El momento de la jardinería
El pasado sábado 4 de mayo en la Conferencia Episcopal, dos laicas presentaron un texto borrador elaborado con las aportaciones a esta nueva fase sinodal Hacia octubre de 2024. Estas aportaciones parten de 54 diócesis y también de una veintena de asociaciones y movimientos. Este documento no ha hecho más que nacer, y dentro del proceso sinodal, en esta segunda fase su andadura aún es temprana, sujeta a modificaciones y a posteriores filtros. Sin embargo, su contenido es especialmente interesante y su alumbramiento es esperanzador.
El sínodo, hasta ahora, ha suscitado varias reacciones. Desde algunas recelosas, o directamente desacreditando el proceso; a otras más esperanzadas e ilusionadas, pasando por la indiferencia o la desconfianza.
Este documento es un empujoncito a aquellos que en cierta manera anhelamos una Iglesia más “sinodal” y que entendemos que el sínodo hace bien a nuestras comunidades y a nuestra estructura. Pienso, de forma algo interesada, que este documento nos permite decir que no estamos solos y que podemos enunciar sin miedo que esto surge de forma abierta, amplia, siendo promovido por la Conferencia Episcopal de forma oficial, y que recoge un buen puñado de aportaciones y de impresiones. No es un sesgo, una burbuja, no es una minoría que protesta. Es una gran voz de una parte sustancial del Pueblo de Dios que es amplificada y sintonizada desde la gran estructura eclesial.
Hay varias cuestiones que se ponen sobre la mesa, todas son interesantes, pero algunas reclaman con solidez un cuidado de actitudes, de miradas, o cambios y reorganizaciones evidentes. Algunas de las más notorias son: los pobres, protagonistas del camino de la Iglesia, donde se apunta que la Iglesia debe denunciar las causas de la pobreza. Y las mujeres en la vida y en la misión de la Iglesia, donde aparece la demanda de mayor escucha, y la presencia de mujeres activa en todos los ámbitos de la vida de la iglesia.
Hay una serie de propuestas sobre sinodalidad que hablan de actitudes, de “formas de ser” pero algunas llamativas son: establecer procesos de discernimientos (método ver-juzgar, actuar), fomentar las asambleas pastorales, la renovación de consejos pastorales y económicos a varios niveles, el acceso de la mujer al diaconado, la consulta del Pueblo de Dios sobre los pastores y responsabilidades…
Desde que he accedido a este documento he percibido una especie de brisa primaveral. Sí, sé que el anhelo por la conversión de la Iglesia y el avanzar en este camino sinodal… se hace muy largo, pero precisamente como sabemos que es un proceso rocoso, este tipo de “oasis” –este documento que vemos, y presentado así– se convierten en una agradecida vista.
También ocurre que en nuestras organizaciones estamos centrados en sembrar (con nuestros documentos, nuestras reuniones…), ¿no estaría bien echar un vistazo más allá de nuestra lucha, y “hacer jardinería” con estas interesantes ramificaciones de la actividad eclesial? A veces es costoso debatir en espacios eclesiales fuera de nuestras burbujas, hacer una aportación “diferente”, o empujar nuevos procesos con otros. Pero hemos de ir solidificando la sensación de que no estamos solos en la novedad, y decir con firmeza que este proceso sinodal, aunque débil, está poniendo encima de la mesa grandes ideas que no merecen ser tachadas de marginales o revolucionarias.
Llevemos este documento y sus interesantes propuestas a aquellos espacios donde la sinodalidad carece de oxígeno para crecer. Nos podemos permitir decir que queremos reverdecer nuestras parroquias, aquellos consejos en los que participamos, aquellas organizaciones… y que no estamos “agitando” desordenadamente, si no canalizando unas ideas que están preparadas para fertilizar nuestras comunidades.
Ojalá que aquellos laicos que andamos este camino vayamos asumiendo que estamos llamados a “hacer jardinería” con estas briznas de transformación.
Presidente de la Juventud Obrera Cristiana (JOC)