“Echaba de menos intervenir en aquellas condiciones que permiten a la persona enfrentar su día a día laboral con confianza”

“Echaba de menos intervenir en aquellas condiciones que permiten a la persona enfrentar su día a día laboral con confianza”
Sergio Morán Sepúlveda es un obrero laico, padre de familia, delegado de Prevención Laboral y cristiano de espíritu hoacista. Actualmente ocupa la responsabilidad de Salud Laboral de CCOO del Hábitat de Cataluña. Después de su paso por el programa Llevant dins la pasta de la Pastoral Obrera de Catalunya en Radio Estel, ahonda en su papel como garante de la integridad de los trabajadores y trabajadoras.

¿Qué es un delegado de Prevención?

Es un delegado de personal, representante de sus compañeros y compañeras de trabajo en el centro de trabajo, y por tanto escogido por ellos, pero que además tiene unas funciones específicas que le otorga la Ley de Prevención de Riesgos Laborales.

Estas funciones van en la línea de asegurar la participación de la gente trabajadora, en diálogo con el empresario, en todo lo que es la prevención de riesgos laborales en la empresa, desde la identificación y evaluación de dichos riesgos hasta la definición de las medidas para reducirlos o incluso eliminarlos, así como la planificación en el tiempo de los recursos necesarios para implantar estas medidas.

¿Por qué se hizo delegado de Prevención?

Después de unos años de mi incorporación al mundo del trabajo, me di cuenta de que había una serie de derechos de los y las trabajadoras que no se respetaban, y que quizás era conveniente poder plantearlo a la dirección de la empresa con la legitimidad oficial que permitía la ley. Por eso me presenté, junto a otros compañeros, a las elecciones para delegado de Personal.

En aquellos años (inicio de los 90) la prevención de riesgos en mi empresa se centraba sobre todo en la seguridad. Pero eran otros derechos los que llamaban más mi atención: prolongaciones habituales de las jornadas, falta de formación, falta de promoción y reconocimiento de categorías, sobrecarga de trabajo y, en general, autoritarismo jerárquico que se fortalecía con la inestabilidad contractual de las personas de categorías inferiores, que les situaba en una posición de debilidad y miedo, ligada a la necesidad de su bajo salario.

Era muy difícil reconducir las prácticas y los hábitos empresariales. Tras la promulgación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales recibió un especial empuje una visión más integral

Todo ello lo fuimos tratando desde el comité de empresa en reuniones con los representantes de la dirección. Era muy difícil reconducir las prácticas y los hábitos empresariales. Entonces, tras la promulgación de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, dadas las directivas europeas y también la doctrina de la OIT, recibió un especial empuje una visión más integral. De hecho, si de lo que se trataba era de preservar la salud de las y los trabajadores, debíamos tener en cuenta que la salud es (según la OMS) “el completo bienestar físico, mental y social, y no solo la ausencia de afecciones o enfermedades”.

Por eso yo echaba de menos que cuando decíamos que teníamos que hacer prevención no nos preocupáramos de aspectos relativos a la misma concepción de los puestos de trabajo, de todas aquellas condiciones que le permiten a la persona enfrentar su día a día laboral con confianza, perspectivas de desarrollo profesional, posibilidades de hacerse un proyecto de vida familiar…

Pero fue entre 2005 y 2006 cuando descubrí lo que la ley denominaba riesgos psicosociales. Se hablaba de evaluar los riesgos asociados al ritmo de trabajo, la autonomía del trabajador, las posibilidades de desarrollo, la incertidumbre en las condiciones laborales, la calidad de liderazgo de los superiores, el nivel salarial, las posibilidades de conciliación… Y estos riesgos eran de tan obligada atención en las empresas como los riesgos de seguridad, de higiene o los ergonómicos.

En ese momento fue cuando quise ofrecerme para ser delegado de Prevención.

¿Y cómo le ha ido este camino?

La ley de prevención nos ofrece a las personas obreras una puerta hacia la democratización de las empresas en un ámbito tan propio para los empresarios y las empresarias como es el de la organización del trabajo. No tenemos “derecho a decidir”, pero sí derecho a la información y a la consulta por el empresario antes de tomar cualquier decisión que pueda afectar a nuestra salud. Además, este derecho a ser consultados incluye la obligación del empresario de motivar (justificar) sus decisiones si no son acordadas con los y las obreras o sus representantes. Y, en cualquier caso, cualesquiera que sean las medidas implantadas por el empresario para reducir los riesgos psicosociales evaluados, habrá que hacer seguimiento de la eficacia real de aquellas medidas, por si fuera necesario intensificarlas o cambiarlas.

En este marco, en la empresa donde yo soy delegado de prevención, hemos ido dando los siguientes pasos: en 2006 descubrimos la diferenciación que realizaba la ley de prevención en cuanto a los riesgos psicosociales; conocimos la existencia de un método de máximo prestigio internacional (COPSOQ) para evaluar estos riesgos; un método adaptado a la población española por el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) promovido por CCOO; y escogido como método de referencia por la Generalitat de Catalunya; desde el comité de empresa y la sección sindical de CCOO, de la que soy delegado, nos esforzamos por convencer a la empresa de que realizara la evaluación de riesgos psicosociales con las garantías que exigía la ley.

