Un trabajo decente y saludable

Un trabajo decente y saludable
Eucaristía de celebración de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente en Castellón

Es un derecho humano consiguiente a la dignidad de la persona. Conscientes de que el profundo estupor y respeto por la dignidad de toda persona se llama Evangelio, una y otra vez los cristianos, en privado y en público debemos proclamar esa verdad. El problema no está en que teóricamente y en las declaraciones de palabra o por escrito se niegue algo tan elemental en una sociedad moderna que se dice democrática.

La dificultad está en la práctica dentro de un sistema cuya ideología o interés prioritario no es la salvaguardar y promover la dignidad de todas las personas, sino sacar el máximo beneficio económico individualmente, utilizando sin más a los trabajadores.

El arzobispo de Sevilla, con motivo de la Jornada Mundial por Trabajo Decente que debe ser saludable, publicó una nota realista y breve, que termina con la invitación del papa Francisco: “El  hombre es señor y no esclavo del trabajo ¡No más muertes en el trabajo! Y esforcémonos por lograrlo”. Pero ¿cómo?, ¿dónde concretar el esfuerzo? Ya tienen valor las denuncias de los atropellos en la situación actual y los reclamos de mejora. Pero, ¿que más podemos hacer en la práctica?

Primero, ejercer nosotros mismos en ámbito del trabajo, el cuidado sobre nuestra propia vida y sobre la vida de quienes trabajan con nosotros. Segundo, colaborar con  personas, grupos o asociaciones que dentro de nuestra sociedad opten y emprendan tareas para salvaguardar y promover la dignidad de las personas  en el trabajo.

Lamentablemente la lógica de la comercialización contagia también la gestión de la política, y en este maremagnum actual, no es  fácil el discernimiento para una justa opción política.

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Pero desde la fe cristiana, no vale un cómodo desentendimiento. Debemos apostar por la mediación que, según nuestra conciencia, sea más favorable bien común que incluye la dignidad y la seguridad de las personas en el trabajo.