Con una mirada agradecida a la “Laborem exercens”
Hace nada menos que 40 años fue publicada la encíclica Laborem exercens del papa san Juan Pablo II sobre el trabajo, en conmemoración del 90 aniversario de la encíclica Rerum novarum de León XII (1891). Constituye la «Carta Magna del Trabajo».
Produjo impacto en su momento. Después de tantos años conviene preguntarnos: ¿ha dado frutos esta encíclica en la Iglesia? ¿Ha marcado una línea pastoral de la que no se puede prescindir?
Importancia de esta encíclica
Es una encíclica monográfica sobre el trabajo. Aparentemente, parecía una vuelta atrás, hacia la problemática de la sociedad industrial de años anteriores.
La encíclica Laboren exercens (LE) quiso mostrar con rotundidad que, sin dejar a un lado los otros problemas sociales existentes, el trabajo es el centro y la clave de la cuestión social, de la problemática que tienen las personas y la sociedad. Sin solucionar la problemática laboral y sin el respeto y la promoción de la dignidad del trabajador y la trabajadora y de sus derechos, la sociedad no va por buen camino en la búsqueda de una sociedad sana. Ante todo, la persona del trabajador que es hijo e hija de Dios y que no debe nunca ser tratada como mercancía.
El Papa era consciente de la crisis económica que sufría la humanidad a partir de la crisis del petróleo del año 1973. Con graves consecuencias para el mundo del trabajo, aumento del desempleo y reducción de los costos de producción que se cebó en el mundo de los trabajadores. Ante toda esta situación el Papa afirma la dignidad del trabajo, la promoción de sus derechos y condena la degradación de las condicione de trabajo.
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Fue consiliario general de HOAC y director del departamento de Pastoral Obrera de la CEE