¿Cuántos tanques tiene el Papa para la paz en Ucrania?

¿Cuántos tanques tiene el Papa para la paz en Ucrania?
FOTO | El papa Francisco alza una bandera ucraniana que le llevaron desde Bucha, Ucrania, durante su audiencia general semanal en la sala Pablo VI, Ciudad del Vaticano, miércoles 6 de abril de 2022. (Alessandra Tarantino / Associated Press)

Stalin preguntó en 1935 a Pierre Laval, ministro francés de Asuntos Exteriores, cuántas divisiones militares tenía el Papa. Quizá hoy muchos liberales y socialdemócratas antiestalinistas, que intentan moldear con un pensamiento único la opinión pública sobre la guerra en Ucrania, se planteen irónicamente la misma pregunta ante las propuestas pacifistas de Francisco. Él propugna una salida de este conflicto que es distinta a las defendidas por Putin, la OTAN, la UE y Estados Unidos. Este Papa es un líder global y merece ser escuchado. Su pensamiento está expuesto en los libros Contra la guerra, no traducido al español, y Encíclica sobre la paz en Ucrania, publicado recientemente en nuestro país.

Francisco ha condenado siempre la invasión rusa de Ucrania. Los calificativos textuales son claros: violenta y repugnante agresión, masacre insensata, guerra sacrílega. Utiliza constantemente el término “martirizado pueblo ucraniano“. Ha defendido la legítima defensa de Ucrania ante la invasión de Rusia, pero desde hace tiempo propugna que “callen las armas” y se intensifique la acción diplomática para la paz.

No se sale de una guerra prolongándola

La guerra en Ucrania la ubica en el contexto de las numerosas guerras regionales que asolan el mundo. El belicismo imperante es fruto de una geopolítica basada en la estrategia de los Estados más poderosos para defender sus intereses. Es una vieja lógica del poder entendido como dominación y avasallamiento. Esa geopolítica determina y traspasa el conflicto entre Rusia y Ucrania. Al ubicarse en una macro estrategia por la hegemonía global, piensa que estamos ya en una guerra mundial. A mediados de septiembre de 2022 lo dijo con toda claridad: “es un error pensar que esto es una guerra entre Rusia y Ucrania y punto. No: esto es una guerra mundial”.

La escalada de la guerra como solución del conflicto que la engendra es rechazada. No se sale de una guerra prolongándola. Afirma claramente que “la verdadera respuesta no son más armas, más sanciones. Me avergüenzo cuando leo que un grupo de Estados están empeñados en destinar el 2% del PIB para adquisición de armamentos como respuesta a lo que está sucediendo. ¡Una locura!”. El alto el fuego y el inicio de un diálogo multilateral para la paz son imposibles si el arte de la diplomacia no es más intenso que el arte de la guerra. Francisco habla y actúa desde el sufrimiento del pueblo ucraniano y del pueblo ruso, el cual debe estar por encima de los intereses de los Estados que desean alargar la guerra sin dar prioridad al cese de ese dolor popular. Es interesante su crítica al belicismo desde el feminismo: “si el mundo fuese gobernado por mujeres, no existirían tantas guerras”.

Este planteamiento pacifista racional lo hace efectivo a través de un discurso público para generar una cultura de paz y de una intensa acción diplomática. Está en contacto con los dos presidentes de gobierno y con sus embajadores en el Vaticano, sigue intentando visitar los dos países, la Secretaría de Estado propuso en el pasado diciembre una Conferencia Europea de Paz, en un intento de reactivar el espíritu de Helsinki, y la Pontificia Academia de Ciencias Sociales está trabajando con un grupo de expertos internacionales en propuestas concretas de resolución pacífica del conflicto. Además, hay visitas y encuentros con las partes enfrentadas para generar condiciones de confianza mutua. No se improvisa el alto el fuego. Es difícil apoyar a Ucrania y mantener cauces de diálogo con Rusia, pero considera que este gran país tiene que encontrar su encaje en un mundo pacificado.