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En 2012 conseguimos, no sin recurrir a la Inspección de Trabajo, disponer del informe preliminar de la evaluación, que era revelador del elevado nivel de ciertos riesgos que sufrían muchos de los trabajadores de la empresa; desde entonces, el proceso de negociación, entre representantes de la parte obrera y representantes de la dirección, para acordar medidas preventivas, y la planificación para su implementación, apenas ha pasado del papel.

Muchas veces creemos que la ley, la técnica, la tecnología y, en todo caso, recurriendo a las autoridades inspectoras y sancionadoras, será suficiente para cambiar las cosas. Pero, con todo esto, todavía tenemos los peores contratos para las personas que hacen los trabajos más penosos: registros de jornadas que ocultan prolongaciones del horario ordinario; falta de itinerarios formativos para la mayoría de las personas trabajadoras; carencia de procedimientos objetivos de promoción; dificultades para la compactación del horario en los casos de maternidad y paternidad, casi obligando a las personas a reducir su jornada, con la correspondiente reducción de su salario, precisamente en los momentos en que llega un nuevo miembro a la familia; trabajadores de empresas subcontratistas con quienes compartimos centros de trabajo y hacen jornadas habituales de 60 horas semanales, con precio/hora muy por debajo de los del convenio sectorial, y con una inestabilidad contractual absoluta.

Las sanciones no tienen suficiente fuerza disuasiva sobre las empresas y a veces se da la falta de colaboración de los mismos trabajadores, cautivos de sus miedos a las represalias empresariales

Todo ello con una acción de la Inspección muy limitada. Por un lado, por una ley de sanciones que no tiene suficiente fuerza disuasiva sobre las empresas. Por otro, por la falta de colaboración de los mismos trabajadores, cautivos de sus miedos a las represalias empresariales.

Respecto a los tribunales de justicia, la capacidad de las empresas para recorrer las posibles sentencies favorables a la parte obrera acaba convirtiendo los procesos en interminables, y pone a prueba la paciencia, cuando no la fortaleza psicológica, de la persona trabajadora, que evidentemente sufre mucho más en estos casos que una persona jurídica como es la empresa.

Y, hablando de daños a la salud de la persona trabajadora, no olvidemos que ante los daños psíquicos (como estrés, ansiedad,  depresión…), las mutuas de accidentes jamás reconocen de entrada el origen laboral de este daño. Con lo cual, si la persona trabajadora cree que el daño se debe a las condiciones laborales que sufre y quiere tener alguna posibilidad de que la empresa haya de investigar estas condiciones para corregirlas, no podrá –precisamente en un estado de particular debilidad– más que iniciar un proceso de reclamación. Si esta reclamación no prospera, la persona deberá enfrentar su recuperación sabiendo que se reincorporará a un puesto de trabajo sin cambio alguno respecto a las condiciones que fueron las causantes de su mal. No es raro que las personas que pasan por depresiones por razones laborales acaben marchando de la empresa.

Hay organismos e instituciones donde encuentras personas que, más allá de las limitaciones de estas instituciones, se esfuerzan cada día por ser leales a los objetivos de justicia para las personas a quienes sirven

Con este panorama, ¿se podría pensar que esta vía no tiene demasiado sentido?

No obstante lo dicho, contamos con muchas realidades de dentro y fuera de la empresa que para mí son motivo de esperanza: compañeras y compañeros que individualmente, cuando la empresa vulnera sus derechos, deciden enfrentarse a ella, sea en la Inspección o en los tribunales; compañeras y compañeros de la empresa que colectivamente deciden expresar abiertamente su posicionamiento contrario a alguna de las decisiones de la dirección, incluso cuando estas decisiones no les afectan directamente; un sindicato como CCOO –del que soy afiliado– y otros sindicatos de clase donde, además de recibir formación y asesoramiento laboral y jurídico, nos podemos organizar con trabajadores de otras empresas y sectores para defender y luchar por  nuestros derechos laborales y sociales; organismos e instituciones donde encuentras personas que, más allá de las limitaciones de estas instituciones, se esfuerzan cada día por ser leales a los objetivos de justicia para las personas a quienes sirven, sin prejuicios ni discriminaciones; y, lo más importante para mí: un Espíritu que nos invade a todos y a todas, pero que solamente se deja ver cuando le apoyamos en los demás; un Espíritu desbordante en la persona de Jesús de Nazaret, y que para mí es muy visible en el movimiento obrero de acción católica de la HOAC, en sus hombres y mujeres militantes, a quienes me siento espiritualmente muy unido.

Somos seres herederos del fruto de las luchas de otros que nos han precedido, y también pasaremos sin ver la mayor parte del fruto de nuestras luchas que, como cristiano, creo que nos llevarán a todos y a todas hacia la plenitud en el Espíritu.

Escucha el programa Llevan dins la pasta de Radio Estel, donde habla brevemente de estos temas.