Elecciones y soberanía del pueblo

Elecciones y soberanía del pueblo
El próximo 28 de mayo estamos convocados a celebrar elecciones municipales en todas las ciudades y pueblos y elecciones autonómicas en bastantes comunidades. Unos meses después, posiblemente en noviembre, el presidente del Gobierno convocará elecciones generales (1).

Ante la situación actual, este proceso electoral continuo nos ofrece la posibilidad de reaccionar volviendo a la raíz de la que ha brotado nuestra organización social y política, para afianzarla, desarrollarla y acrecentarla impidiendo que algún día tengamos que arrepentirnos de no haberlo hecho. Esa raíz es el pueblo.

La persona lo es plenamente «cuando pertenece a un pueblo (2), y al mismo tiempo no hay verdadero pueblo sin respeto al rostro de cada persona. Pueblo y persona son términos correlativos» (FT 182). Aunque la cultura es una dimensión esencial del pueblo, no es la raíz de este, es la «esencia fraterna» (FT 77) que nos constituye como personas.

El pueblo no es uno ni uniforme; es plural, diverso, distinto, con intereses contrapuestos a veces, por ello, ser pueblo es comprometerse a construir con el distinto, con el diferente, convertirse en «fermento eficaz con su estilo de vida cotidiana» (FT 231).

Plantearnos la participación electoral desde la conciencia de ser pueblo, abre la perspectiva de nuestra reflexión y responsabilidad personal para buscar la armonía de las necesidades e intereses personales con las necesidades e intereses que tenemos como pueblo, porque «un pueblo dará fruto y podrá engendrar el día de mañana solo en la medida que genere relaciones de pertenencia entre sus miembros, que cree lazos de integración entre las generaciones y las distintas comunidades que la conforman» (FT 53).

Servir y representar al pueblo

De la raíz fraterna que constituye al pueblo surgen personas que tienen vocación de servirlo ocupando puestos de responsabilidad en la vida pública. Estas personas, vocacionadas para el servicio, se agrupan en partidos políticos que ofrecen distintas maneras de alcanzar el bien común, pero todas ellas deben de hacerlo sin violar la esencia fraterna del mismo. Por ello, ¡necesitamos pedirle «a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo!» (EG 205).

Una vez elegidas, las llamamos representantes del pueblo, representantes de la esencia fraterna del pueblo que da primacía a los más empobrecidos y explotados en su trabajo y en su dignidad. Por ello, ¡pedimos «al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!» (EG 205).

Servir al pueblo es poner un empeño especial para fortalecer y desarrollar su esencia fraterna. Toda práctica política tiene que ser generadora de fraternidad, por ello, toda ideología que rompe la fraternidad es inmoral, contraria al pueblo y a la dignidad humana.

Es no utilizar la mentira para obtener un rédito electoral. Más aún si dicha práctica se hace faltando a la verdad y a la ética más elemental, como está sucediendo muchas veces.

Es buscar el bien común metiéndose en los zapatos de los más empobrecidos, considerando que la erradicación de la pobreza, superando sus causas y generando trabajo digno y decente es el principal problema político que tenemos como pueblo.

Es crear las condiciones de vida y trabajo que permitan ejercer y desarrollar los derechos familiares de las personas y los derechos sociales de las familias, acabando con toda forma de discriminación de la mujer y de toda persona.

Es no utilizar las Instituciones públicas ni los poderes del Estado para intereses personales o de partido. Avergüenzan y duelen determinadas prácticas y conductas corruptas que no dejan de aparecer.

Es «preocuparse de la fragilidad, de la fragilidad de los pueblos y de las personas. Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la “cultura del descarte”. […] Significa hacerse cargo del presente en su situación más marginal y angustiante y ser capaz de dotarlo de dignidad» (FT 188).

Es preocuparse por su promoción personal y colectiva. Sorprende cómo se ha dejado la formación de la conciencia fraterna, solidaria, humanista y deseosa de justicia en manos de las grandes plataformas digitales, que educan en el ganar, gastar y gozar y producen un modelo de persona indiferente ante el dolor de los demás.

Es tener una forma de vida austera, congruente con la vida media que tienen las personas representadas, porque el representante no debe vivir mejor que el representado. Vivir con dignidad y suficiencia para que todas las personas podamos vivir.

Los poderes del Estado

Del pueblo, mediante la participación electoral para la elección de los representantes, surgen los tres poderes del Estado: el legislativo (Parlamento) el ejecutivo (Gobierno) y el Judicial (administración de justicia).

Las condiciones para prestar este servicio al pueblo están contenidas en La Constitución, y, de manera especial, en el capítulo tercero, artículos 39 a 52, que aseguran los derechos y deberes en educación, trabajo, vivienda, protección social, tutela judicial, etc.

Estos derechos, considerados como derechos fundamentales, no pueden quedar como si no existieran, existen, y considerar que no pueden ser exigidos por ley, es la mayor burla que se nos puede hacer al pueblo.

Si las instituciones fundamentales del Estado pierden la credibilidad, como está ocurriendo, la esencia fraterna del pueblo entra en descomposición y el enfrentamiento y la crispación social están aseguradas.

La política es una dimensión humana, el ser para los demás. Sin hombres y mujeres que se comprometan por el cambio de la sociedad, esto no será posible. Hoy es necesario plantearnos el votar más que como un derecho, debería ser un deber ciudadano.

Y en estas elecciones, ¿qué?

Los retos en las elecciones de 2023 son distintos para cada ámbito: en el nivel municipal y en el autonómico, los más cercanos a la ciudadanía, son especialmente importantes las políticas de sanidad, de empleo, de atención a colectivos especialmente vulnerables, educación, urbanismo, atención a la tercera edad, transporte, juventud o tiempo libre y cultura…

Es muy importante que todas estas políticas, al servicio del pueblo, no estén condicionadas a su rentabilidad económica. De un lado, «son acciones que cuidan de las personas solo por ser personas, por otro, muchas de ellas, ayudan al progreso general».

(1)  Este artículo es un extracto de la reflexión del mismo nombre elaborado por la Comisión Permanente de la HOAC. En la reflexión completa el lector o lectora encontrará un análisis más detallado de los rasgos principales que caracterizan la situación social actual.
(2) En el texto se explica más profusamente lo que se entiende por pueblo, siguiendo las reflexiones del papa Francisco.

 

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