dei y algunos colectivos de la sociedad civil, sino también con una buena parte de la gran mayoría de las iglesias locales, exceptuadas, obviamente, las que estaban presididas por obispos en sintonía espiritual y teológica con la Prelatura personal. Y otro tanto se puede decir de algunos de los llamados “nuevos movimientos”, aunque cada uno de ellos tenga su particularidad; algo que excede el objetivo y las posibilidades de la presente aportación.

Quizá, por eso, tampoco extraña que, una vez Francisco en la catedra de Pedro, se hayan incrementado los informes críticos y las denuncias eclesiales contra el Opus Dei, muchas de ellas, particularmente escandalosas no solo a la luz del corazón del Evangelio, sino también a la de la ley civil. Es muy posible que la historia, sumariamente reseñada, y tal avalancha de informes se encuentren en el origen de que el “Papa venido del fin del mundo” decidiera intervenir la Prelatura personal mediante la Constitución Apostólica Ad charisma tuendum (2022) y la Carta Apostólica del 8 de agosto de 2023. Y que lo haya hecho remitiendo al Opus Dei a recuperar sus raíces carismáticas y a olvidarse de la esclerotización institucional en la que había quedado sumida en los últimos decenios. 

Queda en el aire saber si –vista dicha esclerotización– le va a ser posible al Opus Dei “nacer de nuevo” habiendo sido tan viejo; y de manera tan apasionada (Cfr. Jn 3, 4). Para asomarse a la entidad que pueda presentar esta duda, nada mejor que conocer lo que dice la Constitución Apostólica promulgada por Francisco en 2022 y la Carta Apostólica del 8 de agosto de 2023, así como asomarse a algunas de las reacciones más significativas que viene provocando –desde hace un año– lo que parece estar en juego. 

1. La Constitución Apostólica Ad charisma tuendum (2022)

El papa Francisco, después de recordar las razones por las que Juan Pablo II erigió la Prelatura del Opus Dei, subraya su voluntad de confirmarla “en el ámbito auténticamente carismático de la Iglesia, precisando su organización”, en sintonía con la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium (19 de marzo de 2022) por la que se reforma la organización de la Curia romana. 

Tal es la razón por la que considera “oportuno confiar al Dicasterio para el Clero la competencia de todo lo que corresponde a la Sede Apostólica respecto a las Prelaturas personales, de las cuales la única erigida hasta ahora es la del Opus Dei”. Por eso, a partir de esta Constitución, corresponde a dicho Dicasterio para el Clero evaluar y relacionarse, según la materia, con los demás Dicasterios de la Curia romana “mediante la oportuna consulta o transferencia de expedientes”. El papa Francisco argumenta que toma esta decisión atendiendo “a la tarea preeminente” que desempeñan los clérigos en la Prelatura, quienes cuentan, para ello, “con la cooperación orgánica de los laicos que se dedican a las obras apostólicas”.  

Por su parte, el Prelado presentará cada año al Dicasterio para el Clero “un informe sobre el estado de la Prelatura y sobre el desarrollo de su labor apostólica”.

Si no me equivoco, en esta revisión, la centralidad y la importancia pasa de la figura que tenía el prelado en la Constitución Ut sit a los presbíteros y a sus “cooperadores orgánicos”, particularmente implicados en “la acción evangelizadora” de los miembros del Opus Dei en el mundo y, por ello, implicados de manera directa en la protección del carisma fundacional de la Prelatura. Es tal importancia la que explica que la Prelatura deje de “depender” de la Sagrada Congregación para los Obispos y que también deje de tener una importancia (y relación) análoga a la de las demás iglesias locales del mundo: presentación de un informe quinquenal y visita ad limina de su obispo. 

Es, si de nuevo no me equivoco, una “degradación” real, conservando formalmente el título de Prelatura; un modo de proceder muy propio (alguno diría que particularmente sagaz) de Francisco. 

Pero esto, siendo mucho, no es todo. El papa Francisco “ordena” que “los Estatutos propios de la Prelatura del Opus Dei” sean “convenientemente adaptados, a propuesta de la propia Prelatura”, teniendo presente el reajuste carismático por él explicitado y reseñado más arriba. Y que, una vez adaptados, sean presentados y aprobados “por los órganos competentes de la Sede Apostólica”. Si no vuelvo a equivocarme, esta decisión y el argumento de regeneración carismática que la funda suena más a revolución –o si se prefiere, a radical transformación– que a reforma. 

