En defensa de la vida en toda su integridad

En defensa de la vida en toda su integridad

“La Iglesia no se ha dado nunca por vencida frente a todas las violaciones que el derecho a la vida, propio de todo ser humano, ha recibido y continúa recibiendo por parte tanto de los individuos como de las mismas autoridades. El titular de tal derecho es el ser humano, en cada fase de su desarrollo, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural; y cualquiera que sea su condición, ya sea de salud que de enfermedad, de integridad física o de minusvalidez, de riqueza o de miseria. El Concilio Vaticano II proclama abiertamente: “Cuanto atenta contra la vida –homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia, y el mismo suicidio deliberado–; cuanto viola la integridad de la persona humana, como, por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones laborales degradantes, que reducen al operario al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana: todas estas prácticas y otras parecidas son en sí mismas infamantes, degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias  al honor debido al Creador”.

Esta larga cita, corresponde al punto 38 de la Exhortación Apostólica Christifideles laici de san Juan Pablo II y que a su vez nos remite al punto 27 de la Constitución Pastoral Gaudium et spes del Vaticano II.

Y ¿por qué está cita tan larga? Pues porque en la diócesis de Orihuela-Alicante desde hace bastante más de un año, pero con mucha más insistencia desde que se vislumbraba la inminente campaña electoral de las municipales y autonómicas y con las generales en un horizonte que finalmente ha resultado más cercano de lo previsto, hemos venido asistiendo a una sistemática campaña –con homilías incluidas–, en las que el tema recurrente era el del aborto o interrupción voluntaria del embarazo.

Incluso el pasado mes de octubre fuimos convocados por los obispos de nuestra provincia eclesiástica a una manifestación en Valencia en contra del aborto, la eutanasia y en favor de la libertad de educación.

No es por supuesto mi intención entrar en el tema del aborto, aunque bien nos vendría en torno a él una reflexión sosegada, sino analizar, a la vista de la larga cita papal y conciliar antes aludidas, cuan dispares son las prioridades a remarcar por parte de jerarquía en particular y clero en general a la hora de tratar de aportar datos para el discernimiento antes de emitir nuestro voto.

Porque es verdad que la cita que comentamos, habla del aborto y de la eutanasia, pero también habla de mutilaciones, torturas morales o físicas, condiciones infrahumanas de vida, esclavitud y trata de personas, o condiciones laborales degradantes. Y de todas ellas se dice aquello de que “son en sí mismas infamantes, degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias  al honor debido al Creador”.

Insistir a tiempo y a destiempo, con ocasión o sin ella, en temas que afectan al principio y final de la existencia humana (aborto y eutanasia) y prescindir cuando de orientar el voto se trata de lo que ocurre entre el principio y el final (la mayor parte de nuestra vida) es ofrecer una visión sesgada de lo que debe ser “defender la vida en toda su integridad”.

Entre mi círculo de amistades que se proclaman creyentes, hay personas comprometidas con el servicio diaconal que la Iglesia presta a través de Cáritas. A esas personas, cuando llegan períodos electorales, les gustaría alguna mención referida a la necesidad de mirar en los programas electorales qué se ofrece para mejorar condiciones infrahumanas de vida.

También conozco personas comprometidas en la acogida a migrantes. Me consta que les gustaría oír alguna referencia a cómo combatir la trata de personas o las deportaciones en las indicaciones para elegir el voto.

En mi grupo parroquial de Cáritas, hay dos personas que, en colaboración con Cruz Roja, atienden y escuchan a personas que ejercen la prostitución en rotondas de carreteras. Segura que a ellas les gustaría alguna referencia a tener en cuenta a la hora de votar a las personas sometidas a la prostitución o a la esclavitud.

Y tengo muchos amigos y compañeros implicados en eso que conocemos como Pastoral Obrera y del Trabajo, la mayoría de ellos participantes en la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente. A todos ellos, a mí mismo, nos gustaría alguna alusión a la hora de recomendar el voto a combatir y cambiar las condiciones laborales degradantes, que reducen a la persona trabajadora al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana.

Pero no, ya pueden esperar en vano las personas creyentes comprometidas en Cáritas, en acogida a migrantes, en ayuda a la prostitución o en la Pastoral Obrera y del Trabajo. Los temas, los problemas y, sobre todo, las personas a las que, movidas por su fe dedican tiempo y afanes, no merecen la más mínima consideración cuando se trata de discernir la mejor forma de elegir el voto. Aquí y ahora, eutanasia y aborto se llevan la palma.

Que alguien nos explique si, a la vista de esto, no tenemos motivos para sentirnos tratados como cristianos y cristianas de segunda.

¡Que el Señor, en su infinita bondad, nos dé fuerzas a quienes así nos sentimos, y abra los ojos de quienes pueden cambiar esta situación! Y todo ello, para defender la vida en toda su integridad y no a trocitos.