La conversión ecológica

La conversión ecológica
Foto: Eugene Zhyvchik (Unsplash)
Se dice que grandes ascetas, santos y santas ayunaron, dejaron sus ropas y denunciaron las injusticias, incluso hasta morir por ellas. Y lo hicieron día a día, aferrados al ideal del Amor más grande. Cada uno de nosotros estamos llamados a este mismo compromiso, cada uno desde su lugar.

Lo primero que hice fue evitar todo tipo de plásticos al ir de compras. Desde las bolsas hasta los paquetes de los productos. Dejé de comprar muchas cosas que estaban envueltas en plástico porque eran las que me gustaban, por ejemplo, pavo y queso en lonchas, queso fresco, yogures, hojas de ensalada, jabones y champús, y un largo etc.

Además, dejé de usar bolsas de plástico para meter la fruta y pesarla. En lugar de eso, simplemente cogía la fruta y la pesaba, pegaba el ticket del precio en la fruta, y después la metía en una de mis bolsas de tela.

Al principio me sentía un poco extraña, porque la gente me miraba raro, pero con el paso del tiempo perdí la vergüenza. Esto conllevó una pequeña renuncia respecto a mis gustos y también la valentía de hacer algo diferente, además de la conciencia de llevar siempre bolsas de tela al ir a comprar. Algo que se ha ido reforzando hasta reducir muchísimo mi consumo de plástico.

En realidad, muchos productos podemos comprarlos a granel. También podemos priorizar productos envasados en cartón y utilizar cosmética sólida. El «problema» que más aparece es el precio. Cada caso es distinto, pero hablando de una persona con una economía de clase media, es una cuestión de prioridades. Hay quien no tiene problema para gastar excesivamente en caprichos, pero no quiere invertir en una alimentación más sostenible.

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