Es lo que parece corroborarse cuando se lee, un poco más adelante, que “es necesaria una forma de gobierno basada más en el carisma que en la autoridad jerárquica” y que, por ello, “el prelado no será honrado con el orden episcopal”, concediéndosele, a partir de la presente Constitución, “el uso del título de Protonotario Apostólico Supernumerario”, de Monseñor y poder “utilizar las insignias correspondientes” a dicho título; en definitiva, agua con sifón.

2. El Congreso extraordinario del Opus Dei (12-16 de abril 2023)

Del 12 al 16 de abril de 2023, unos 300 miembros del Opus Dei se reunieron en Roma para ajustar y adaptar los Estatutos a la Constitución Apostólica del papa Francisco “Ad charisma tuendum” –en particular, en los puntos referidos a la importancia del carisma originario de la organización y a regular la vida de dicha institución– y, una vez revisados y adaptados, presentarlos “para su aprobación por los órganos competentes de la Sede Apostólica”

Pocos días antes de este Congreso extraordinario se pudo leer en la web del Opus Dei que “como el Papa es el legislador en el caso de los Estatutos de las prelaturas personales, no se prevé ninguna comunicación pública de la propuesta final de modificación de los Estatutos por parte del Opus Dei, sino que esta se presentará directamente al Dicasterio para el Clero”, una vez finalizado el Congreso. Más adelante, la Santa Sede comunicará las modificaciones finales a los Estatutos aprobadas por el Papa, que es el legislador en la materia.

Hasta el presente, no ha trascendido nada de lo allí debatido y aprobado; solo especulaciones. Pero no faltan quienes sostienen que el Opus Dei no tiene prisa alguna en revisar los Estatutos, esperando que el pontificado del papa Francisco finalice pronto y que dicha “adaptación” pueda ser reconducida a la nada, es decir, se quede en agua de borrajas. Y tampoco faltan quienes sostienen que la Carta Apostólica del 8 de agosto de 2023 –que voy a presentar seguidamente– es una consecuencia de la ojeada que la Curia vaticana ya ha realizado de la documentación presentada por la Prelatura. Como se puede ver, hay para todos los gustos.

3. La Carta Apostólica del 8 de agosto de 2023 

En la Carta Apostólica del 8 de agosto de 2023 el papa Francisco realiza –supongo que vista la recepción que está teniendo la Constitución Apostólica en el año transcurrido– tres importantes cambios de los cánones 295 y 296 del Código de Derecho Canónico sobre las Prelaturas personales. Son, sin duda de ninguna clase, modificaciones que ayudan a clarificar el sentido y alcance de Ad charisma tuendum del año anterior.

Si antes de ahora, la Prelatura personal se regía por Estatutos expedidos por la Sede Apostólica y se nombraba un prelado como Ordinario propio, con “derecho a erigir un seminario nacional o internacional, así como a incardinar estudiantes y promoverlos a las órdenes bajo el título de servicio de la Prelatura”, a partir de la presente modificación, la Prelatura personal se “asimila a las asociaciones clericales públicas de derecho pontificio con la facultad de incardinar clérigos” pudiendo sus estatutos ser “aprobados o emanados por la Sede Apostólica”. 

Según el segundo de los cambios, referido a las responsabilidades del Prelado respecto a la formación y sustento de los clérigos incardinados de la Prelatura, se concreta que “actúa como Moderador, dotado de las facultades de un Ordinario”; quedando responsabilizado “tanto de la formación espiritual de los que ha promovido con el mencionado título, como de su decoroso sustento”.

Y en la tercera de las determinaciones, relativa a la participación de los laicos en las actividades apostólicas de la Prelatura, se indica que “pueden dedicarse a las obras apostólicas de una Prelatura personal por medio de convenciones estipuladas con la misma Prelatura”, pero dejando bien claro que “el modo de esta cooperación orgánica y los principales deberes y derechos relacionados con ella han de determinarse precisamente en los Estatutos”.

Apenas tres horas después de que la Santa Sede hubiera publicado esta Carta Apostólica, el Opus Dei emitía un breve comunicado en el que indicaba que estudiaría “qué consecuencias puedan tener estas modificaciones” y que lo haría “en un clima de comunión con el Santo Padre”.