Buenos Aires tiene nuevo arzobispo

Buenos Aires tiene nuevo arzobispo

El nombramiento de Jorge Ignacio García Cuerva como arzobispo de Buenos Aires fue recibido con alegría y satisfacción por amplios sectores de la Iglesia argentina, pero no faltan ataques por su simpatía por el peronismo. Es sin duda una elección feliz porque el arzobispo está totalmente en línea con el papa Francisco: la pasión por las periferias, la fuerte atención a los pobres y los que no tienen voz, la competencia en los campos jurídico y teológico.

Nació el 12 de abril de 1968 en Río Gallegos, sede de la diócesis del mismo nombre y capital de la provincia de Santa Cruz, en la costa sur de Argentina. Sacerdote desde 1997 e incardinado en la diócesis de San Isidro. A los 49 años, en 2017, fue obispo auxiliar de Lomas de Zamora y fue consagrado el 3 de marzo de 2018.

Su lema episcopal es significativo: “No apartes tu rostro del pobre” (Tobías 4, 7).

El 3 de enero de 2019 fue trasladado a Río Gallegos. El 20 de julio de 2021, el papa Francisco lo nombró miembro de la Congregación para los Obispos y, el 26 de mayo de 2023, fue promovido a arzobispo metropolitano de Buenos Aires, sucediendo al cardenal Mario Aurelio Poli.

Algunos medios le recuerdan sus simpatías por el peronismo y de tener estrechos vínculos con Sergio Massa, una personalidad política controvertida, cuyas extravagancias y pasajes de una orientación política a otra son conocidos.

García Cuerva admite que estimaba el peronismo, pero que no era prisionero de él.

Período de Perón

Una visión general rápida permite identificar sus características. El general Juan Domingo Perón participó en el golpe de Estado que, en 1943, puso fin al gobierno de Ramón Castillo y se convirtió en vicepresidente, ministro de Guerra y Trabajo en la junta militar. Preparó una serie de reformas sociales, que le dieron gran popularidad, especialmente entre las clases trabajadoras recién urbanizadas (los descamisados).

En 1946 fue elegido presidente de la República, dando lugar a un régimen populista, en el que jugó un papel importante su esposa Evita, actriz casada en 1945, que realizaba una actividad política en armonía con los sindicatos. Los planes de bienestar y la demagogia descarada de muchas opciones económicas llevaron al país a la crisis.

Alarmados, en 1955 los militares lo derrocaron. Perón se exilió en España, de donde regresó en 1973, tras el éxito electoral del líder peronista Héctor José Campora. Fue reelegido presidente y trató de mediar entre la izquierda peronista con fines revolucionarios y el partido justicialista, que tenía posiciones conservadoras en sintonía con los militares.

Falleció en Buenos Aires el 1 de julio de 1974. Fue sucedido por su segunda esposa, Isabelita.

El peronismo de los años 70 fue una mezcla de diversos sentimientos y diferentes tendencias. Estaba el complaciente de la Confederación General del Trabajo y el movimiento judicialista oficial, dispuesto a negociar con los militares; estaba la tendencia autonomista, profundamente nacionalista y regionalista; Estaba la tendencia de la izquierda, que se hizo cargo de las demandas de los trabajadores, muy cercana a los sacerdotes del Tercer Mundo; Finalmente, estaba la tendencia representada por los militantes de la extrema izquierda, los guerrilleros, que entendían el peronismo como una revolución armada.

El lema de Perón era claro: independencia económica, soberanía política, justicia social. El movimiento fue llamado justicialismo y fue duramente atacado por los Estados Unidos y la jerarquía católica. También fue rechazada por parte de la sociedad argentina y se descompuso gradualmente. Finalmente, Perón fue exiliado.

El gobierno de Perón fue indudablemente un gobierno popular, que luchó contra el imperialismo y las oligarquías locales. Organizó a los trabajadores en un sindicato fuerte y cohesionado, les dio a los trabajadores una conciencia social y política. Se promulgaron muchas leyes sociales, se concedió a las mujeres el derecho al voto y se reformó la Constitución. La gente alcanzó un nivel de vida decente.