Es muy interesante constatar que Francisco contempla la guerra en Ucrania desde su anclaje en los problemas de África, Asia y América Latina. Su rechazo absoluto a la prolongación militar de esta guerra nace también del hecho de que está empobreciendo dramáticamente a los pueblos del Sur global e impide dar prioridad a los problemas del hambre, las desigualdades internacionales y la destrucción medioambiental. Ese olvido de las masas empobrecidas que tienen las élites políticas, económicas y militares que desean prolongar la guerra, está generando una escalada bélica que puede llevar a una hecatombe nuclear. Suenan los tambores de guerra hasta el final cuando Biden declara que “Ucrania nunca será una victoria para Rusia” y cuando Putin afirma que nada frenará su victoria final y suspende los acuerdos de control nuclear. Esta situación radicaliza su discurso pacifista racional. Por ello, en el libro Una encíclica por la paz en Ucrania recupera y aplica las tesis de relevantes científicos expuestas en el Manifiesto Russel-Einstein:” Tenemos que aprender a preguntarnos no qué medidas hay que tomar para que el grupo que preferimos obtenga la victoria militar, sino qué medidas hay que tomar para prevenir o detener la conflagración militar”.

Para una paz duradera: Del alto el fuego en Ucrania a una nueva gobernanza mundial multipolar

Considero que, además de la resistencia a la invasión intolerable de Rusia y su guerra cruel, en el territorio ucraniano se está librando otra guerra por la hegemonía mundial de Estados Unidos que tiene como fondo su pugna con China. Esto también es intolerable. La estrategia de alargar la guerra para llegar a un punto de equilibrio de fuerzas y entablar entonces acuerdos de paz conlleva inevitablemente construir una gigantesca pirámide de sacrificios y muertes de la población ucraniana. Es un sadismo bélico vergonzoso vinculado con un cálculo político-militar incierto.

Hay que ir preparando un alto el fuego a corto plazo para una resolución pacífica del conflicto que ha de tener en cuenta los 10 puntos establecidos por Zelenski, bajo el beneplácito de la UE y Estados Unidos, y los que plantee Putin. Ya sabemos que son inconciliables de entrada. Por eso necesitamos urgentemente negociaciones y no escalada militar. Para que lleguen a buen puerto es imprescindible la mediación de un grupo de Estados e instituciones internacionales formado por China, Turquía, Brasil, India, Sudáfrica, entre otros. La UE y otras asociaciones interestatales tienen que intervenir.

Desde mi punto de vista, la perspectiva final es crear una nueva arquitectura de gobernanza mundial que, cambiando el marco actual de la ONU, se base en el policentrismo cooperativo, renuncie a hegemonismos imperialistas y acabe con el comercio de armamentos que alimenta las guerras existentes. Lo central y más importante es poner todas las energías en un programa mundial centrado en los problemas globales que más sufrimiento generan a los pueblos. No podemos tolerar que la gravísima situación social y ecológica que atraviesa nuestro mundo quede desplazada por el enfrentamiento armado. La inmensa mayoría del mundo que vive en el Sur global demanda otra lógica internacional y por eso no apoya la continuidad del belicismo imperante y el inmenso gasto militar que conlleva.

El problema de esta guerra puede convertirse en una oportunidad para una nueva geopolítica colaborativa. Es imprescindible una nueva relación entre Estados Unidos y China. La voz de las ciudadanías tiene que ser escuchada, pero para eso hay que movilizarse por la paz como se está haciendo en Alemania, en Italia y escasamente en España.

Francisco no tiene tanques, pero sí “armas del espíritu”. Así las denomina y propone. Son la diplomacia activa, la generación de confianza mutua, el diálogo entre enemigos, la renuncia a cualquier forma de imperialismo, la capacidad de construir un mundo policéntrico, la visión de la realidad desde las poblaciones y no desde las élites de los Estados, la prioridad de los problemas sociales y ecológicos globales frente a los políticos-militares. Ciertamente, es un profeta desarmado, pero las “armas del espíritu” son más eficaces que las de la guerra.

Pienso que las estrategias de Putin y de la OTAN se parecen a las imágenes de la película Los Hermanos Marx en el Oeste, cuando van destruyendo la madera de los vagones para alimentar la máquina de un tren que llegará a la estación totalmente destruido. A eso nos encaminamos. Hoy se dan tanques a Ucrania, mañana aviones de combate e inevitablemente se pedirá y concederá la entrada de las tropas de la OTAN en territorio ucraniano. El envío de Polonia y Eslovaquia –miembros de esta organización militar– de aviones de guerra a ese país dan fundamento a lo que acabo de afirmar. De verdad, ¿es creíble que Ucrania puede vencer a Rusia sin la intervención de los ejércitos occidentales en combate directo? Estamos subiendo al precipicio de la III Guerra Mundial. Francisco señala un camino diferente que merece ser conocido y transitado.

 

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Este artículo ha sido publicado originalmente en Público