Isabel Pérez: “Me daría pena que la ‘Revuelta de las Mujeres’ se tiñera de feminismo. Es mucho más”

Isabel Pérez: “Me daría pena que la ‘Revuelta de las Mujeres’ se tiñera de feminismo. Es mucho más”
Isabel Pérez es miembro de la coordinadora de la Escuela de Formación Sociopolítica y Fe Cristiana y dará este martes 28 de marzo una charla sobre “El papel de las mujeres en la sociedad y en una Iglesia sinodal”, en la Casa de la Iglesia de la Diócesis de Canarias, a partir de las 19:30 horas. También se podrá seguir por la plataforma zoom.

Para la ponente “la Iglesia tiene, desde Constantino, una estructura piramidal, que ha colocado en lo más alto el poder masculino, con unas contradicciones muy grandes”.

¿Cuáles son las ideas centrales de su ponencia El papel de las mujeres en la sociedad y en una Iglesia sinodal?

El papel de las mujeres lo hemos tratado muchas veces en la Escuela. No es una novedad. Casi todos los años dedicamos alguna reflexión o clase a la mujer en distintos aspectos, necesarios. Y ahora, una vez más, con respecto al Sínodo, nos hemos planteado lo que las mujeres pedimos en este momento, de manera que no sea una especie de que todo cambie para que todo quede igual.

¿Cómo ves la realidad de las mujeres en la sociedad?

La sociedad en los últimos años ha cambiado mucho. Y ha cambiado muchísimo el papel de las mujeres. Igual no es suficiente, pero, bueno, la verdad es que se están dando unos pasos gigantes. En el fondo la situación de hombres y mujeres en la sociedad tiene un marco cultural, es un caldo cultural, y como todos los caldos culturales cambia despacio y alimentan estereotipos y mitos, y también pueden dejar de alimentarlos. Hay un cambio cultural importante hoy en la sociedad, que llegará a más o a menos, pero que rompe ciertos mitos que han mantenido a las mujeres siglos, por no decir milenios, en un plano muy secundario, silencioso, obediente. Hay que pensar en el papel que ha jugado durante estos siglos la cultura, la filosofía, un androcentrismo muy acentuado. En el fondo ha habido un problema de poder, que determina casi todos los problemas de este mundo.

¿Son esas las dificultades que impiden avanzar hacia una igualdad plena?

La cultura cambia despacio, es el caldo de cultivo que sostiene la sociedad. Cualquier aspecto o marco cultural cambia despacio. Pero estamos asistiendo un cambio cultural importante que afecta a la vida de las mujeres. Ya hace más de 50 años que Juan XXIII mencionaba que entre los signos de los tiempos característicos de una sociedad de progreso estaba la entrada de las mujeres en la vida pública, la salida de las mujeres a la sociedad. Llega a decir claramente: las mujeres ya no admiten ser consideradas como un instrumento, sino que se las trate como una persona tanto en el hogar como en la vida pública. La clarividencia de Juan XXIII, que también tuvo para otras cosas, la tuvo para las mujeres.

¿Y por qué en la Iglesia se va por detrás de los procesos igualitarios?

Realmente la Iglesia no imita a la sociedad, ni es la misma estructura de la sociedad. Es totalmente distinta. Otra cosa es que la Iglesia se comportó, desde Constantino, como una estructura piramidal. Esa estructura, que ha colocado en lo más alto el poder masculino, tiene unas contradicciones muy grandes. Si vamos a la base, las parroquias funcionan bien, un consejo pastoral funciona bien, ahí las mujeres tienen poder de decisión junto con los hombres. Pero según se va subiendo, el poder de decisión va disminuyendo, porque la estructura piramidal lo devora. Estamos acostumbrados a una minoría masculina, que sigue los procesos y toma las decisiones. Por ejemplo, el Concilio [sínodo] de la Amazonía tuvo una participación importantísima, pero al final quien elabora el documento, quien quita y quien pone es una minoría de hombres y de obispos, de célibes, comisiones masculinas. Entonces todo eso que se ha trabajado en las bases más potentes, va descolgándose por el camino. Y es una lástima, porque toda esa aportación que se ha hecho por hombres y mujeres, de los estratos más sencillos, más cercanos a la realidad, va disminuyendo o va cambiando el lenguaje, volviéndose abstracto. Es una lástima porque toda esa riqueza se va empobreciendo. Ese es nuestro miedo.

¿Qué esperas de todo este proceso, hacia dónde debe ir la Iglesia para que sea sinodal respecto a la mujer?

Quiero tener, como dicen algunas teólogas, resistencia y prudencia. Pero las cosas en las estructuras muy ancladas van despacio. Estoy con Francisco cuando dice que los cambios rápidos pueden ser superficiales. Vamos paso a paso. En la Evangelii gaudium habla de pasos, cuando dice que el tiempo es superior al espacio. Es una estructura sólida, como hay otras muchas en la sociedad, muy anclada, muy alimentada desde el interior. Después te encuentras cosas muy importantes en las aportaciones al Sínodo, que, después las comisiones episcopales al hacer la síntesis del país, cuestiones del Vaticano II todavía no se han desarrollado. Cuando en el Concilio se habla de Pueblo de Dios, incluye a hombres y mujeres, se nos concede a todos igual dignidad, igual situación, igual futuro, igual todo, pero eso no se ha desarrollado convenientemente.

¿Cómo valoras el movimiento Revuelta de las Mujeres en la Iglesia o el Sínodo de las Mujeres de 2022?

A mí me daría pena que la Revuelta de las Mujeres o el Sínodo de las Mujeres se tiñera de tinte feminista y punto. Es mucho más. La Iglesia tiene un plus de igualdad, que no ha desarrollado suficientemente y que ha sido muy reticente al desarrollarlo por parte de algunos sectores. El aporte importante de la teología feminista es una lectura de la Palabra con ojos de mujer, una lectura de la realidad con ojos de mujer y una lectura de la Iglesia con ojos de mujer. En ese sentido hace una aportación enorme. A mí, los movimientos dentro de la Iglesia, en los que yo participo como la Revuelta de las Mujeres, me parecen un toque de atención muy importante, pero no lo veo como una aportación de feminismo, porque el feminismo lo bloquearía, lo limitaría. Es una reivindicación de la igualdad en el pueblo de Dios. La Revuelta puede ser un toque hasta que la igualdad sea la costumbre en la Iglesia.