¿Qué hace una creyente como tú en una campaña electoral como esta?
Militantes de la HOAC han optado por formar parte de candidaturas a las elecciones municipales, autonómicas y en su caso, insulares. No les mueve el poder, ni el prestigio, sino la conciencia de que la actividad política puede ser “una expresión cualificada y exigente del empeño cristiano al servicio de los demás”.
Igual ellos y ellas no lo dirían así, pero es lo que dice el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. También la propia Conferencia Episcopal Española en Católicos en la vida pública, que dejó dicho, allá por el lejano 1986, que “la dedicación a la vida política debe ser reconocida como una de las más altas posibilidades morales y profesionales del hombre” y de la mujer.
Cuando se les tira de la lengua, los candidatos y las candidatas utilizan expresiones como “hacer presente al pueblo en las instituciones”, “mejorar la ciudad y el entorno”, “atender las necesidades de las personas, sobre todo, las que más dificultades pasan”, “contribuir a la transformación social” o, sencillamente “echar una mano”.
A ninguno o ninguna se le puede acusar de “paracaidistas”, de caer súbitamente del cielo para hacerse con el dominio de una parcela terrenal, sino que arrastran años de implicación en organizaciones políticas, vecinales, sindicales y sociales que les ha permitido, no ganar en prestigio, sino establecer vínculos y relaciones de las que tirar para coser las listas electorales.
Hay quien ya ha probado la miel, poca, y la hiel, mucha, de la actividad política actual que, aunque, desprestigiada, es la que es, la que en última instancia regula la convivencia, trata de arbitrar entre intereses en conflicto y gestiona los asuntos públicos.
También están quienes se estrenan en estas lides, entre la ilusión de poder ser útiles y los miedos, así, en plural, por lo que se les viene encima. Entre las personas que van en las listas electorales, algunas tienen posibilidad de ser elegidas y otras, más bien, ningunas.
Forman parte de candidaturas que ideológicamente se mueven entre el centro derecha y la izquierda, algunas con acentos marcadamente nacionalistas. Ciertamente, la mayoría se coloca a la izquierda del PSOE, sin excluir a un partido que huye de otras adscripciones que no sean las de acabar con la desigualdad y la discriminación, como es PM+J.
La llamada del magisterio de la Iglesia
El compendio del magisterio social eclesial, publicado en 2005, dejaba bien claro que “las instancias de la fe cristiana difícilmente se pueden encontrar en una única posición política: pretender que a un partido o una formación política correspondan completamente a las exigencias de la fe y de la vida cristiana genera equívocos peligrosos”. Todavía lo dice más directamente a continuación, “el cristiano no puede encontrar un partido político que responda plenamente a las exigencias éticas que nacen de la fe y de la pertenencia a la Iglesia”.
“Una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes”, aclaraba la encíclica Octogesima adveniens (50) del papa Pablo VI publicada en 1971, por si lo dicho por el Vaticano II, en Gaudium et spes, no se había entendido bien: “a nadie le está permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia”.
En tales casos, cuando se dieran discrepancias, decían los padres conciliares, “procuren siempre hacerse luz mutuamente con un diálogo sincero, guardando la mutua caridad y la solicitud primordial por el bien común”.
El mismo papa Francisco, en Fratelli tutti 176, admitía que “para muchos la política es hoy una mala palabra y no se puede ignorar que detrás de este hecho están a menudo los errores, la corrupción, la ineficiencia de algunos políticos. A esto se añaden las estrategias que buscan debilitarla, reemplazarla por la economía o dominarla con alguna ideología”. No obstante, el pontífice, se preguntaba “Pero, ¿puede funcionar el mundo sin política? ¿Puede haber un camino eficaz hacia la fraternidad universal y la paz social sin una buena política?”
El papa argentino, siguiendo el magisterio social de la Iglesia, hace hincapié, por ejemplo, en Evangelii gaudium 205, en salvar la gestión pública de la condena generalizada, diciendo que la política “es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”. Convendría no olvidarlo.
Redactor jefe de Noticias Obreras