Que no cuenten con nosotras

Que no cuenten con nosotras
Foto | www.activestills.org
Las guerras son siempre contra la vida, contra toda vida.

Este apocalíptico jinete es particularmente eficaz, puesto que conlleva los otros tres (muerte, hambre y enfermedad). Se diría que su caballo es el de Atila, porque por donde pasa –y pisa– no vuelve a brotar vida. La vida humana, para empezar, sobre todo la de quienes no declaran las guerras ni se enriquecen con ellas.

Las guerras son un desastre ecológico. No solo los animales y plantas quedan destrozados. Un desastre ecológico es algo más complejo e incluso más terrible: es un ataque a las posibilidades de vida, a la vida misma. Tal vez el ejemplo más conocido y repetido sean los bombardeos norteamericanos con Napalm durante la guerra de Vietnam, que causaron enormes problemas de deforestación y contaminación atmosférica y de suelos, además de malformaciones genéticas en bebés nacidos durante décadas. Otro ejemplo más cercano en el tiempo y el espacio: cuando durante la guerra de Kosovo la OTAN bombardeó la refinería de petróleo de Novi Sad, la vida del Danubio quedó seriamente dañada en todo su recorrido.

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