Qué era el peronismo

El peronismo se mantuvo vivo incluso en los difíciles años de Arturo Frondizi (1958-1962), durante la dictadura de Juan Carlos Onganía (1966-1969) y Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973). Sin embargo, faltó la carga innovadora y la gente se levantó en Córdoba, Mendoza, Tucumán, Rosario.

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El peronismo, o justicialismo, en los años 70 era un movimiento de liberación, no un partido. Un movimiento organizado y bien articulado, a la vanguardia de la lucha antiimperialista en Argentina. Fue un movimiento nacional, que se basó en los caudillos Rosas e Yrigoyen y se inspiró en el cristianismo como todos los movimientos populares argentinos.

Fue un movimiento ideológico, que propuso, en su segunda fase, el cambio total de las estructuras del país y el establecimiento del socialismo, adaptado a la Argentina. Nada que ver, sin embargo, con el socialismo internacional dogmático y burocrático.

Fue un movimiento popular, que involucró a la clase obrera, enteramente peronista, sin recurrir a la lucha de clases y sin la pretensión de monopolizar la revolución. Las masas populares, en las elecciones del 11 de marzo de 1973, tenían confianza en Perón, quien se expresó de la siguiente manera: “El justicialismo fue la transformación indispensable, en un contexto pacífico, de formas brutalmente capitalistas a un socialismo nacional y humanista”.

El juicio de los teólogos

La jerarquía católica, en 1945, apoyó abierta y públicamente a Perón porque el caudillo estaba comprometido con la defensa de la escuela privada católica y la indisolubilidad del matrimonio. Cuando Perón no cumplió con los pactos, la jerarquía católica pasó a la oposición.

En los años 70 estaba activo el movimiento de sacerdotes tercermundistas, lo que preocupaba a los obispos, quienes, en 1972, volvieron a salir al campo para condenar su actividad política. El teólogo Juan Carlos Scannone, jesuita y maestro de Bergoglio, en el Colegio Máximo de San Miguel, me hizo una evaluación de ese período: “La forma de hacer teología en Argentina se debe en gran parte al clima cultural creado por el peronismo. En el plano político, el peronismo le dio gran importancia a los trabajadores, los famosos descamisados, es decir, aquellas masas de trabajadores que, desde dentro del país, convergieron en Buenos Aires. En la concepción peronista, es el pueblo, no la clase, lo que tiene gran importancia. Las personas son entendidas y sentidas como una categoría; Se piensa que parte de la unidad y no del conflicto como en el marxismo.

La “teología del pueblo” nació en Argentina y algunos, como Gustavo Gutiérrez y yo mismo, la consideramos “una corriente con características propias dentro de la teología de la liberación”, aunque otros la distinguen de ella. Comienza desde la unidad del pueblo para resolver conflictos, no desde la lucha de clases. En el marxismo, la unidad viene solo al final, en una sociedad sin clases. Es curioso que Bergoglio fuera a Alemania para profundizar en los “tensos opuestos” en el pensamiento de Romano Guardini, a quien tenía en gran estima.

El mismo Gustavo Gutiérrez, el fundador de la teología de la liberación, me confió un día que veía en el peronismo un surco para aquellos que, fuera del marxismo, luchan por los pobres. Les recuerdo algunos puntos fijos del pensamiento de Bergoglio: el todo es más que la suma de las partes; la unidad vence al conflicto; La realidad es más importante que las ideas; El tiempo prevalece sobre el espacio“.

Otro de los grandes teólogos argentinos, Carlos María Galli, me confirmó, en una reunión en la facultad teológica de Buenos Aires, que Bergoglio nunca se ha separado y nunca romperá con estos cuatro axiomas. Su sucesor en la arquidiócesis, Jorge Ignacio García Cuerva, ya ha dado pruebas, como obispo de Río Gallegos, para ponerlas en práctica.

 

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Artículo publicado originalmente en Settimana News de Italia. Traducción al español realizada por Jesús Martínez Gordo

 

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