La experiencia de acogida de la comunidad Paredes de Nava en Palencia
En este entrevista, publicada en la revista Migraciones para la campaña 2022-23 de la Subcomisión Episcopal para las Migraciones y Movilidad Humana, Diego Redondo, párroco de Paredes de la Nava, habla de la experiencia de acogida de personas migrantes en la comunidad eclesial que anima
Diego, preséntanos tu realidad y tu servicio pastoral
La realidad de la Unidad Pastoral de Paredes de Nava, a la cual sirvo está compuesta por los pueblos de Paredes de Nava, el Valle del Retortillo –formado a su vez por Villalumbroso, Villatoquite, Añoza, Abastas y Abastillas– junto a los otros pueblos de Villanueva del Rebollar y Cardeñosa de Volpejera. En total, siete pueblos junto a la Villa de Paredes de Nava.
Son contextos muy similares en términos de zonas rurales y ambiente de fe. A ello sumamos la atención de una pequeña comunidad de religiosas contemplativas de la Orden de Santa Brígida ubicadas en el centro urbano de Paredes de Nava, localidad de unos 1.900 habitantes. En total, la atención es de movilidad con el coche a las comunidades del alfoz.
La mayor pastoral es la eucaristía diaria en la parroquia y religiosas, la preparación a los sacramentos de iniciación cristiana, los enfermos, la residencia de ancianos, la atención de Cáritas, grupos de formación, la celebración de la religiosidad popular, muy marcado en tierra de campos, de novenas y procesiones en honor de la Virgen o los Santos. Paredes de Nava es un pueblo con experiencia de acogida de personas que quieren hacer su proyecto de vida en el mundo rural y de acogida a desplazados ucranianos.
¿Qué ha significado eso para tu comunidad parroquial?
En los últimos años y meses estamos viendo la integración e incorporación de familias a nuestro pueblo. Nuestras zonas rurales ya iban recibiendo, según la necesidad de mano de obra, la absorción de personas que podían ejercer un servicio para subsanar una necesidad –ganadería, sector servicios, etc…–, ya en años muy anteriores. Pero ahora se ve la nueva voluntad de acomodarse familias enteras a unos nuevos proyectos de vida en nuestras zonas rurales. Proyectos que implican incluso el mostrar sus capacidades para emprender nuevos negocios. Agravado esto más, con la pandemia y situación de convivir en las grandes urbes, de lanzarse a una nueva comodidad de vida que les proporcionan nuestros pueblos. Por hablar aquí de Paredes de Nava, han resultado muy positivas las familias que van integrándose en nuestra vida cotidiana rural. Aportan y reciben. Creo que se ha creado una buena combinación.
Y, por supuesto, con el conflicto bélico de Ucrania, fuimos los primeros receptores de la acogida de refugiados ucranianos en el cual pudimos y podemos comprobar la capacidad humana de la gente en un vuelco total, no solo en manos de los voluntarios, sino con una solidaridad total para los recursos necesarios.
Es de premiar especialmente la total apuesta que el Ayuntamiento de Paredes de Nava con Yolanda Diez, su teniente alcalde, junto con el Proyecto Arraigo con Ana Gutiérrez la técnica, a la hora de facilitar la integración en tema de vivienda, trabajo y acogida de las familias que por su perfil se pueden asentar.
Desde tu experiencia, ¿cómo construimos un futuro con migrantes y refugiados en comunidades acogedoras y misioneras?
Desde mi pobre y sencilla trayectoria pastoral creo que es necesario vivir estas experiencias de integración. Enriquecen a las comunidades y crean nuevos vínculos, hasta el conocimiento de otras tradiciones de fe y de cultura por aquí desconocidas. Se sabe cómo a lo largo de la historia no solo la Sagrada Familia fue emigrante y refugiada, sino también los fieles, que cuentan cómo de jóvenes recibían a los niños y niñas alemanes que en su época tuvieron que emigrar. Ver ahora de nuevo a madres ucranianas con niños en los brazos les ha evocado ese grato recuerdo que un día compartieron de niñez y juventud.
Esto potencia la dinámica misionera de la comunidad, de nuestra Iglesia local. Se nos ayuda a vivir unas actitudes muy de Cristo: acoger, escuchar, atender y celebrar juntos.
No somos adivinos pero, ¿qué futuro querrías para los pueblos y parroquias donde vives y trabajas? ¿Cómo pueden contribuir a ese futuro autóctonos junto a migrantes y refugiados?
¿El futuro? Impredecible, en las manos del buen Dios. Pero veremos mucho cambio en la hora de la restructuración, en la manera celebrativa y en una mayor implicación y participación por parte de todos. Por ello es bueno que quien vive la fe nos ayude a seguir viviéndola con él.
Tenemos que tener las puertas abiertas e involucrarnos en la manera de acoger. No podemos cerrar las puertas. Este año ha supuesto la suma de cuatro nuevos bautizos y tres nuevos niños que han recibido su primera comunión en nuestra comunidad. Y ver eso alegra el corazón. Ya teníamos experiencia de integración en la parroquia de una pequeña comunidad de mexicanos que han ido llegando y creciendo en el pueblo. Su fe en la Virgen de Guadalupe es impasible, y su gozo en las fiestas del Corpus, adornando las calles con flores, palomas, colorines y cohetes, nos hizo descubrir otra manera de celebrar esa gran fiesta de fe en el Jesús que sigue vivo.
Redacción de Noticias Obreras.