Vanuza: «Lo que he vivido yo, no se lo deseo a nadie»

Vanuza: «Lo que  he vivido yo, no se lo deseo a nadie»
Vanuza llegó a España hace cuatro años, como tantas, a intentar ganarse la vida. Empezó como interna cuidando a una persona mayor, pero, como a tantas otras, la vida que cuidaba se apagó demasiado pronto. Encadenó unos cuidados con otros hasta que fue a dar con la persona equivocada en El Puig (Valencia).

Según la investigación de 2020 «Mujer inmigrante y empleo de hogar: situación actual, retos y propuestas» de la Federación de Mujeres Progresistas: «Entre los perfiles de mayor vulnerabilidad social destaca el de las mujeres inmigrantes que trabajan en el sector doméstico». La pandemia por COVID-19 no ha hecho más que empeorar estas situaciones para las mujeres empleadas que son triplemente vulneradas: por ser mujeres, por ser migrantes, muchas veces en situación irregular, y por trabajar en uno de los sectores con mayor inestabilidad y precariedad en todo el Estado. Así lo explica Elisa Brey, investigadora en el Grupo de Estudios en Migraciones Internacionales (GEMI) en su reciente artículo para la revista Documentación social.

A estas vulneraciones de sus derechos, Brey añade «la escasez de redes de apoyo, sobre todo si llevan poco tiempo en España, o la falta de un permiso de residencia y trabajo, que supone la irregularidad administrativa», entre otros factores de riesgo. Del mismo modo, la irregularidad en la que muchas de ellas se encuentran las excluye del acceso a subsidios o ayudas extraordinarias. Durante la pandemia, por ejemplo, «quedaron fuera de medidas de emergencia adoptadas por el Gobierno central, como el ingreso mínimo vital o el Real Decreto Agrario (Decreto 13/2020)»2.

Vanuza es una de estas mujeres. Esta brasileña de 50 años fue peluquera en su país antes de venir a España. Tuvo que dejar su oficio y buscarse la vida porque sufrió una tendinitis en la muñeca que le obligó a dejar la peluquería e iniciar su proyecto migratorio.

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