Recuperar la política
Se ha celebrado en Sevilla una nueva edición de las Semanas Sociales que promueve la Conferencia Episcopal Española, con el tema «La regeneración de la vida pública. Una llamada al bien común y la participación».
Algo urgente y fundamental para nuestra sociedad. Estamos convencidos de que «regenerar la vida pública» pasa por «recuperar la política» en su más pleno sentido humano, desde la perspectiva del proyecto de fraternidad del Evangelio que desarrolla la Doctrina Social de la Iglesia. La Iglesia tenemos mucho que aportar a la sociedad en ese sentido y la responsabilidad de hacerlo. Entendemos que para ello son fundamentales cuatro cuestiones.
En primer lugar, la propia conciencia de que necesitamos recuperar la política, porque en gran medida socialmente la hemos perdido. Una gran parte de nuestra sociedad vive y siente la política como algo ajeno, solo como aquello que hacen «los políticos». Pero la política es mucho más, es una dimensión propia de la vida de todas las personas, parte de nuestra responsabilidad de cuidar de los demás y de la casa común. Es todo lo que hacemos para organizar de forma humana la vida social. Necesitamos recuperar la política como responsabilidad de todas las personas. Porque para realizar la fraternidad «hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común» (Fratelli tutti, 154). Es responsabilidad de todos colaborar a esa «buena política». La tarea de fomentar esa conciencia entre los cristianos y en el conjunto de la sociedad es ineludible.
En segundo lugar, ser testigos vivos de que es posible superar la confrontación permanente y la polarización partidista que sufrimos y destruye la política. Estamos llamados a ser practicantes incansables del diálogo entre personas y grupos que tienen posturas diferentes (FT 198) y de la cultura del encuentro (FT 215), que tanto necesitamos en nuestra sociedad. Construir «enemigos» es la negación de la política. Acoger la diversidad como un bien es lo propio de una buena política. No se trata de componendas ni de relativismos, sino de tomarnos en serio la dignidad de todas las personas para buscar construir juntos desde la riqueza de la diversidad.
En tercer lugar, vivir y proponer socialmente la «caridad política», el «amor social», como corazón de la política (FT 180 ss). Buscar construir relaciones e instituciones sociales que permitan a todas las personas vivir de acuerdo a su dignidad, sin que haya excluidos y descartados. La justicia debe ser el centro de la acción política y esta se construye desde el amor a las personas. Por eso, la caridad política mira siempre en primer lugar las necesidades y derechos de los empobrecidos, vulnerables, excluidos. Sin esto no es posible recuperar la política que mira a la fraternidad.
En cuarto lugar, para recuperar la política, estamos llamados a vivir y proponer el bien común frente al individualismo que nos deshumaniza. Porque el bien común consiste en construir las mejores condiciones sociales posibles en cada momento para que todas las personas puedan vivir de acuerdo a su dignidad, su clave esencial es dar prioridad a las necesidades y derechos de los empobrecidos. Y en ello, en nuestra sociedad, tres cosas son fundamentales: la realización práctica de los derechos sociales de personas y familias, sin que nadie sea excluido de ellos; la defensa de la dignidad del trabajo y del trabajo digno, pues «el gran tema es el trabajo» (FT 162); y promover cambios profundos en nuestro sistema económico para subordinarlo a fines sociales de justicia y no esté regido por el lucro a costa de lo que sea (Laudato si’, 189). •
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Comisión Permanente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC).