La lucha por la justicia
No podemos hablar de trabajo decente si los trabajadores y trabajadoras no reciben una remuneración justa ni si sus condiciones laborales no respetan su salud ni su integridad física y moral.
En el nuevo número del Boletín INFOR, presentamos un análisis sobre las recomendaciones de la OIT, particularmente en lo que respecta al pensamiento social de la Iglesia, así como testimonios de miembros de los movimientos del Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos (MMTC) en los cuatro continentes.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) a través de sus propuestas o mandatos nos ayudan a reflexionar y luchar con vehemencia por un trabajo decente para todos y todas. El MMTC desde su fundación, en 1966, siempre ha alentado a sus militantes a luchar por un trabajo decente que respete la dignidad de las mujeres y los hombres en el mundo laboral. Y lo hace a través de su labor formativa y sus propuestas de acción concretas.
El concepto de trabajo decente fue propuesto por primera vez por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en 1999. De hecho, en el mensaje del director general de la OIT, Juan Somavía, a la Conferencia Internacional del Trabajo de 1999, el trabajo decente se define como «trabajo remunerado, realizado en condiciones adecuadas, en un régimen de libertad, equidad y seguridad». El trabajo decente debería permitir a los trabajadores y sus familias llevar una vida digna y saludable.
Bajo la noción de trabajo decente, la OIT unificó diversas campañas impulsadas por la propia organización en el último cuarto del siglo XX. Así, bajo este término, englobó las luchas contra las condiciones laborales precarias y la reducción de los salarios reales de los trabajadores y promovió los derechos laborales fundamentales: libertad sindical, derecho a la negociación colectiva, eliminación de todas las formas de trabajo forzoso, trabajo infantil y toda discriminación relacionada con el empleo (especialmente por género y raza) (Fields, 2003, p. 242). A estas campañas, agregó los temas de protección social de los trabajadores y trabajadoras y el diálogo social.
Más de setenta países en el mundo han establecido un salario mínimo fijado por sus gobiernos, a través de la negociación colectiva y las acciones sindicales, según explica José Luis Gonçalves, profesor universitario. La mayoría de los sindicatos han luchado por el bien de los trabajadores durante siglos, pero la situación ha cambiado poco, según Jean Pierrot, secretario general del movimiento en Madagascar. Hay mucha disparidad entre los diferentes países en cuanto a los salarios percibidos por los trabajadores y trabajadoras, escribe Félix Marguerite, del MTC de Martinica. La lucha de los trabajadores por un trabajo decente incluye un «salario digno» para vivir por encima del umbral de la pobreza, según Sinapan Samidorai, del CFSM de Singapur. La primera causa (de los salarios demasiado bajos) es el modelo de «mano de obra competitiva», es decir, barata explica la Comisión Permanente de HOAC de España. El código laboral de Mali establece el principio de igualdad salarial, según la Coordinación Nacional de MTC en Mali. Los consiliarios, Jean Louis Totozafy y Bernard Robert, nos brindan una perspectiva cristiana sobre un salario justo y decente: ¡un salario de por vida!
Los movimientos afiliados al MMTC en los cuatro continentes África, América, Asia y Europa reafirman su compromiso en la lucha por la justicia junto con todos los seres humanos y en la misión a la que Jesucristo les llama.
Movimiento de Trabajadores Cristianos de Brasil