Ahora más que nunca trabajo decente
Después de una pandemia global sin precedentes, de sucesivas crisis económicas y sociales, y ante la gran amenaza para la vida en la Tierra que representa el cambio climático, es el momento de afirmar, como de hecho ha hecho el papa Francisco, que “el gran tema es el trabajo” (FT, 162).
Para la Iglesia que celebra los “frutos de la tierra y del trabajo” y ora por “el pan nuestro de cada día”, siempre lo ha sido. Es la clave de la Doctrina Social de la Iglesia que ha ido acumulando y desarrollando, desde la Rerum novarum de León XIII a Fratelli tutti de Francisco, pasando por Laborem exercens de san Juan Pablo II, de cuya publicación acabamos de celebrar los 40 años, o Caritas in veritate de Benedicto XVI.
Lo cierto es que la humanidad es hoy más pobre, más desigual y más frágil, de ahí que Francisco haya realizado un llamamiento a tomar “decisiones cuidadosas”. En su mensaje a la 109 Conferencia Internacional de la OIT, ante los gobiernos, empresarios y sindicatos, alentaba a la búsqueda de “soluciones que nos ayuden a construir un nuevo futuro del trabajo fundado en condiciones laborales decentes y dignas, que provenga de una negociación colectiva, y que promueva el bien común, una base que hará del trabajo un componente esencial de nuestro cuidado de la sociedad y de la creación”.
Reconocía como fundamental que la Iglesia, “apoye medidas que corrijan situaciones injustas o incorrectas que afectan a las relaciones laborales, haciéndolas completamente subyugadas a la idea de “exclusión”, o violando los derechos fundamentales de los trabajadores”, pero también promover una correcta comprensión del trabajo como una relación que incorpora la dimensión de cuidado: “un trabajo que cuida, contribuye a la restauración de la plena dignidad humana, contribuirá a asegurar un futuro sostenible a las generaciones futuras. Y en esta dimensión del cuidado entran, en primer lugar, los trabajadores”.
La propia Conferencia Episcopal, en sus orientaciones y líneas de acción, se ha propuesto el reto de “promover el trabajo decente e impulsar la economía del cuidado para que no tenga cabida la explotación ni la trata en sectores como el servicio doméstico y la agricultura intensiva”, tarea animada por la Pastoral Social y Promoción Humana.
La CEE aspira a promover el acompañamiento de los trabajadores pobres, de los precarios y descartados, pero también a “promover encuentros con sindicatos”. Además, respalda expresamente la iniciativa “Iglesia por el trabajo decente”, como plataforma de coordinación de la acción eclesial, igual que ocurre con “Enlázate por la justicia”, “Migrantes con derechos” o “Tejiendo redes contra la trata”.
Desde hace ya siete años que “Iglesia por el Trabajo Decente” viene trabajando en red con distintas entidades eclesiales para promover una comprensión integral del trabajo y favorecer el empleo digno, sostenible e inclusivo.
Las entidades promotoras, Cáritas, Conferencia Española de Religiosos (CONFER), Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), Justicia y Paz, Juventud Estudiante Católica y Juventud Obrera Cristiana (JOC) aúnan esfuerzos para denunciar el tratamiento del trabajo, reducido a mera herramienta de producción, y promover medidas y estilos de vida que favorezcan la extensión del trabajo decente para todas las personas y en todo lugar.
La Jornada Mundial por el Trabajo Decente del 7 de octubre, en principio, impulsada por la Confederación Sindical Internacional desde 2006, fue rápidamente acogida por la Organización Internacional del Trabajo que, en 1999, había acuñado la expresión “trabajo decente”. El papa san Juan Pablo II, ya en el jubileo del año 2000, había animado expresamente a crear una coalición global entre todos los agentes implicados para defender el trabajo digno.
La aparición del coronavirus ha venido a ahondar en las profundas brechas que ya estaban presentes en sociedades puestas permanentemente en crisis, causando una disrupción global con devastadores efectos en el empleo, en las condiciones de vida y en los servicios públicos, con lo que la aspiración a un trabajo en condiciones, a la altura de la dignidad del ser humano, cobra una dramática actualidad.
La recuperación o vuelta a las condiciones prepandemia no va a bastar, porque la “nueva normalidad” supone perpetuar y profundizar la precariedad y desprotección. Los estudios sociológicos advierten de un aumento de las personas en situación de pobreza, de trabajadores pobres que a pesar de tener un empleo formal “no llegan a final de mes”. La cantidad pero también la calidad del empleo en España tienen mucho que ver con estas realidades.
La precariedad laboral está también íntimamente relacionada con fenómenos que caracterizan a nuestro país, como la tardía edad de emancipación de la juventud, el retraso o aplazamiento de la decisión de formar una familia o las dificultades para conciliar la vida laboral con la vida familiar.
Por eso, “Iglesia por el Trabajo Decente” reclama este año, “Ahora más que nunca trabajo decente”. Pide a las Administraciones públicas que cumplan con su responsabilidad de asegurar el cumplimiento de la normativa sobre las condiciones de trabajo y prevención de riesgos laborales y reclama un esfuerzo de los agentes sociales, la iniciativa privada y el llamado tercer sector, para promover medidas de orientación y formación laboral, especialmente para aquellas que sufren subempleo y precariedad en el empleo.
Como no, también apela a toda la comunidad cristiana a unirse en torno a la promoción del trabajo decente y a cuidar las condiciones de trabajo y a demandar de las empresas e inversores unas relaciones laborales socialmente responsables en coherencia con la dignidad del trabajo, e invita a todas las personas a favorecer estilos de vida y de consumo coherentes con el trabajo digno.
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Artículo publicado en la revista Ecclesia, en representación de la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente.
Militante de la HOAC de Huelva