La barbarie
El asesinato hace unas semanas de 19 niños y dos maestras en una escuela de primaria de Texas y el aumento del gasto militar en el mundo son dos expresiones de una misma barbarie. Detrás de ella está el negocio más lucrativo del mundo, la fabricación y el comercio de armas. Un negocio que esconde intereses ilegítimos y cuenta con una ideología que lo encubre y pretende legitimarlo de manera indecente.
Masacres como la de Texas son relativamente habituales en Estados Unidos, una sociedad profundamente enferma de violencia. Porque, además, la realidad cotidiana es que la sociedad estadounidense sufre una enorme tasa de muertes violentas por armas de fuego, 6,1 muertes por cada 100.000 habitantes. Decenas de miles de muertes cada año. Una de las causas de esa terrible realidad es la proliferación sin control de las armas de fuego. Con razón exclamaba el presidente de Estados Unidos, Joe Baiden: «En el nombre de Dios, ¿cuándo le vamos a hacer frente al lobby de las armas?». El problema es que la sociedad estadounidense, ante tanto dolor, ha mostrado una triste incapacidad para hacerlo. La ideología que justifica la proliferación de armas es una barbarie crónica en el país, que ignora una evidencia: a más armas más inseguridad y más violencia. Son del todo aplicables a esta realidad unas palabras del papa Francisco: «Cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad; cada muerte violenta nos disminuye como personas (…) La violencia engendra violencia, el odio engendra más odio, y la muerte más muerte. Tenemos que romper esa cadena que se presenta como ineludible» (FT 227).
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Militante de la HOAC