Que sean uno, Padre (Jn 17, 20-26)
Esa es la oración de Jesús. La oración de la fraternidad y el cuidado, en la que insistir para afirmar el sueño posible de la fraternidad, don de Dios que pedimos con insistencia y confianza. Que seamos uno, entre nosotros, con cada hombre y mujer, con toda la creación. Este tiempo puede ayudarnos a gozar de la fraternidad con todos y con todo.
Puede ayudarnos a descubrir, a abrazar, a orar, la comunión; la fraterna comunión que podemos vivir y debemos orar.
Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante… Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos (FT 8). Que la fuerza y la luz de la gracia recibida se explayen también en la relación con las demás criaturas y con el mundo que los rodea, y provoque esa sublime fraternidad con todo lo creado que tan luminosamente vivió san Francisco de Asís (LS 221).
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De comienzo en comienzo. Ahora de vicario parroquial, y proyecto de teólogo.