¿Se agrieta el consumismo?
Quizás hayan oído hablar del frugalismo y quizás, como en mi caso, su primera reacción fue de alivio y alegría. ¡Por fin se pone de moda consumir lo justo (de justicia) y necesario!
Seguro que ese movimiento, surgido en Estados Unidos (EEUU) hace como un lustro, está formado por gente que decide dejar de funcionar como el apresurado conejo blanco de Alicia. Si vivimos para trabajar, se dicen, dejemos de trabajar para, simplemente, vivir.
La segunda reacción fue de sospecha: ¿por qué frugalismo y no frugalidad? Intentando averiguar si son sinónimos, me dirigí al diccionario de esa academia tan real que ilustra sobre las palabras. La respuesta fue «La palabra frugalismo no está en el diccionario» (los sinónimos suelen ser, como poco, engañosos). ¿Acaso el «neopalabro» sugiere, como casi todos los ismos, que se trata de la radicalización de la frugalidad, palabra que sí que existe y significa «templanza, parquedad en la comida y la bebida». ¿Un movimiento entregado a la práctica y promoción de la muy cardinal virtud de la templanza?
Antes de apuntarme decidí informarme mejor y descubrí que una de sus «biblias» es el libro de Gisela Enders Financial freedom: How People Live When They No Longer Need to Work (Libertad financiera: cómo vive la gente cuando no necesita trabajar). Hay títulos que lo dicen todo.
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Periodista
Autora del libro de Ediciones HOAC Maneras de vivir